La memoria prodigiosa de doña Catalina

Aníbal Tortoriello, en su despacho del Municipio, rememoró su infancia y juventud. Dice que Cipolletti es su lugar en el mundo y contó que, por esas cosas de la vida, nació en Morón.

“Quién se anima a sacar a bailar a la hija del Tano”, vocifero un joven en una ronda de amigos en un casamiento, en algún salón de fiesta en Morón. Corría el año 1956. Se refería a Antonio Cotroneo quien se había radicado en la zona oeste del gran Buenos Aires. El hombre que tenía fama y cara de pocos amigos llegó de Salice, un pueblito del sur de Italia.

En la ronda de primos, a unos cuantos metros de Cotroneo, había otro italiano, Francisco Vito Tortoriello quien había llegado de San Gregorio, un pueblo con menos de cinco mil habitantes.

Al joven, que también le corría sangre tana por las venas, pasó por el costado de Cotroneo y sacó a bailar a Catalina Victoria Cotroneo que tenía apenas 19 años. Quedará en el plano de la especulación si don Tortoriello ya había posado su mirada en la joven, o fue el comentario la que la puso en foco. Lo cierto es que al día siguiente fue a pedir la mano de la joven.

En 1957, a menos de un año de la fiesta, ya estaban casados. Ese mismo año llegó el primer hijo y uno más tarde el actual intendente de Cipolletti, Aníbal Tortoriello.

Aníbal no nació en Cipolletti, pero es cipoleño. Francisco era camionero y pasaba mucho tiempo fuera de casa. En ese contexto, Catalina decidió, con sus dos primeros hijos, ir a parirlos en Morón, donde estaba asentada toda su familia. Con 20 días de vida, el intendente ya se había instalado en una vivienda del barrio Santa Clara donde todavía vive su madre.

Tortoriello conserva fresco el recuerdo de su primera infancia, en la década del 60, remontando barriletes y jugando al fútbol en lo que hoy es el parque meteorológico. “Era un peladero”, recuerda con una sonrisa.

El empresario pinta el escenario con tintes de antaño, impensados hoy en día. No había autos prácticamente, solo carretas tiradas por caballos y niños corriendo por los potreros de la ciudad. Era un pueblo pequeño de inmigrantes y chacareros. “Si te fijás los apellidos, la mayoría venían de Italia y también muchos españoles”, sostiene. El colectivo interurbano era el único medio de transporte público de aquella época.

Las tierras fértiles del Valle y la cercanía con la capital neuquina transformaron a Cipolletti en un atractivo polo urbano para quienes buscaban oportunidades. “Recuerdo que en aquella época leí en un medio que era una de las ciudades con mayor crecimiento demográfico en el mundo, ese dato siempre me quedó grabado. Era algo risueño, pero marcó un tremendo crecimiento”, en referencia a mediados del 70.

Atajador de penales

“Nunca pensé en irme de acá. Siempre me había generado una raíz fuerte saber que este es mi lugar en el mundo. Tuve la suerte de conocer la tierra donde nacieron mis padres y la sangre tira, sentí cosas muy fuertes. Sentí que pertenecía a ese lugar, es parte de mi identidad, pero mi raíz y mi lugar en el mundo es Cipolletti”, detalló Tortoriello.

Aníbal tiene cuatro hijos, tres de ellos viven acá. Su única hija, que no está acá, tiene previsto venirse con su familia a fin de año. “Me gusta que sea la ciudad para mis hijos y para mis nietos. Me encanta que vivan acá, es una ciudad privilegiada como todas las ciudades del Valle.

Tortoriello no tenía grandes habilidades con los pies y el arco fue su lugar en el mundo del fútbol. “Me especialicé, atajaba penales, me gustaba respaldar al resto. Es algo que ahora, con el paso del tiempo, tiene una asociación con lo que me gusta. Estar acompañando y apoyando al resto”. “Ahora tiro el centro y voy a cabecear”, bromeó sobre su tarea como mandatario.

Tortoriello viene de una familia de clase trabajadora que a costa de sacrifico y trabajo logró transformar un camión de carga de frutas a una de las empresas más importante de Sudamérica en su rubro, el del gas licuado. Pero el comienzo fue mucho más duro. Una discapacidad de su padre lo obligó a subirse de muy joven al camión. En edad de colegio secundario ayudaba a manejar a su padre hasta Buenos Aires, donde semanalmente llevaban el camión cargado de fruta. Para perder pocos días de clases no paraban. Salían el domingo, dejaban la fruta y subían nuevamente a la ruta para volver. “El martes al mediodía estábamos acá, solo- perdía las clases del colegio el lunes. El martes pedía la tarea y me ponía al día”, recuerda.

Colaborar con el padre lo obligó a abandonar la fiesta de egreso del secundario un rato antes que sus compañeros. En Villa Regina lo esperaba un camión con manzanas que tenía destino Brasil. Fue el primer viaje que hizo sin su padre. Un compañero de 20 años con carnet de conducir lo acompañó. Sin embargo Tortoriello manejó todo el camino, tenía 17 años y ese fue el comienzo de un camino que duró varias décadas.

Cuando volvió del viaje, su padre le preguntó si iba a estudiar o trabajar. “Yo quería estudiar, pero sabía que mi padre estaba con esa discapacidad. El no decía nada por eso decidí no estudiar”, y agrega: “Me hubiese gustado estudiar contador”.

“Empezamos así con un camión, luego compramos otro y así fuimos progresando”, asegura. Tanto el hermano como él trabajaban un camión, y luego tuvieron que contratar un chofer cuando adquirieron el tercer vehículo de carga.

La memoria prodigiosa de doña Catalina

Catalina tiene 83 años y sigue viviendo en el mismo lugar al que arribó en 1957, desde la provincia de Buenos Aires. La mujer recuerda a su padre como un “tipo bravo”. La madre del intendente, que casi no había mediado palabra con Francisco Tortoriello hasta el casamiento, no dudó en aceptar la propuesta porque tenía un deseo muy grande de irse de su casa, una costumbre de la época.

Catalina conserva una memoria envidiable. Tuvo una infancia dura porque su padre estuvo 11 años afuera y ellos sin noticias. Fue durante la Segunda Guerra Mundial. “Estuvo escondido en África 11 años. Mi madre había enlutado. El gobierno lo daba por muerto. Un día apareció en la casa, yo tenía como 13 años, no lo podíamos creer”, recuerda.

Otro momento de mucha angustia para la familia fue el viaje de Italia hacia Argentina. Luego de que su padre se instalara en Morón, le dijo a la familia que vinieran su mujer y su hija. El viaje duró 19 días y fue un calvario, una de sus hermanas, en ese momento una beba de un año y medio, se enfermó.

“Estaba muy mal, creo que fue un alimento que le dieron en el barco que la enfermó, estuvo muy grave”, recuerda Catalina. Su madre tenía mucho miedo porque cuando un pasajero moría en el viaje, lo tiraban al mar. “Mi madre lloraba mucho, estaba muy asustada pensaba que iba a morirse”. Sin embargo, la beba resistió y llegó con vida al puerto argentino. “Las condiciones eran muy malas, estábamos en un sótano, era duro”, rememora.

miguel gambera

Datos

“De chico era arquero, me gustaba respaldar al equipo. Quizá todo tiene una asociación pero después en mi vida siempre estuve tratando de sostener al resto”,
Aníbal Tortoriello, jefe comunal.
El intendente contó que comenzó a manejar el camión de su padre cuando era un adolescente. Para no perder muchos días de clases salían un domingo y volvían el martes a la mañana.

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