Escasez y descuidos atentan contra el arbolado

Bariloche sorprende por la escasez y el destrato de los ejemplares en la vía pública. Se requiere de un proyecto integral, planificación por parte del Estado y hacer cumplir las ordenanzas.

Las calles del centro se agitan a diario con el tránsito, la actividad comercial, los turistas que cargan valijas y los vendedores ambulantes. Pero no serían las mismas sin los árboles, esos testigos silenciosos que no aportan al barullo pero están y estarán cuando todo pase.

Al igual que otras ciudades, Bariloche tiene su pequeño capital forestal en la vía pública, que llama la atención por sus colores en cierta época del año, pero también sorprende por lo escaso y por el destrato que reciben algunos ejemplares. Una ciudad enclavada en un parque nacional debería tener un arbolado abundante y representativo, no sólo por su aporte estético sino también por lo que contribuye a la calidad de vida de sus habitantes.

Es obvio que cuando dominan la improvisación y el corto plazo, el árbol nunca es prioridad. Aun las especies más rústicas y de más rápido crecimiento exigen paciencia. Algunos especialistas sostienen que con la planificación del Estado no alcanza y los árboles colocados en las veredas sólo crecerán si existe compromiso de los propios frentistas para regarlos y cuidarlos, por lo menos en sus primeros años.

El único relevamiento de árboles que tuvo Bariloche data de los años 90. Lo ejecutó el municipio con la participación de estudiantes secundarios y quedó a medio camino por falta de recursos para sistematizar los resultados. Aun así, alcanzó para poner en evidencia que el número de árboles y arbustos era insuficiente y que el estado sanitario también dejaba mucho que desear.

El ingeniero agrónomo Guillermo Giordana, quien fuera director municipal de Parques y Jardines y hoy trabaja en Medio Ambiente, dijo que el arbolado en el área céntrica registra un déficit de “al menos un 50%”. Y advirtió también que la distribución es mala y que hay “muchas calles peladas”.

Otro diagnóstico señala que los parques y lugares recreativos forestados no llegan a un tercio de lo recomendable, que es de 25 metros cuadrados por habitante.

Otro exdirector de Parques y Jardines, Diego Platt, consideró que el ideal a seguir es el de Mendoza capital, no sólo por la cantidad de árboles sino por el cuidado constante que les dedican. Señaló que cualquier plan debe incluir una nómina de especies aptas y aquellas desaconsejadas.

Citó como error paradigmático los casi cuarenta pinos emplazados en la Costanera hace más de sesenta años, que alcanzaron gran altura y entorpecen el alumbrado, además del riesgo constante por la caída de “ganchos”. Los proyectos para erradicarlos por ahora fueron desechados. Recién este año el municipio les aplicó una poda importante para eliminar las ramas inferiores, tarea postergada largo tiempo por la falta de una grúa.

Empuje emprendedor

Históricamente muchos de los intentos por mejorar el arbolado en las calles de Bariloche fueron iniciativas privadas. Algunas fueron barridas por el tiempo, pero otras son valoradas aun hoy. Por ejemplo los cientos de ejemplares que plantó y cuidó Alfredo Caspani en las décadas del 80 y 90. También son recordadas las campañas de Rogelio Seiler y sus torneos de penales, con los que promovía la plantación de árboles.

La bióloga e investigadora del Conicet Marina Stecconi participa de la comisión de arbolado urbano –nuclea a representantes del municipio, las universidades, el INTA y otros organismos relacionados con el tema–, que estuvo inactiva mucho tiempo y volvió a reunirse hace poco más de un año.

Subrayó con preocupación que en el centro “hay cuadras enteras que no tienen árboles” y en muchos barrios alejados el déficit es todavía mayor. Consideró que la situación del arbolado en Bariloche es “critica”. A modo de ejemplo citó que en Gallardo y Sarmiento hay una cuadra en la que resistía heroico un solo árbol que hace poco fue cortado. También lamentó que el viernes pasado haya sido extraído un vigoroso ejemplar de crataegus en calle Villegas para relocalizar la casilla del Teleférico Cerro Otto. La recomendación de sacar otro árbol que estaba seco fue desoída.

Giordana subrayó que sobre el arbolado público “todo el mundo opina y las visiones son muchas. Hay que respetarlas todas, pero es bueno tener en cuenta que se trata de algo dinámico: los árboles crecen, maduran y también se enferman y mueren”, explicó. “De modo que hay que cuidarlos y reemplazarlos cuando corresponde”.

Algunos árboles ubicados en las veredas sufren daños premeditados o por desconocimiento. Hay árboles usados para apuntalar carteles, otros que son pintados o vestidos por quienes no se conforman con sus flores o sus colores otoñales.

La ciudad no es para todos

Los notros, con presencia abundante en la calle Gallardo, es una especie nativa de larga y vistosa floración. Giordana lo consideró un caso especial. Dijo que es un árbol apto para las veredas, pero alertó que “sufren daños en la corteza por resquebrajamiento y deshidratación atribuidos a la radiación, cuando están rodeados de cemento”.

Platt, por su parte, opinó también que “la prioridad deben ser las especies autóctonas, pero hay algunas exóticas que se adaptan bien, como los sorbus, que son vistosos en otoño y bien conducidos crean copa uniforme”. “Plantar pinos fue un error porque no es una especie para arbolado urbano sino para forestación, y el abedul tampoco es buena idea, porque adquiere un tamaño demasiado grande para veredas”, señaló.

Un plan integral debería tener en cuenta el interés de los propios vecinos, el clima (vientos fuertes, nieve en invierno y una larga estación seca) y el cableado, entre otras variables. Giordana también aconsejó no dilapidar esfuerzos en calles de tierra próximas a ser pavimentadas. También dijo que es importante trabajar la poda de modo “racional”.


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