Desiertos fundantes

Mirando al sur

El 22 de septiembre de 1866, las fuerzas combinadas de argentinos, brasileños y uruguayos fueron derrotadas en la fortaleza paraguaya de Curupaytí. Fue un fiasco sangriento, pero para la elite de la época, y para generaciones de militares argentinos, la Guerra del Paraguay (1864-1870) fue uno de los episodios fundantes de la nacionalidad, seguida poco después por la “Conquista del Desierto”, iniciada en 1879. La dirigencia argentina prolongó el linaje heroico de los “guerreros de la Independencia” en los campos de batalla paraguayos y en la Patagonia.

La historiadora estadounidense Drew Gilpin Faust escribió una obra fascinante acerca del impacto de la muerte en la conformación de la cultura política estadounidense. Allí sostiene que en Estados Unidos la matriz sangrienta de la Guerra de Secesión (1861-1865) unió para siempre las ideas de república y sacrificio. Es interesante extrapolar ese razonamiento a la consolidación del Estado nacional argentino: además del largo proceso de las guerras civiles locales, los argentinos nos encontraríamos con el exterminio de los pueblos originarios como momento fundante de la república. El modelo desde el que fue pensada la política desde las llamadas “presidencias históricas”. Un hilo invisible llegaría entonces desde las trincheras paraguayas, pasaría por los toldos arrasados, y llegaría al presente.

Lo señaló con provocativa claridad David Viñas en “Indios, ejército y frontera”, bajo la forma de una pregunta: “Quizá, los indios, ¿fueron los desaparecidos de 1879?”. Lo escribió en bastardilla, a sabiendas de que establecer una genealogía de la barbarie represiva bajo la máscara de la civilización podía sonar a herejía y esencialización. Pero a cambio de ese riesgo, Viñas nos desafió a pensar en el largo plazo, por encima de las urgencias. A imaginar la política y la historia en clave de procesos.

Esta herramienta analítica es central. Permite desmontar un peligroso y cortoplacista mecanismo conceptual. Cuando dentro de dos décadas miremos hacia este presente, nos daremos cuenta de que tuvimos el privilegio de vivir dos refundaciones en quince años. Pocos países se pueden dar el lujo de tanto. Pero quizás valga la pena pensar que, más allá de nuestras urgencias, los tiempos de los cambios históricos sean otros. Porque algo que nos caracteriza es la tendencia a reducir la infinita gama de colores disponibles para pintar nuestra aldea a sólo dos posibilidades. Una manía que nos lleva a simplificar las cosas. Es tanto más fácil tener sólo dos opciones, pero cómo se complica cuando intentamos acomodar la realidad a ese esquema.

El punto de mayor descenso en ese binarismo fue la dictadura cívico-militar. Previo al exterminio de una parte de la población, los que impulsaron el exterminio habían expulsado simbólicamente del cuerpo de la nación a quienes combatirían: eran el cáncer, la subversión. De haber podido, los habrían arrojado del otro lado del limes. Al desierto, extramuros de la civilización. Pero el desierto ya había sido conquistado. En realidad, llevó la idea al extremo, al negar la misma existencia de sus víctimas. Pasamos del desierto históricamente construido a una nada, porque ni siquiera se iba a poder recordar el nombre de las víctimas.

Esto fue así porque la comprensión de la política como dicotómica necesita siempre un otro al que negar y se refunda en diferentes pares antagónicos que cambian con el tiempo: civilizados y bárbaros, argentinos y antiargentinos, por ejemplo. Pero la matriz para entender la sociedad es la misma. Si pensamos en los argumentos de Viñas y Faust, entonces, entenderíamos por qué hace poco el ministro de Educación de la Nación se refirió a cambios educativos como una nueva “Conquista del Desierto”, sólo que sin la espada. El hilo invisible de una matriz cultural de los sectores dominantes argentinos se expresó nítidamente en esa comparación.

Es probable que el último proyecto de nación a largo plazo que vivimos los argentinos haya sido el de la dictadura cívico-militar. Aunque desde 1983 los sucedieron intentos refundacionales, ningún otro grupo en el poder planteó tan abiertamente su vocación de “reorganización” desde entonces ni logró llevarla a cabo con tanta profundidad. Todas las discusiones y disputas políticas posteriores a 1983 han girado en torno a la brutal reestructuración económica y social de la Argentina. Esa matriz no pudo ser cuestionada ni revertida, tan grande había sido su victoria. No hemos pensado formas de salir de ella. Discutimos cómo volver aceptables las consecuencias de esa pedagogía dictatorial.

Es imposible no preguntarse hasta dónde arrastramos las consecuencias de la represión estatal. No hemos podido pensar eficazmente por fuera de la lógica producida por la matanza, el miedo y la autorrepresión. La dictadura militar achicó el campo del pensamiento político posible. De la misma manera, tampoco hemos podido revertir el modelo de país de matriz especulativa y de exportaciones primarias que triunfó sobre el que todavía éramos hacia 1975.

Hoy vivimos en un país más parecido, en su configuración económica, al de 1890 que al de 1975. Y en el que el discurso “civilizatorio” encuentra caminos para reaparecer, desde el Estado, desde los medios. Aplicado a todos los temas del presente, aplasta la imaginación creativa del futuro.

Nos caracteriza la tendencia a reducir la infinita gama de colores disponibles para pintar nuestra aldea a sólo dos posibilidades. Una manía que nos lleva a simplificar las cosas.

Es un país más parecido en su configuración económica al de 1890 que al de 1975. En el que el discurso civilizatorio encuentra caminos para reaparecer, desde el Estado y los medios.

Datos

Nos caracteriza la tendencia a reducir la infinita gama de colores disponibles para pintar nuestra aldea a sólo dos posibilidades. Una manía que nos lleva a simplificar las cosas.
Es un país más parecido en su configuración económica al de 1890 que al de 1975. En el que el discurso civilizatorio encuentra caminos para reaparecer, desde el Estado y los medios.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios