Colombia: el otro proceso de paz

La negociación en busca de un acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) cumplirá mañana un año en medio de un escenario de marcado escepticismo por los recientes ataques del grupo guerrillero, que llevaron al presidente, Juan Manuel Santos, a suspender las conversaciones.

La mesa de negociaciones fue instalada en Quito el 7 de febrero de 2017, aunque esa fecha también quedó en el recuerdo por las grandes dificultades para arrancar el diálogo, pues su inicio fue pospuesto varias veces desde el 2016 a raíz de la negativa del ELN a entregar a varios secuestrados.

Aunque el proceso de paz empezó con dificultades, el optimismo apareció pronto con un acuerdo sobre un alto el fuego y de hostilidades, el primero que el ELN pactaba con un gobierno desde su creación, en 1964.

En el caso del diálogo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que empezó en el 2012 y concluyó con la firma de la paz en el 2016, el cese del fuego fue pactado al final del proceso, por lo que el rápido avance en la disminución de la confrontación con el ELN fue considerado en su momento como esperanzador.

Los fusiles se silenciaron entre el 1 de octubre de 2017 y el pasado 9 de enero. Una prórroga del acuerdo se consideraba casi como un hecho porque las partes se habían mostrado dispuestas a ello de cara a la quinta ronda de negociaciones, que debía empezar el 8 de enero en la capital ecuatoriana.

Sin embargo, las dificultades empezaron cuando se pospuso para el 10 de enero el inicio de ese ciclo de conversaciones. Con la tregua finalizada y sin un acuerdo para extenderla, el ELN reanudó sus acciones violentas.

El 27 de enero el país se despertó con un atentado con explosivos contra una estación policial en Barranquilla, que dejó seis muertos y 40 heridos. Al día siguiente otros ataques similares contra comisarías dejaron dos policías muertos y siete heridos.

Santos tomó la decisión de suspender indefinidamente el inicio de la quinta ronda de negociaciones a raíz de un comunicado en el que el ELN se atribuyó el primer atentado en Barranquilla.

Aunque la decisión no fue romper las conversaciones, la actual coyuntura luce muy complicada para el futuro del proceso de paz, pues el ELN afirma que al no haber una tregua puede mantener sus ataques.

Además, Santos no tiene mucho margen de maniobra por la baja popularidad al final de su mandato, medida en varias encuestas, en un país que quedó polarizado entre quienes apoyaron o rechazaron el proceso de paz con las FARC.

A ese complejo panorama se suma la agitación política por las elecciones parlamentarias de marzo y las presidenciales de mayo.

Los colombianos están observando una campaña en la que unos candidatos apoyan el cumplimiento de los acuerdos con las FARC y piden reanudar el diálogo con el ELN y otros que dicen que el pacto con el primer grupo debe ser modificado unilateralmente y que en el caso del segundo es mejor cambiar el diálogo por la opción militar.

León Valencia, otrora dirigente del ELN y ahora un reputado analista político que dirige la Fundación Paz y Reconciliación, considera que los ataques de esa guerrilla dejan mal parado al gobierno en medio de la polarización y la actual etapa electoral.

“Es inexplicable. El ELN no ha entendido el momento del país. Esas acciones de terror en las ciudades lo que hacen es debilitar al presidente, quitarle margen de maniobra para hacerle concesiones a la guerrilla”, afirma Valencia.

Santos dice que observa una incoherencia entre las expresiones del ELN a favor de la paz y sus acciones violentas. En respuesta, el grupo guerrillero también le pide coherencia al gobierno porque el primer año del comienzo de la negociación se cumple con el diálogo suspendido. (DPA)


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