El Museo Afroamericano y las heridas abiertas en EE. UU.

Bolsos, bolsos, vendo bolsos con el museo de un lado y la foto de la familia del otro…”, gritaba el hombre a viva voz. Ese domingo era un día para celebrar. Recién comenzaba el otoño, pero el calor sofocante de la siesta parecía no dar tregua al verano. El vendedor de bolsos estaba, como otros tantos, en una de las esquinas de Constitution Avenue y la calle 14 de Washington DC, donde en menos de cuatro años se construyó el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana. Cuando ese hombre, de piel oscura, hablaba de “la familia”, mostraba un retrato de los Obama. Quizás, para él, la única familia presidencial a la que reconocía como “familia”.

Hace un año, a pocos meses de concluir su mandato, Barack Obama inauguraba, en el National Mall, el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana. Una inmensa corona de aluminio color bronce que mira al norte, hacia la Casa Blanca; al este, al Capitolio, y entre el sur y el oeste, a los monumentos de los grandes hombres que hicieron la patria: George Washington, Abraham Lincoln, Thomas Jefferson y Martin Luther King Jr.

Aquel día, en el que se cumplió un sueño centenario, controversial y postergado, Obama apostó a una frase que dejaba traslucir causas pendientes. “Espero que este museo sirva para que hablemos entre nosotros, y lo importante es que podamos escucharnos; pero más importante aún es que podamos mirarnos entre nosotros”. Palabras que reverberan como un destino inevitable, con sus marchas y contramarchas. Esas que durante el último año abrieron grietas y empujaron a encrespados debates y divisiones. Construido sobre el terreno que hace dos siglos era una plantación de esclavos, el Museo apela a la memoria colectiva y a la conciencia de una nación amenazada por revisionismos y ajustes de cuentas, que tuvieron en agosto una irrupción violenta en Charlottesville, pequeña ciudad universitaria en el estado sureño de Virginia. Todo comenzó con una marcha para evitar que sacaran una estatua del general Robert E. Lee. El comandante del Ejército Confederado en la Guerra Civil hoy se ha convertido en el emblema de la disputa entre los que creen que las plazas y las calles que ostentan su nombre no son más que símbolos anacrónicos que celebran el racismo y el legado esclavista, frente a otros que lo consideran una señal de identidad histórica.

Es en este escenario político que el museo más comprensivo de la historia afroamericana fue visitado a lo largo del año por más de dos millones y medio de personas –un promedio de ocho mil por día–, incluido el presidente Donald Trump. El mismo ofrece una visión amplia y profunda de la historia del país, y ayuda a dar contexto a los actuales debates sobre la esclavitud y la discriminación racial, que se desarrollan más allá de sus paredes.

Desde las sombras hasta la luz, desde el pasado hacia el presente, al entrar se desciende hasta el siglo XV, cuando decenas de barcos esperaban en puertos de África para llevar los esclavos hasta América. En galerías subterráneas, oscuras y opresivas, la muestra narra una de las etapas más dolorosas y desgarradoras de un país, que llegó a contar con cuatro millones de esclavos –el 20% de su población– cuatro siglos después.

En los pisos superiores siguen las batallas por la libertad, la emancipación, la segregación, la lucha por los derechos civiles, las guerras, el arte y el deporte.

La semana del 24 de septiembre trajo festejos, homenajes, recordatorios. En esa misma semana, y casi por coincidencia, se cumplieron también los 60 años de uno de los eventos más importantes del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos: “Little Rock Nine”. Símbolo indiscutible de la resistencia. Allí, en la ciudad de Little Rock, Arkansas, en septiembre de 1957, nueve estudiantes decidieron asistir a las clases de Little Rock Central High School a pesar de que el gobernador, Orval Faubus, les había negado el acceso.

Al llegar a la puerta de la escuela, los adolescentes afroamericanos fueron amenazados, perseguidos y encarcelados por la Guardia Nacional. Fue el presidente Dwight Eisenhower quien intercedió en el conflicto amparado en la decisión de la Corte Suprema de Justicia que, en 1954, consideró que la separación de escuelas por raza negaba la igualdad de oportunidades educativas (Brown C. contra Consejo de Educación). Al poco tiempo los jóvenes regresaron a las aulas.

Los sobrevivientes de esa desigual batalla recordaron, con lágrimas, dolor y orgullo, aquellos días de oscuridad el mismo 26 de septiembre de 2017, en el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana. Ese espacio donde el pasado se funde con un futuro en el que todavía quedan heridas por cerrar.

*Diplomático

Ofrece una visión amplia y profunda de la historia del país y ayuda a dar contexto a los actuales debates sobre la esclavitud y la discriminación racial, más allá de sus paredes.

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Ofrece una visión amplia y profunda de la historia del país y ayuda a dar contexto a los actuales debates sobre la esclavitud y la discriminación racial, más allá de sus paredes.

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