De eso no se habla

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Curioso. Diarios, radios y canales de TV dedicaron espacios enormes al veto que Boca impuso a Ricardo Centurión. Muchos de esos mismos medios casi ignoraron sin embargo el veto más grave que la Conmebol impuso a Daniel Angelici, presidente de Boca, vice de la AFA, acaso el hombre más poderoso hoy en el fútbol argentino. Tenían la excusa de que no había información oficial, como si jamás esos medios hubiesen publicado antes simples e incomprobables rumores. Ya no más excusas. El presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, rompió por fin el silencio. Admitió el veto sobre Angelici y se lavó las manos argumentando que la decisión fue tomada por una Comisión “independiente” de la Conmebol.
Podemos creerle o no. Dudo personalmente de esa independencia. Dudo también de quiénes y cómo se juzga la idoneidad de otro, especialmente cuando, guste o no ese dirigente, fue votado de modo soberano dentro de su propio país. Lo que llama la atención –o a esta altura no debería hacerlo– es el tratamiento tan diferente que han merecido los vetos hacia uno y hacia otro. El de Centurión fue tan brutal que un periodista habló de “carnicería mediática”. Más allá de Centurión, amigo de los desbordes, resultó fácil caerle encima, porque la historia le jugaba en contra. Y eso que el último y decisivo incidente careció de cualquier imagen, como sí había sucedido en los casos anteriores. La decisión mediática de darle espacio al caso Centurión se hizo evidente el martes al mediodía. El DT de la selección, Jorge Sampaoli, hablaba en conferencia de prensa y dos de los tres canales deportivos de nuestra TV lo ignoraron. Eligieron seguir hablando de Centurión.
No eludo el ruido del caso Centurión. Tampoco creo que, por tratarse de un incidente en un boliche, haya que mantener silencio. No me gustan los temas tabú. “En prensa –me dijo una vez un profesor sabio– no hay temas sucios, sino temas suciamente tratados”. Lo de Centurión, eso sí, me resultó más grosero por la comparación con el silencio sobre Angelici. ¿No debería acaso preocuparnos más que desde afuera se nos diga que nuestro dirigente más poderoso carece de idoneidad? ¿No debería una situación así obligarnos a revisar si eso afectará o no el reparto del poder dentro de la AFA? Acaso en la pregunta está la respuesta. Suele ser fácil moralizar ensañándonos con el eslabón más débil de la cadena. Y en eso, acaso sólo en eso, Centurión tiene razón.

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