Los dueños de los representados

En una sociedad republicana como la que por imperio constitucional deberíamos tener en la Argentina existe una lógica básica en donde los representantes políticos provienen de la sociedad civil, son personas del llano de la comunidad, que por motivos de vocación y convicción deciden acceder a cargos de representación política, previo a obtener el aval de sus representados/mandantes.

La representación es temporal (porque dura un período de tiempo limitado) y extraordinaria (porque lo ordinario es desplegar el rol que a cada uno le cabe dentro de la comunidad a la que pertenece).

El representante entonces es un miembro más de la sociedad civil que circunstancialmente ocupa un cargo de decisión política por un tiempo acotado y que vencido el mismo debe “retornar” a sus orígenes comunitarios. La lógica republicana persigue dos cuestiones bien concretas:
a) que el representante vuelva a la sociedad civil y se retroalimente de sus problemáticas en pos de promover la elaboración de futuras políticas públicas y b) que se concrete un recambio en los ámbitos de representación, que impida la concreción de una casta/clase que se adueñe de la representación política.

Ahora bien, esto no existe en nuestro país. En Argentina la mayoría de los representantes que ingresan al foro político se incorporan a perpetuidad y, por consiguiente, rara vez retornan a la vida civil ordinaria, y si lo hacen jamás es en el punto donde la abandonaron. De manera continuada “saltan” de un cargo público a otro, haciendo de esa actividad representativa su profesión y su medio de vida.

En una república la profesión de político/ representante no tiene cabida pues cuando así ocurre se corre el riesgo de que los representantes se conviertan en dueños de los representados. Es que el representante es un gestor de lo ajeno y su deber al finalizar su mandato (amén de rendir cuentas) es volver a su lugar de pertenencia en la sociedad civil: a su oficio, su profesión, a ser ciudadano común.

Este esquema no se agota
–por desgracia– en nuestro país en las representaciones políticas, se reproduce sistemáticamente en la actividad sindical, en instituciones estatales cuasi monárquicas como el Poder Judicial, en las corporaciones profesionales, etc.

Y cuando un individuo se convierte en representante de profesión comienza a actuar para sí mismo y en salvaguarda de su casta y no en favor de sus representados. Aquí es cuando, a mi criterio, el representante se adueña de sus representados, al convertirlos en un medio para perseguir sus intereses.

Si ese esquema servil, elitista y corporativo no se modifica no hay manera de cambiar la realidad. El “retorno” a la sociedad civil de nuestros representantes debe ser imperativo, pues es la única forma de acotar la irreconciliable distancia que hoy existe entre la mal llamada clase dirigente y la comunidad.

Martín Javier Antonowicz

DNI 29.159.269

Cuando un individuo se convierte en representante de profesión actúa para sí mismo y su casta y no en favor de sus representados.

Martín Javier Antonowicz

DNI 29.159.269

Datos

Cuando un individuo se convierte en representante de profesión actúa para sí mismo y su casta y no en favor de sus representados.

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