El macrismo tiene el viento en popa

Mirando al sur

Con rapidez sorprendente, está consolidándose la impresión de que los candidatos de Cambiemos podrían imponerse en las elecciones del 23 de octubre por márgenes muy superiores a los previstos en vísperas de las PASO de hace menos de cinco semanas. Los hay que vaticinan que, en la Provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich logre aventajar a Cristina por ocho puntos o más, lo que a buen seguro pondría fin a la aventura política de la expresidenta.

Felizmente para Mauricio Macri, la tan demorada recuperación económica comenzó a hacerse sentir justo cuando la campaña se reanudaba luego de una breve pausa. Como resultado, sus adversarios se han visto privados de lo que creían sería su carta de triunfo: la presunta incapacidad del “gobierno de los CEO” de manejar la economía con eficiencia.

Los más perjudicados han sido los peronistas. Cristina apostó a que la mayoría pronto repudiaría a “la dictadura neoliberal” macrista por suponerlo culpable de hambrear al pueblo, para entonces obligar a su jefe a huir en helicóptero para no caer en manos de una turba enfurecida. De manera menos enfática, compartieron tal actitud Sergio Massa y Florencio Randazzo; los dos se habían acostumbrado a hablar como si a su juicio sería maravillosamente fácil solucionar todos los problemas económicos del país.

Suponían que a Macri le esperaría un destino similar a los de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Confiaban en que, una vez más, el fracaso de un mandatario no peronista sería más que suficiente como para restaurar lo que para ellos es la normalidad al permitir que un compañero se instalara en la Casa Rosada.

Dijo en una oportunidad el mismísimo Juan Domingo Perón: “No es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores”. Es que, cuando disfrutan del poder, los peronistas se las arreglan para que sus eventuales sucesores reciban una herencia sumamente complicada en que las expectativas al parecer razonables de la gente no guardan relación alguna con los recursos económicos disponibles.

En la fase final de la gestión de Cristina, algunos funcionarios ni siquiera procuraban ocultar lo que se habían propuesto; estaban armando una “bomba” que, susurraban, estallaría en manos del próximo gobierno aun cuando lo encabezara el compañero Daniel Scioli, lo que facilitaría el regreso al poder de la señora y sus incondicionales.

Era una variante insólitamente explícita de una estrategia ya tradicional; los peronistas han aprendido a dar por descontado que, por motivos políticos y sociales, los “intrusos” que esporádicamente los reemplazarían no podrían tomar las medidas necesarias para sanear las cuentas nacionales, de suerte que, andando el tiempo, caerían víctimas de una crisis económica tremenda. Con la excepción parcial y, por desgracia, pasajera, de los menemistas, tampoco consiguieron los peronistas cuadrar el círculo que ellos mismos habían dibujado, pero atribuyeron sus propios fracasos a la maldad del mundo para entonces dejar que sus enemigos se encargaran del trabajo sucio resultante.

Para que esta triste historia cíclica no se repita, el gobierno macrista tendría que encontrar la forma de reconciliar las expectativas de la gente con la realidad. A juzgar por las encuestas más recientes, lo está logrando. Lo ayuda el hecho de que, después de más de medio siglo de frustraciones, la sociedad sea menos exigente de lo que era y, de todos modos, una política “gradualista” basada en el endeudamiento le ha ahorrado la necesidad de aplicar un “ajuste” despiadado.

Se trata de un esquema arriesgado. A menos que la economía se haga mucho más productiva en los años próximos, todo podría desplomarse al adquirir la deuda un peso insoportable, como ha sucedido tantas veces en el pasado. Aunque parecería que, hasta ahora por lo menos, la estrategia elegida por el macrismo ha funcionado bastante bien, las dificultades sobrevendrán cuando intente llevar a cabo reformas drásticas que se verán resistidas por los muchos que temen al cambio porque podrían estar entre los perdedores.

Si bien Macri ocupa un lugar cercano al lado derecho en los viejos mapas ideológicos que siguen usándose, dista de ser un “conservador”. A diferencia de sus muchos adversarios que sí se aferran al statu quo, está resuelto a dejarlo atrás con la esperanza de que la mayoría, que presuntamente está harta de vivir en una sociedad en que los fracasos colectivos son rutinarios, opte por acompañarlo en el viaje hacia un futuro acaso impreciso pero que, a su entender y el de muchos otros, sería más promisorio.

A menos que la economía se haga mucho más productiva en los años próximos, todo podría desplomarse al adquirir la deuda un peso insoportable.

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A menos que la economía se haga mucho más productiva en los años próximos, todo podría desplomarse al adquirir la deuda un peso insoportable.

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