A Guastella, el rugby le debe mucho más que un resultado

Conocí a Ángel Papuchi Guastella apenas comencé en el periodismo. Eran otros tiempos. El vínculo entre periodista y protagonista era más sencillo. Hoy unos y otros tienen que cuidarse de no estar grabándose clandestinamente. No es que antes era mejor. Era distinto. El rugby argentino vivía conflictos. El amateurismo no era sinónimo de familia Ingalls. Había internas dentro de la Unión Argentina de Rugby (UAR) y en Los Pumas. Y había clasismo. Banco Nación, que surgía y relegaba a los tradicionales SIC, CASI y CUBA, era el club “grasa”. Así les gritaban a Hugo Porta y a sus compañeros los seguidores de los clubes más “chetos”. El otro insulto era “bancarios”. En ese contexto conocí a Papuchi, quien designó a un Porta joven como capitán de Los Pumas en 1978. Enojado por esa división que etiquetaba como “puro” al deportista amateur y “pecador” al supuesto profesional. Ojo, no era el profesionalismo aceptado y asumido de hoy. Era el de jugadores que podían recibir alguna mínima facilidad laboral o el apoyo tibio de un patrocinador. Se indignaba con los falsos moralismo.

Guastella era un amante del rugby. Del juego, la táctica, la difusión. Era de una gentileza infinita ante el periodista que buscaba más información para no equivocarse. Y no porque alguna información pudiese perjudicarlo. No. Era para explicar mejor el rugby. Para que todos, no sólo las elites, pudieran entender que el rugby podía convertirse una formidable escuela de aprendizaje. Que acaso no había ningún otro deporte que comprendiera mejor el juego en equipo como lo hacía el rugby. Papuchi, peronista y de Boca, polémico y educado, iba a dónde lo llamaran. Guastella, nacido en Barracas en 1931, murió en la madrugada del miércoles último a los 85 años en Tucumán, donde pasó la última parte de su vida. Tanto lo querían que los Pumas héroes del ’65 llegaron a viajar para hacerle una última visita. Fue jugador y técnico de Los Pumas. Enseñó en escuelas y clubes desconocidos. El rugby le debe mucho más que un resultado y un triunfo ocasional.