Anillos caídos

A mí no se me caen los anillos” es una frase utilizada recurrentemente para significar que no resulta una deshonra hacer una acción determinada.

Dicho que, mal que le pese, no le cabe a buena parte de la dirigencia deportiva argentina, en vísperas de los próximos Juegos Olímpicos de Río.

En medio de una vergonzosa anarquía, con la Justicia golpeando a su puerta y tras una disputa de poder sin cuartel, la AFA no ha logrado que el equipo nacional de fútbol comience a entrenar, a un mes de la competencia.

Tan sólo diez jugadores han sido confirmados a la fecha y muchos clubes se resisten a ceder futbolistas, por no estar los
JJ. OO. dentro del calendario oficial de la FIFA. De tal suerte, Argentina se ve impedida de contar con Dybala, Funes Mori, Calleri, Batalla, Pavón y tiene enormes dificultades para que sean habilitados Mammana, Joaquín Correa y Lanzini.

Cuestión que ha llevado a que el técnico Gerardo Martino deba postergar el comienzo de las prácticas para el 11 de julio. Así el entrenador prueba de su propia medicina, al haber relegado cuestionablemente la cita olímpica en busca de la esquiva Copa América del Centenario.

Por su parte las Leonas, recientes ganadoras del Champions Trophy disputado en Londres, fueron a la Quinta presidencial de Olivos a pedir “asilo deportivo”, ante la resistencia que genera la permanencia de Aníbal Fernández en la conducción de la Confederación Argentina de Hockey. Ello, en medio de la detención de Ibar Pérez Corradi y la declaración del exprófugo Martín Lanatta, que sindica sin pelos en la lengua al exjefe de Gabinete como la cabeza de una organización mafiosa.

Situaciones vergonzosas que se agudizan con el descontento de los deportistas argentinos, al ver con incredulidad como la antorcha olímpica es llevada por las calles del estado de Paraná por una actriz como Calu Rivero sin antecedentes en la materia.

Para que la trama sea completa, el clamor popular para que Messi no abandone la selección ha sido largamente el tema más trillado de la semana. Dimisión que venía precedida de reclamos a la dirigencia por la desorganizada gira norteamericana.

La concatenación de hechos desnuda la inoperancia de parte de la dirigencia argentina. También el escaso interés que existe en el deporte, en su estado puro, cuando este se aparta del negocio.

Recordemos que Argentina es bicampeón olímpico de fútbol (Atenas 2004 y Beijing 2008). Sin embargo tales logros se minimizan y se repite una y otra vez que la selección mayor no ganó nada desde 1993.

El día más memorable que recuerde la historia del deporte de nuestro país para muchos –entre los que suscribo– fue el 28 de agosto de 2004, cuando Argentina en pocas horas fue campeón olímpico en fútbol, con gol de Tevez, y luego en Básquet, tras ganarle al Dream Team y en la final a Italia.

Sin embargo no tenemos la capacidad de dimensionarlo, cuando los mismos brasileños darían lo que no tienen por ver a su equipo por primera vez campeón olímpico en el estadio Maracaná. A tal punto que sería la única causa por la que la cadena Rede Globo suspendería la emisión de novelas, rito sagrado en el gigante sudamericano.

Los grandes errores de cálculo de buena parte de la dirigencia deportiva argentina repercuten luego en los resultados. Su pasmosa ajenidad con los valores del deporte, también.

Si algo caracteriza al deporte olímpico es su cuestionamiento al modelo de éxito cortoplacista. Los anillos olímpicos remiten a cientos de historias de esfuerzo y superación personal.

Frente a los Juegos de Río, nuestra principal carta sigue siendo el amor incondicional por la camiseta. De la dirigencia nombrada, sólo impericia ya que, razonándolo bien, hay que ser torpe para que se caigan los anillos.

* Abogado. Profesor nacional
de Educación Física.
Docente universitario

Frente a los juegos de Río, nuestra principal carta sigue siendo el amor incondicional por la camiseta. De la dirigencia nombrada, sólo impericia.