Cataluña y la ultraderecha

Al calor del conflicto político en Cataluña, la ultraderecha española está ganando visibilidad en las calles, generando el temor de que se haga fuerte en un país donde en las últimas décadas fue marginal, según varios analistas.

Después de desfilar en otras ciudades y protagonizar algunos incidentes violentos, este jueves, fiesta de la Hispanidad, se pudo ver en las calles de Barcelona a partidos como Falange Española (creada en los años 30 por inspiración del fascismo italiano), España 2000, Democracia Nacional o Vox, este último muy activo en querellas judiciales contra los independentistas catalanes.

Igualmente se hizo muy visible el grupo neonazi Hogar Social, que entre otras cosas reparte comida sólo para españoles y no para extranjeros.

Desde 1982, el Parlamento español no cuenta con ningún partido de derecha, a diferencia de otros países europeos como Francia, Holanda o Alemania. Sin embargo, algunos temen que esta opción salte de la calle a los salones de las instituciones si continúa el actual clima de tensión entre el gobierno central y el ejecutivo separatista de Carles Puigdemont.

“Cuanto más tiempo se mantenga la polarización y más dura sea la resolución del conflicto, mayor potencial hay para que estos grupos se organicen y tengan influencia política”, comentó el analista político Pablo Simón.

“Nunca había habido manifestaciones tan grandes con banderas de España, y eso es lo que aprovechan estos grupos para envalentonarse y crecer. Ahora están ganando visibilidad”, resume.

El historiador Xavier Casals, especialista de la extrema derecha, cree que de momento “no hay una marca capaz de capitalizar este desconcierto” de los ultranacionalistas ante el conflicto catalán. No obstante, puntualiza que “la situación en Cataluña evoluciona muy rápidamente, y se van creando escenarios imprevisibles y cambiantes”.

La extrema derecha española tiene una especificidad, que se ha activado de lleno con la crisis catalana, explica Jordi Borrás, autor de varios libros sobre la ultraderecha.

Y es que si en otros países su acicate está en la inmigración, “el catalizador de la extrema derecha española es el independentismo catalán, porque su obsesión principal es garantizar la unidad de España”, un mantra por cierto de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).

En nombre de esa defensa a ultranza de la unidad de España, varias de estas organizaciones hicieron saber en Barcelona su descontento con el presidente del gobierno Mariano Rajoy, al que consideran muy tibio.

“No quiero hablar con nadie, quiero que se aplique la ley que ellos no tienen cojones de aplicar”, dijo en una arenga Manuel Canduela, líder de Democracia Nacional, en alusión al gabinete conservador de Rajoy.

Acogiéndose al artículo 155 de la Constitución, el jefe del gobierno amenaza con suspender la autonomía catalana, si Puigdemont confirma que declaró la independencia de la región el martes pasado. Un paso que según estas organizaciones llega demasiado tarde.

“El artículo 155 de la Constitución se podía haber aplicado hace mucho tiempo”, declara a la AFP Melisa Ruiz, portavoz de Hogar Social.

Fiándose de las encuestas, el sociólogo Narciso Michavila apunta que se observa “un ascenso de partidos como Vox”, si bien “no llegan a tener un gran apoyo”.

A corto plazo, Michavila le ve poco recorrido a la ultraderecha española, porque según él falta un factor fundamental para que cuaje: la conjunción de “problemas con la inmigración, unidos a problemas de seguridad”.

Además, en España “la clase política nunca ha hecho de la inmigración un tema incendiario”, ni hay “nadie a nivel institucional metiendo dinero (en la ultraderecha) y echando leña al fuego”.

Sí cree en cambio que los líderes nacionalistas catalanes “han sembrado xenofobia respecto al resto de españoles”, con lemas como ‘España nos roba’, que acuñaron para popularizar su queja de que Cataluña aporta al Estado más dinero del que recibe. “Al final, los extremos se necesitan. Viven de esa radicalidad y de ese enfrentamiento”.


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