Credo de las madres y
los padres de adolescentes

Mirando al sur

Creo firmemente en que todas las decisiones relacionadas con la crianza de mi hijo o hija las he tomado porque en su momento pensé que eran las correctas, las mejores para él/ella. Es posible, sin embargo, que varias veces me haya equivocado. La vida no se detiene, no da tiempo a calcular opciones y variables. Creo también que llegado el momento mi hijo me reprochará cada decisión tomada, me culpará por cada error en su camino, cada piedra que no sepa esquivar, y él/ella o yo o ambos pasaremos el resto de nuestras vidas tratando esos temas en terapia, para felicidad del terapeuta.

Creo profundamente que en este adolescente que ahora tengo adelante, al que no puedo mirar a los ojos, como a las fieras que siempre están a punto de atacar; a quien no se me permite abrazar; que vive malhumorado, encerrado en sí mismo y conectado con todo el mundo menos conmigo, aún TIENE que sobrevivir (a menos que este inadaptado lo haya asesinado) el niño/niña hermoso, dulce, gracioso y comestible que fue hasta hace poco, y que me amaba (y me lo decía). Y que en ese mismo cuerpo se TIENE que estar gestando un/una joven maduro, estable, conversador, que disfrute de mi compañía, pida mi consejo y hasta me manifieste amor fraternal. Creo que llegará el día en que volverá a aceptar mi abrazo, y eso es lo que mantiene mi fe.

Creo sin ninguna duda que he criado, enseñado, inculcado con el ejemplo y conversado con mi hijo/hija todo lo necesario sobre drogas, alcohol, juego, embarazo adolescente, violencia, etc., de tal manera que pueda decir no a toda tentación. Creo que nuestro hogar se puede considerar un sitio seguro para hablar sobre todo y que no existen temas prohibidos. Creo sin embargo que no podré controlar lo que él/ella quiera probar o experimentar fuera de casa, y creo sin lugar a dudas de que si transgrede algo de todo eso lo mato. Y estará perfectamente justificado.

Creo que no hay recetas de éxito ni libro de crianza que tenga la justa. Creo que todos esos psicólogos que hablan de adolescencia jamás fueron padres de adolescentes. Creo que me encantaría encerrar en mi hogar a alguno de ellos con mi hijo o hija y cuatro o cinco de sus amigos durante un fin de semana de descontrol, tirar la llave e irme de viaje. A ver si vuelve a escribir lo mismo sobre límites y escuchas luego de esa experiencia traumática.

Creo con todo el corazón que mis padres no son los padres de mi hijo; mis hermanos o hermanas tampoco. Menos los padres de todos sus compañeros. Tampoco los docentes, profesores, terapeutas, directores, choferes de micros, almaceneros, señoras en cualquier cola, ni ningún otro adulto más que nosotros son padres de mis hijos. Creo por eso que puedo mandar a la miércoles todos esos consejos no solicitados y seguir haciendo lo que creo que debo hacer (recordar primer credo).

Creo que la escuela es el lugar de enseñanza y sociabilización más importante en la vida de cualquier adolescente. Sin embargo creo firmemente que mi hijo/hija y el 99,9% de los adolescentes han perdido la capacidad de mantenerse sentados, quietos y escuchando a una única persona durante varias horas al día, cada día hábil. Creo que si otro profesor vuelve a llamarme para contarme que mi hijo o hija “se distrae”, “conversa en clase”, “no atiende”, “parece disperso”, “se levanta de su banco sin permiso” o que realiza cualquier otra actividad similar no peligrosa para él/ella ni sus semejantes, un día, por fin, me pondré a gritar en el mismísimo colegio frente a todo el personal educativo, y posiblemente haga gala de cierto vocabulario que no deseo que mi hijo aprenda (aunque mucho lo he aprendido de él/ella).

Creo que ayudo a diario a mi hijo/hija a adquirir: fortaleza para enfrentar los problemas de la vida, inteligencia para tomar decisiones, valor para hacer lo que desea a pesar de los escollos, humildad para saber cuándo se ha equivocado y aprender de ello, calma para actuar frente a los contratiempos, honradez y ética para distinguir lo que está bien de lo que está mal, seguridad en sí mismo y amor propio. Si con todo eso no sale bien, ya no es mi problema.

Sugiero recitar este credo cada día al terminar la jornada, cuando usted sienta que no puede más, cuando se pregunte si esto de la maternidad/paternidad era lo suyo. También cuando lo/la espera a la madrugada, cuando envía mensajes a un celular que nunca responde, cuando le pasan por al lado sin percatarse de su existencia y, sobre todo, cuando le digan: “Vos no sabés nada”. Puede acompañar el credo con su bebida espirituosa preferida o su ansiolítico de receta. Recuerde: creemos que hicimos lo mejor, y creemos en ellos porque los amamos.

Sugiero recitar este credo cada día al terminar la jornada, cuando usted sienta que no puede más, cuando se pregunte si esto de la maternidad/paternidad era lo suyo.

Datos

Sugiero recitar este credo cada día al terminar la jornada, cuando usted sienta que no puede más, cuando se pregunte si esto de la maternidad/paternidad era lo suyo.

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