El espíritu del cacique, en papel

El jueves, la Sala de Prensa Isabel Moreiras albergó la presentación del libro del periodista y escritor Adrián Moyano sobre Antonio Modesto Inakayal. Vasta documentación y descripciones históricas acompañan el relato biográfico.

“A ruego de mi superior cacique, Antonio Modesto Inakayal”. El título del tercer libro del periodista y escritor Adrián Moyano reproduce la fórmula con que el chilkatufe (secretario) Antonio Waytu firmaba las cartas dictadas por el cacique. Remite también a la intención del autor de reparar la ausencia de una biografía, describiendo mucho más que aquella imagen de Inacayal preso en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

“Que estas páginas contribuyan aunque sea parcialmente a la liberación de su memoria. ¡Pewmangen lonko!”, expresan las últimas líneas del epílogo que inquiere sobre la pertenencia de que sus restos hayan sido trasladados a un mausoleo en Tecka. ¿Se perpetúa su sufrimiento, el cautiverio continúa? “Políticamente el calvario sólo finalizará cuando su pueblo recupere la autodeterminación que perdió por el accionar del Ejército de la República Argentina, entre 1879 y 1885”, considera.

Registros del explorador Guillermo Cox acerca de su arribo a “las tolderías del Caleufu” dan inicio a la acción, que transcurre entre 1856 y 1888, con la muerte de Inacayal el 24 de septiembre en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. En aquellas páginas Moyano halló “la sensación, la emoción que me provocó escribir este libro: básicamente, vivo. Montando a caballo, porte elegante, vistiendo una casaca de caballería, una persona poderosa y bien, de bienestar, o durante una cacería en la pampa de Alicura (donde demuestra) su habilidad de boleador. Cuando uno ve la foto (tomada en el Museo) ve que algo pasó; ese hombre que devuelve una mirada desdeñosa, con el pelo cortado de manera humillante, está derrotado pero no vencido. Ese contraste, la misma emoción que me embargó recién, fue lo que me provocó escribir sobre Inacayal”, refirió.

Profusión de datos históricos, a los que Moyano accediera como estudioso ambientaron la presentación del tercer libro en la Sala de Prensa Isabel Moreiras, precedido por “Crónicas de la resistencia mapuche” en el 2007 y “Komütuam descolonizar la historia mapuche en Patagonia” en el 2013.

Encuentros con George Chaworth Musters –autor de “Vida entre los Patagones, un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el Estrecho de Magallanes hasta el Río Negro”–, con Francisco Pascasio Moreno en dos ocasiones y una decena de cartas dirigidas a Carmen de Patagones y al presidente Bartolomé Mitre integran registros testimoniales. Una recopilación que “me llamó la atención que nadie hubiera hecho antes”, consideró Moyano.

Cuando Conrado Villegas “se encuentra con los lonko (en la organización política mapuche ancestral, el organizador) sobre el valle del Ñirihuau, ensaya su perorata: ríndanse, la Nación los protegerá. Después de un momento de cavilación, palabras más o palabras menos, responden que, aunque las alternativas recientes estuvieran en su contra, pedirles eso a ellos en ese momento de su vida era condenarlos a una muerte lenta. Que sacarlos de la soledad de los campos y el silencio de los bosques era apurar las pocas lunas que les quedaban de vida”.

Después de este episodio “evidentemente Villegas quedó muy desairado. Durante la segunda expedición, las órdenes y leyes hablan demasiadas veces de exterminio como para descartar la acción genocida de quienes detentaban el poder en aquel momento”, expresó.

Tanto Saihueque como Foyel e Inacayal, “considerados los más cercanos a la civilización, fueron los más persistentes al defender su libertad hasta que más no pudieron”. Tras considerar inapropiada la manera en que yacen los restos de Inacayal en Tecka, Moyano manifestó su intención de “haber contribuido a que su memoria insista en cabalgar en libertad en el lugar donde amó, vio a sus hijos y donde también cruzó armas con el adversario”, palabras finales que hallaron eco en el auditorio que respondió con gritos en mapudungun y puños en alto.

El texto intenta “una liberación de la memoria” del cacique.


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