Educación a favor de la seguridad

Por Debora Schapira*

En Argentina de cada dos estudiantes que ingresan al ciclo secundario en el primer año uno no finaliza sus estudios en el período establecido. Según datos de la Unesco el país tiene tasas muy altas y ocupa el puesto 11 sobre 13 países de América Latina. En Chile, Perú y Uruguay finalizan el 70%, en cambio en la Unión Europea la media comunitaria de abandono prematuro es de 12%.

Si bien es cierto que existen múltiples causas, la pedagogía, lo curricular, la formación docente, hay además factores de índole socioeconómico como la pobreza, migración poblacional, desintegración familiar y embarazo adolescente que inciden en el fenómeno.

La consecuencia más importante de la deserción es que estos jóvenes migrarán en su mayoría al mercado laboral sin la formación adecuada, accediendo a puestos de trabajo sin calificación, y difícilmente regresen al sistema educativo. De este modo el impacto importante del fracaso escolar es que puede derivar luego en desempleo y marginalidad, y convertirse así en la antesala de la violencia y la inseguridad urbana. En nuestro país uno de cada cinco chicos de entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja, son los denominados jóvenes “ni-ni”.

Existen opiniones contrapuestas entre los diversos actores sociales acerca del rol que debe cumplir la escuela media, sus objetivos y su naturaleza. Una tensión es la que opone la función institucional escolar genuina –la enseñanza– a la de contención o inclusión social.

Sin ánimo de cargar las tintas de la responsabilidad de todos los fenómenos sociales a la educación, lo cierto es que, como agente de socialización –en la actualidad no es el único–, la escuela es el ámbito donde el intercambio, el diálogo, la escucha activa, la formación ciudadana, el respeto por lo diferente y la forma pacífica de resolución de conflictos acontece.

Desde la política pública existen diversas estrategias de intervención educativa para prevenir la violencia y reducir el abandono, entre ellas los denominados programas de apoyo económico a la oferta educativa. Consiste en la realización de actividades extracurriculares (con el acompañamiento de tutores) que motiven a los jóvenes: juegos, gimnasia, fútbol, informática, talleres de carpintería, de tornería, radio, teatro y producción audiovisual. De esta manera el vínculo con la institución escolar se fortalece y los padres sostienen que “alejan a los chicos de la calle”.

Un ejemplo de ello han sido las innovaciones en materia de robótica de la Escuela Técnica Nº 4 de San Juan, las escuelas de Neuquén del Centro Provincial de Educación Media Nº 49 (la producción escolar y nuestra comunidad) y la escuela CPEM Nº 55 de Plottier (niños por el medio ambiente) entre otras iniciativas provinciales, cuyos equipos docentes fueron distinguidos recientemente con el premio Maestros Argentinos por el presidente Mauricio Macri y el ministro Esteban Bullrich.

Como balance, la experiencia ha permitido motivar a los chicos y disminuir la repitencia y el abandono, sostienen los directivos docentes.

Al aula no se le puede pedir más, pero tampoco menos. Después de la familia es el principal ámbito de socialización, se deben proveer medidas para que los chicos progresen en la sociedad y estén aptos para el trabajo y la vida.

*Posgrado de Especialización en Políticas Educativas, Universidad Torcuato Di Tella

El impacto del fracaso escolar es que puede derivar en desempleo y marginalidad, y convertirse así en la antesala de la violencia y la inseguridad.

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El impacto del fracaso escolar es que puede derivar en desempleo y marginalidad, y convertirse así en la antesala de la violencia y la inseguridad.

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