El “no” de Chile a Maduro

El totalitario presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sabe perfectamente bien que hoy el “bolivarianismo” perdería, inevitablemente, cualquier elección libre que se realice en ese país. Ocurre que el desastre social y económico que ha generado es de tal magnitud que su grave incapacidad de gestión es absolutamente evidente. A lo que ciertamente cabe agregar el feroz cercenamiento de los derechos humanos y libertades civiles y políticas del pueblo venezolano, que es algo imposible de aplaudir.

Hoy Nicolás Maduro trata desesperadamente de ganar tiempo.

Para lo cual simula una intención de encontrar una “salida” a la crisis a través del “diálogo”, con lo que colaboran algunos de sus notorios corifeos externos.

La oposición se ha negado a la alternativa propuesta con toda razón, supeditándola a que previamente exista una “agenda concreta”, que obviamente debe incluir, sí o sí, un calendario electoral garantizado.

Para que así sea el pueblo venezolano el que decida su propio futuro y no la gavilla “bolivariana” que hoy detenta el poder, de la mano de los militares, que están cada vez más envueltos en un tufillo denso y opaco de narcotráfico, sumamente preocupante.

Para seguir tirando la pelota afuera, Nicolás Maduro gasta tiempo tratando presuntamente de conformar un grupo de países amigos, presuntamente “facilitador” de ese proceso de diálogo.

Ha invitado de inicio a participar en ese grupo a algunos de sus aliados totalitarios de la región, como son: la Bolivia de Evo Morales, la Nicaragua de Daniel Ortega y la República Dominicana, cuyo gobierno tiene evidente simpatía por el marxismo. Grupo al que trata de sumar a otros países, con aspecto más independiente.

Excluyendo a la Argentina de Mauricio Macri, que siempre procura hablar claro. Ha invitado entonces a México y a Chile, por ahora.

La reacción chilena ante esto es destacable.

Está “dispuesto a ayudar”, pero no a ser “usado”. Así lo exterioriza con meridiana claridad el canciller del país trasandino, Heraldo Muñoz, que sostiene que no se quiere un diálogo “simbólico”, sino uno “concreto, que lleve a resultados reales”, o sea “a una salida democrática y al restablecimiento de la democracia”, que Venezuela ha “quebrantado”, como consecuencia de los ardides y políticas de Nicolás Maduro.

Por eso Chile ha dicho que antes de iniciar su posible cometido debe estar sobre la mesa una agenda concreta, acordada entre las dos partes.

Decisión que obviamente cabe aplaudir, por ser efectivamente la correcta. No es hora de ser cómplices de más engaños de un Nicolás Maduro cuya mañosa conducta hasta ahora le ha quitado toda credibilidad y que sólo parece pretender, una vez más, ganar tiempo disparando siempre hacia adelante. Postergando el regreso a la democracia en la que no cree.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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