“La Castellana, testigo viviente del Neuquén territoriano”

La foto del lector

En varias oportunidades me referí a la ordenanza Nº 7972/97, promulgada por el Concejo Deliberante de la ciudad, que trata de la preservación de los espacios urbanos significativos que pudieran ser considerados patrimonio histórico del lugar. Esta norma establece que la ciudad de Neuquén cuenta con un escaso patrimonio representativo de su historia con valor arquitectónico, simbólico, paisajístico y urbanístico, y que los pocos existentes constituyen verdaderos hitos visuales. Pues bien, invoco esta norma en virtud de la necesidad de preservar un establecimiento testigo del Neuquén territoriano: La Castellana.

Remitámonos a la historia. Don Arsenio Bernardo Martín fue un pionero español, procurador, espectador clave de la fundación de la ciudad neuquina. Presidió la comisión de festejos para la inauguración de la nueva capital en 1904. Había nacido en Alameda, provincia de Salamanca, España, en 1879. Siendo muy pequeño arribó a la Argentina. Llegó a estas tierras para trabajar en temas relacionados con la hacienda. Se casó con Josefa Sariego, que era hija de españoles de Asturias. De esa unión nacieron nueve hijos: Isabel, Amalia, Josefa, Cándida, Arsenio –fallecido a los cuatro años–, Delia Vicenta, las mellizas Rosa e Iluminada, Juan José y Susana Carmen.

Entusiasmado con la fundación de la nueva ciudad, don Arsenio organizó los festejos en la inauguración de nuestra capital. Recordemos que era presidente de la Nación Julio A. Roca; su ministro del Interior era Joaquín V. González, un riojano que aceleró los trámites para que en la confluencia de los ríos Limay y Neuquén se erigiera la nueva capital. Se encontraban presentes ese 12 de septiembre de 1904 el gobernador del territorio neuquino, Carlos Bouquet Roldán; el del territorio rionegrino, señor Eugenio Tello; don Casimiro Gómez, el principal donante de las tierras cercanas a la estación ferroviaria; P. López Lecube y muchísimos vecinos de los casi 800 habitantes de aquella novel ciudad. Don Arsenio fue, entonces, el primer procurador que tuvo la capital neuquina, y realizó estudios de abogacía. El hecho de no concluir los estudios no fue impedimento para su accionar: a partir de 1916 intervino en muchos casos judiciales y ejerció su tarea hasta su muerte a los 87 años, el 9 de marzo de 1966.

La casa de fin de semana de los Martín era La Castellana, la “granja” ubicada en cercanía a Balsa Las Perlas, lindante con un brazo del río Limay. El edificio principal comenzó a ser construido por el Vasco Altuna en 1929 y se terminó al año siguiente. Esta casona fue utilizada por la familia de don Arsenio, pero por temporadas solía concurrir el gobernador del Territorio, don Enrique Pilotto; el general Zukal y personas destacadas que llegaban a Neuquén y pasaban allí unos días, sobre todo en la temporada veraniega. Por las fotografías que el nieto de Martín nos proporcionó, vemos que allí en el caserón se realizaban asados y reuniones con muchos asistentes invitados.

Don Arsenio hizo construir puentes colgantes debido a las crecientes del río que no permitían el paso dentro del predio. Cercano a la granja, Vialidad Nacional erigió un puente para facilitar el acceso a Balsa Las Perlas, que luego quedó inhabilitado. El predio de La Castellana fue vendido por los herederos de Arsenio Bernardo Martín en 1986 a la familia Lozano. Hoy sus tierras han sido loteadas. Por fortuna, la casa se mantiene incólume.

Autoridades provinciales y municipales, señores concejales, por los motivos que detallé es que solicito sea declarada La Castellana patrimonio histórico del Neuquén. La casona merece que sea restaurada y rescatada del olvido. Nuestra historia es de apenas un siglo y por ello no debemos permitir que sea desmantelada: estos edificios son testigos de un Neuquén en formación que no debemos olvidar.

Beatriz Carolina Chávez

DNI 6.251.256

Beatriz Carolina Chávez

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