El peronismo frente a su destino

Mirando al sur

A los peronistas les gusta jactarse de la “vocación de poder” descomunal que siempre ha sido una de las características más notables y, a juzgar por lo ocurrido a partir de 1945, más ventajosas de un movimiento que, luego de una serie de mutaciones, carece de bases ideológicas firmes. Es gracias a los beneficios de diverso tipo que suelen acompañar el poder que tantos políticos, sindicalistas y jueces vinculados con el peronismo han logrado esquivar el impacto de las calamidades socioeconómicas que ellos mismos han contribuido a provocar.

Puede comprenderse, pues, lo incómodo que a muchos les es hallarse en el llano y, peor aún, ser informados por quienes auscultan la opinión pública que lo que la gente quiere hoy en día es que la oposición actúe de manera responsable. Será por tal motivo que, por ahora, el compañero más influyente es el senador Miguel Ángel Pichetto, un representante cabal del ala moderada de un movimiento político que es mundialmente célebre por sus extravagancias.

Para complicar todavía más la situación en que se encuentran, las elecciones legislativas del mes pasado los dejaron sin un líder que presuntamente sea capaz de devolverles el poder perdido. Retrocedieron Cristina de Kirchner, Sergio Massa, Florencio Randazzo, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, mientras que de Daniel Scioli sería mejor no hablar.

Si bien lograron mantenerse en pie Sergio Uñac, Gildo Insfrán y los Rodríguez Saá, pocos creen que tales personajes estén en condiciones de protagonizar una eventual restauración peronista.

Parecería que de resultas del revés que sufrieron el 22 de octubre, son cada vez más los peronistas que se han resignado a que Macri sea reelegido en 2019 y que, en 2023, llegue el turno de María Eugenia Vidal, Marcos Peña u Horacio Rodríguez Larreta.

Como es natural, temen por la supervivencia de un movimiento que, para prosperar, necesita contar con un caudillo más o menos carismático que sepa bajar línea, como corresponde en una agrupación verticalista. Para ahorrarse el destino triste que algunos auguran, tendrían que ofrecer una alternativa claramente viable a Cambiemos, lo que no les será tan sencillo si el electorado les pide responsabilidad.

Macri ha aprovechado la dosis de oxigeno que acaba de recibir para modificar el debate político.

Lo hizo al convencer a los gobernadores peronistas de la importancia de reducir el ya crónico déficit fiscal, o sea, de abandonar por una vez la ficción de que en la Argentina ajustar es un crimen de lesa humanidad.

Puesto que la estrategia tradicional del peronismo opositor consiste precisamente en negarse a tolerar que un gobierno “gorila” intente manejar la economía con un mínimo de realismo, se trata de un cambio que, si resulta ser algo más que un capricho pasajero, haría aún más problemático el futuro del movimiento que domina el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Aquí, el peronismo encarna lo viejo, pero en otras partes del planeta la rebelión contra la lógica subyacente en el orden socioeconómico democrático y capitalista de la que es una manifestación está cobrando fuerza.

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, del Brexit en el Reino Unido y el auge de partidos calificados de “ultraderechistas” en muchas partes de Europa pueden atribuirse a impulsos muy parecidos a los que durante generaciones hicieron del peronismo un movimiento emotivamente hegemónico, un “sentimiento” difuso que atraería a los disconformes con el rumbo emprendido por el resto del mundo.

Pudo hacerlo merced a la convicción de que, por ser la Argentina un “país rico”, debería poder solucionar sus problemas socioeconómicos redistribuyendo los recursos disponibles sin perder el tiempo preocupándose por la eficiencia u otros temas extranjerizantes.

Últimamente, muchos norteamericanos y europeos han adoptado versiones del mismo principio; suponen que los problemas económicos de las sociedades en que viven se deben casi exclusivamente al compromiso, para ellos inexplicable, del gobierno local con “la austeridad”.

La depauperación de la tercera parte de la población, más la conciencia de que a menos que el país rompa con los esquemas que la posibilitaron millones más podrían caer en la miseria, están detrás de la consolidación muy rápida de Cambiemos, que ya está presente en todos los distritos del país.

Para el resto del mundo, lo que le sucedió a la Argentina por dejarse cautivar por el canto de sirena del populismo facilista debería servir de advertencia, pero parecería que los únicos dispuestos a prestarle atención son los argentinos mismos.

La depauperación de un tercio de la población, más la conciencia de que si no se rompen los esquemas que la causaron se agravará, están detrás del triunfo de Cambiemos.

Datos

La depauperación de un tercio de la población, más la conciencia de que si no se rompen los esquemas que la causaron se agravará, están detrás del triunfo de Cambiemos.

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