Al consumo le cuesta despegar

Mirando al sur

Mucho antes del último salto del dólar, que ciertamente puede impactar en algunos precios, los especialistas no se ponían de acuerdo en por qué el consumo interno no levanta vuelo después de varios intentos abortados de despegue. Siempre existe un motivo en el pasado y una expectativa para el futuro, pero los volúmenes de ventas están lejos de mostrar un repunte vigoroso. Probablemente porque no hay una, sino múltiples causas.

Junio no fue la excepción. Según el relevamiento de CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa), las ventas minoristas registraron un retroceso de 1,4% con respecto al mismo mes del 2016, con lo cual el primer semestre de este año cerró con una caída acumulada de 3% interanual. No obstante, en la comparación con mayo se verificó un repunte de 15% mensual que la entidad atribuye a factores estacionales. Tanto el Día del Padre como el cobro anticipado del aguinaldo por parte de jubilados y pensionados tonificaron algunos rubros (artículos deportivos, alimentos y bebidas), pero esto no alcanzó para que la mayoría saliera de los números negativos.

Ahora la expectativa para julio está puesta en el cobro del medio aguinaldo en el sector privado y el cierre de más paritarias, algunas con efecto retroactivo.

Sin embargo, la suba de naftas (7%) y gasoil (6%) que rige desde esta semana puede tener un efecto sobre otros precios que neutralice parte de este esperado repunte que, según CAME, podría ser el inicio de un quiebre del ciclo negativo. Habrá que esperar casi un mes para saberlo.

Entre las empresas líderes fabricantes de productos de consumo masivo se ha popularizado una broma para graficar la situación. “Estamos esperando el cuarto semestre” dicen, en alusión a la tantas veces anunciada reactivación de la economía (verificable en los indicadores del Indec), que no termina de hacerse sentir en las góndolas ni en los mostradores.

Y aunque admiten que existe una tendencia hacia las compras (individuales o colectivas) en supermercados mayoristas para reducir gastos, indican que ello no se traduce hasta ahora en mayores volúmenes de venta, sino más bien en lo contrario.

También miran de reojo el comportamiento de las segundas marcas, ya que hace tiempo los consumidores pasaron a elegir las de menores precios. Y hasta no descartan que en algunos rubros (como vinos finos, por ejemplo) existan ventas en “gris” (parte en blanco y parte en negro) ante la disparidad de precios entre las grandes cadenas de supermercados y pequeños autoservicios barriales con respecto a los costos. Si bien la recaudación del IVA parece desmentir dichas prevenciones (en junio subió 29,6% interanual, con un alza real de 5% por encima de la inflación), la propia AFIP aclaró que en el comercio la mejora fue de 23%. Y aunque en el primer semestre acumuló un incremento de 33,2% (3,5% real), resulta difícil determinar cuánto obedece a un repunte del consumo, a una menor evasión, o a remarcaciones de precios por encima del IPC.

Por lo general suele atribuirse la debilidad del consumo –y con razón– a la recuperación real de las tarifas de gas y electricidad tras el histórico retraso de los últimos años, principalmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Estos incrementos provocan además los denominados efectos de “segunda ronda” sobre los costos (y precios) de otros productos, lo cual termina resintiendo la demanda.

En otra escala, algo similar ocurre con las subas en combustibles. De ahí que la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Faddeac) se apresurara a advertir que los últimos aumentos (atribuibles más al repunte del dólar que del petróleo) tendrán un impacto promedio de 1,8% en los costos de la actividad y pueden generar un traslado a las góndolas. La entidad recuerda además los incrementos en peajes y que todavía se negocia la paritaria con el gremio de camioneros (que reclama un ajuste de 27% frente a la oferta empresarial de 21%).

El Estudio Bein utilizó para su último informe mensual un título más que sugestivo: “Cómo cambiar precios relativos y no morir en el intento”. En este sentido, revela que entre noviembre de 2015 y mayo de 2017 los precios de los servicios regulados subieron 85% en dólares y todavía resta un 70% adicional para volver a los niveles previos a la salida de la Convertibilidad; mientras los precios de los bienes en dólares cayeron 3% y los de los servicios no regulados sólo 1,5%. A su vez, el salario real perdió 6% en términos reales en el 2016 y recuperaría algo más de la mitad este año.

El argumento es que, si tras el 40% de inflación del 2016 (motorizada por la devaluación y los ajustes tarifarios) todos los sectores buscan recuperar los precios y márgenes anteriores a través de la puja distributiva, la corrección de precios relativos no se produciría y sólo se terminaría en un nivel de inflación más alto.

Una de las conclusiones es que “la decisión de ajustar tarifas en un esquema semestral condena a la economía a mantener tasas de interés altas mientras dura el proceso. Igual que Sísifo con la piedra – agrega– cada vez que las tarifas dejan de impactar y baja la inflación el margen de la política monetaria para bajar las tasas de interés choca contra el próximo aumento en las tarifas seis meses después”.

A esto debe sumarse que, mientras las tarifas energéticas suben por encima de la inflación, la inercia inflacionaria previa se traslada a varios impuestos (como ocurre con Ganancias, IVA, Ingresos Brutos y Créditos y Débitos Bancarios), que repercuten en los precios de bienes y servicios y restan espacio a un repunte del consumo.

Por último, pero no menos importante, está el problema de la desigualdad en la distribución del ingreso.

Según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), casi 1 de cada 4 trabajadores percibe una remuneración mensual inferior al nuevo salario mínimo vital fijado por el Poder Ejecutivo, que pasará de los actuales $ 8.060 a
$ 10.000 en julio de 2018, cifra esta última que cubre el 68% del actual costo de la canasta básica total para que una familia tipo no caiga debajo de la línea de pobreza. Dentro de este universo, el 11% son asalariados privados registrados y el 89% restante se distribuye entre asalariados privados no registrados y cuentapropistas.

En el otro extremo de la estructura de ingresos, los sectores de mayor poder adquisitivo aprovecharon el dólar “planchado” de hasta hace pocas semanas para realizar viajes, turismo y compras en el exterior. En los últimos 18 meses hubo por este concepto un drenaje de 13.000 millones de dólares que, obviamente, también se restaron del consumo interno y afectaron a las ciudades de frontera. A tal punto que el gobierno debió extender las ventas con tarjeta de crédito en hasta 12 cuotas sin interés para contrarrestar las compras a precios más bajos en países vecinos como Chile, Paraguay y Bolivia, sin que las ventas domésticas recuperaran demasiado terreno.

El primer semestre del año cerró con una caída del 3% en las ventas minoristas. Hay expectativas por el cierre de paritarias y el aguinaldo, pero la suba de tarifas pone dudas.

Los fabricantes ya bromean con la espera del “cuarto semestre” aludiendo a una reactivación económica que no termina de reflejarse en góndolas y mostradores.

Datos

El primer semestre del año cerró con una caída del 3% en las ventas minoristas. Hay expectativas por el cierre de paritarias y el aguinaldo, pero la suba de tarifas pone dudas.
Los fabricantes ya bromean con la espera del “cuarto semestre” aludiendo a una reactivación económica que no termina de reflejarse en góndolas y mostradores.

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