La biblioteca contenedor

Este rincón para la lectura del barrio El Cóndor funciona desde hace años en un contenedor marítimo adaptado. El espacio creció gracias a la solidaridad de sus vecinos.

La biblioteca contenedor

En su vuelta a casa, Paola Di Vicenzo elige caminar algunas cuadras más y llegar hasta una pequeña estructura montada al final de la plaza Federico Lage. Saluda amablemente, abre la puerta y descubre la única ventana de una estructura que conoció varios puertos del mundo. Durante dos horas estará a cargo de la única biblioteca en el este de la ciudad.

Este rincón para los amantes de la lectura lleva el nombre de Jorge Luis Borges. Desde el 2010 funciona en un contenedor adaptado pero sus inicios se remontan al 2004, cuando ocupaba uno de los dormitorios de la casa de Alicia Cabrera de Emmerich, una profesora de geografía que se propuso lograr un espacio que sirviera de apoyo escolar.

La misión no fue sencilla. Alicia recurrió a la solidaridad de sus vecinos, quienes aportaron materiales y libros, para completar las primeras estanterías hechas a partir de las camas de sus propios hijos.

Tras cinco años, y luego de conseguir el aval de la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (Conabip), lograron comprar un contenedor marítimo usado, darle el mismo estilo que las casas del barrio El Cóndor, y obtener un lugar propio para sus asociados.

Después de cinco años las impulsoras de la biblioteca lograron comprar un contenedor marítimo.
Marcelo Martínez

Desde aquel entonces el sueño de Alicia lo siguió Carmen Santillán, una bibliotecaria que llegó junto con las cenizas del cordón Caulle Puyehue. “Es el universo infinito en una plaza”, describió sobre un trabajo que, asegura, lleva en el corazón.

Como las demás voluntarias, el trabajo de Carmen es ad honorem. A sus 82 años, aún suspira cuando se le pregunta acerca de su profesión, que comenzó a los 18 años, y que supo desempeñar en colegios de Tucumán y San Isidro.

En esta biblioteca clasificó más de la mitad de los 6.000 libros disponibles y muestra con orgullo tomos completos con ediciones de antaño, una sección de pedagogía dedicada especialmente a profesores, y una colección de libros de autores locales.

Alicia, fue la promotora de este rincón de la lectura en el barrio El Cóndor.
Marcelo Martínez

Los niños, el futuro

La biblioteca tiene 140 socios. En su mayoría son niños. “Nos gustaría tener más asociados”, dice Carmen y explica que, para seguir atrayendo a las familias, compran ediciones adaptadas de clásicos literarios. En el rincón infantil descansa la historia de Romeo y Julieta en una versión de historieta.

“Algunos chicos vienen todos los días”, agrega Paola, una maestra que se acercó a la biblioteca por pedido de su hija y volvió como colaboradora permanente.

La Conabip les ofrece capacitaciones y les asigna aportes para la compra de materiales. En los últimos años aprovecharon cada Feria del Libro para comprar libros con descuentos y tomar contacto con otras bibliotecas populares de todo el país.

Antes del horario de cierre, los hijos de Marcela Jaramillo llegan apurados para devolver algunos libros y llevarse otros. Ella también. Es que la biblioteca le consiguió los tomos siguientes de una novela que la atrapó hace algunas semanas.

“Consigo libros que tal vez son caros y los chicos aprender a leer”, explica. Su testimonio demuestra que los esfuerzos de Alicia dieron sus frutos.


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