Barcelona: ¿máquina o carne y hueso?

Baile en París”, “Messi y el Barça humillados”, “Fin de ciclo”, fueron algunos de los impiadosos títulos con que la prensa europea destacó el triunfo por 4 a 0 del PSG sobre el Barcelona en octavos de final de la Champions League. Una condena inclemente para quien siempre ha pagado y dado propinas, por la misma medicina que esta vez debió digerir.

El parcial aún no cerrado pone en jaque la falsa creencia de que jugadores de este nivel deban responder en el campo de juego como máquinas. Una suerte de mecanismo de relojería, sin margen para el error.

Así se ha instalado una corriente que indica que en el deporte de elite ya no se piensa, sino simplemente se ejecuta. Esta máxima se escucha desde hace años en boca de entrenadores que entienden que en el deportista de alta competencia no hay margen para la toma de decisión.

Entre correr, esquivar, pasar o patear hay una respuesta mecánica aprehendida por repetición, que determina el acto a realizar en el momento indicado. Quienes así razonan sostienen que la velocidad actual del juego impide deshojar la margarita.

Un vértigo traccionado por un negocio que mueve cifras obscenas, en el que el principal actor –el jugador– tiene una vida útil limitada. De tal suerte, la lógica inversión-rendimiento, lleva a la búsqueda denodada de resultados dentro y fuera del rectángulo de juego.

A su vez, el crecimiento del producto fútbol busca sin tapujos captar nuevos mercados (Estados Unidos, China, Japón, Qatar) con públicos fuertemente digitalizados y consumistas. Un añorado perfil clientelar que ya cuenta con deportes favoritos y a los que habría que seducir para que el fútbol ingrese dentro de sus prioridades.

En dicha dirección se vislumbran dos mundiales cuanto menos insólitos. El más caluroso de la historia en Catar 2022 y el más superpoblado con 48 participantes para el 2026.

Con el mismo temperamento, y para no aburrir al potencial consumidor, se han presentado proyectos como el de Marco Van Basten para eliminar el offside o el de agrandar los arcos.

No en vano la final del Super Bowl, con la remontada de los New England Patriots sobre los Falcons semanas atrás, furor del consumo y show mediático, fue el gran espejo al que deberían mirar otros deportes con menor adrenalina, como el fútbol.

Frente a tal realidad, hay quienes consideran que el laboratorio es la solución de todos los problemas. Sin embargo, no alcanzan a justificar cómo los jugadores mejor rentados son precisamente los que se apartan de dicho libreto, los que improvisan y desafían con su creatividad el orden preestablecido.

Los cultores del “maquinismo deportivo” soslayan que no todas las personas responden de la misma manera al mismo estímulo. Incluso, un mismo individuo no responde siempre igual ante idéntica prueba.

Porque antes de responder se piensa en eso, por más breve que sea ese lapso de tiempo. Hay una memoria oculta y una visión rápida de lo que sucede alrededor que determinan la decisión. Los psicólogos llaman a ese momento “creencia”.

El rendimiento depende en parte de la fuerza de las creencias, que siempre están cambiando. Pueden cambiar positiva o negativamente. El modo en que uno responde depende de cómo la mente procesa esos estímulos, siendo clave la imagen que se tiene de sí mismo.

El pensamiento positivo es esencial para el desarrollo del sistema de creencias. Para poder dar lo mejor de uno hay que confiar en sí mismo, sentirse valioso. Tal sentimiento puede potenciar a un deportista por encima de su techo. Ello no implica que los movimientos no deban ser practicados, por el contrario, se deben ensayar en situaciones reales de juego, aunque atendiendo a la persona en su integridad (parte física, técnica, táctica y mental).

Aún cuando haya un marco de contención e insistencia, habrá algo que diferenciará a los Messi, los Tevez y los Maradona del resto de los mortales. Ello es el registro motriz que incorporaron con carácter indeleble en su edad de oro (8 a 13 años), cuando sin darse cuenta atesoraron gestos técnicos que los acompañarán por el resto de sus días.

No es casual que el tridente ofensivo del Barça, Messi, Suárez y Neymar Jr., provenga de Sudamérica, donde los potreros y pequeños clubes eran moneda corriente. Es esa raíz la que desequilibra los más sofisticados teoremas y a la que se debería volver si se quiere un fútbol vistoso.

Entender que estamos frente a seres humanos y no máquinas será fundamental para dimensionar el virtuosismo y la belleza estética que son capaces de generar. También para comprender con indulgencia la existencia del factor humano.

*Abogado, profesor nacional de Educación Física

Aún cuando haya un marco de contención e insistencia, habrá algo que diferenciará a los Messi, los Tevez y los Maradona del resto de los mortales.

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Aún cuando haya un marco de contención e insistencia, habrá algo que diferenciará a los Messi, los Tevez y los Maradona del resto de los mortales.

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