El niño que no paró de pedalear hasta cumplir sus sueños

De pequeño Cristian Ranquehue aprendió a levantarse después de cada caída. Una actitud frente a la competencia que curtió su espíritu indomable.

Cristian todavía se acuerda de los raspones de las caídas en su primera carrera en Villa Regina. Tenía cuatro años. Sus hermanos eran los encargados de levantarlo y darle un empujón para que no abandonara. Sin siquiera imaginarlo, esa actitud frente a una competencia le sirvió para levantarse varias veces en su vida y lograr quedarse en cuatro oportunidades con el Desafío Río Pinto en Córdoba.

Es el menor de tres hermanos pero, al tener una diferencia de diez años, se crió como hijo único en la casa que los Ranquehue tenían en 9 de Julio y Soberanía Argentina. “No sobraba mucho en casa”, recuerda sobre la crisis del estado provincial en los 90, sus papás eran porteros, que golpeó con fuerza sobre la mesa. Desde chico aprendió que podía salir adelante con esfuerzo. A los 13 años hizo de canillita para “sacarle un peso” de encima a su familia. “No hay ninguna vergüenza en trabajar, amigo”, le dijo su papá y desde entonces no paró.

Europa

Tanto empeño tenía que dar frutos. Un promotor le dijo que podía llevarlo a Italia con tan sólo 17 años. Solo tenía que comprar su pasaje y otra vez su familia estuvo detrás. Empanadas, asados, venta de tarjetas, todo sirvió para cumplir el sueño de Cristian.

“Arañando llegamos al pasaje y unos mangos más por las dudas”, recuerda con una sonrisa. Y valió la pena porque ganó nueve carreras en su primer año en la península itálica. De regreso en Argentina se fracturó la mandíbula en dos partes tras una caída cuando entrenaba en Neuquén. Volvió a Italia pero ya no era el mismo. Había perdido 10 kilos y recién pudo ganar la última carrera de la temporada.

El recuerdo de lo que pudo ser su vida en Europa lo persiguió varios años. Incluso después de ganar su primera Río Pinto en el 2010. “Lo que me mataba es que ganaba y el lunes tenía que estar a las 6 de la mañana en el supermercado”, dice sobre sus épocas como repositor de café y especias. No se queja del trabajo, pero del otro lado un deportista de su talla solo debe subir a la bicicleta.

En 2015 repitió la epopeya en Córdoba, pudo olvidar y dar paso a su gran presente. Ciclistas de Uruguay, Corrientes o Entre Ríos le piden ayuda para entrenar. Tiene 70 personas a cargo y por primera vez se puede dedicar solo a la bici. “Yo quería esto”, reconoce y dice que, con 34 años, aún le quedan unos seis a este nivel. Hoy mira hacia atrás y está satisfecho. Solo le gustaría tener a sus papás después de correr, aunque los acerca un poco con una oración antes de cada largada.

“Era tímido y pasaba por soberbio…
Pero de qué me
voy a agrandar si sólo gano carreras de bici”,

dice Cristian Ranquehue sobre mantener los pies en la tierra.

La carrera más difícil fuera de las pistas

Sólo dejó de correr tres veces: al volver de Italia (2003), tras la muerte de su papá (2005) y después del accidente de Pablo Ramos (2014).

En 2012 se quedó a un paso del Tour de France, pidió apoyo a la Provincia y terminaron por contratarlo. “Me arruinaron”, dice sobre su breve paso por la función pública.

Se entrenó tres años para ganar el primer Desafío Río Pinto. Ahí se hizo conocido para las grandes marcas.

30.85 km/h. Su velocidad promedio en la última carrera que ganó. Recorrió 85 km.

Datos

“Era tímido y pasaba por soberbio…
Pero de qué me
voy a agrandar si sólo gano carreras de bici”,

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