y mantiene su estirpe italiana inalterable

No hay otro auto que esté tan ligado al sueño de la Dolce Vita como el pequeño Fiat 500, nacido hace 60 años en Turín. Fue el vehículo que le dio movilidad a los italianos. El Cinquecento llevó a partir de 1957 a buena parte de Europa y también a Sudamérica el aire italiano, acompañando la temprana difusión de las pizzerías y heladerías.

Pero los fans del Fiat 500 elogian ante todo su relevancia técnica e histórica. Correlato italiano del escarabajo alemán de Volkswagen, del Citroën francés y del Mini inglés, fue un símbolo de la motorización de las masas y de la simplificación radical del concepto de manejo. Con sus 2,97 metros de longitud, el 500 es apenas 30 centímentros más largo que el moderno Smart, y sin embargo ofrece espacio para cuatro pasajeros. El conductor apenas debe doblarse para instalarse en el delgado asiento, que se puede desplazar lo suficiente hacia atrás como para permitir una conducción cómoda. Con una distancia entre ejes de 1,84 metros deja espacio al menos para los niños en los asientos traseros y adelante, bajo el capó, entra aún algo de equipaje. A partir de su cilindrada de 0,5 litros alcanza una potencia de 13 kW/18 CV, que es exigida incluso para el peso hoy inconcebible de apenas 520 kilogramos. Aún así lleva a la aguja del velocíometro hasta casi los 100 km/h. Con su estructura mínima, hay pocos elementos que puedan romperse, salvo los platinos y condensadores, y no son difíciles de cambiar.

La nostalgia por el modelo, que se dejó de fabricar en Italia en 1975, llevó a que el consorcio turinés lanzara con éxito una versión moderna en 2007.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios