El populismo norteamericano

La clara erosión del liderazgo norteamericano en el mundo es, en gran medida, atribuible al fenómeno del populismo que se ha instalado en su escenario político, personificado por Donald Trump.

Ese fenómeno, que puede ser tanto de derecha como de izquierda, aparece –y se mantiene– cuando hay falta de confianza, fragilidad económica y alta desigualdad. También ocurre cuando se siente presión inmigratoria de un nivel y características tales que algunos comienzan a creer que ella afecta directamente a su propia identidad distintiva, la de la nación a la que pertenecen, desfigurándola. O surge, asimismo, cuando las sociedades se sumergen y permanecen en una suerte de proceso de envejecimiento general progresivo. Todo lo que genera resentimientos profundos, que retroalimentan el populismo.

A lo que cabe agregar que el populismo se alimenta normalmente de mentiras, de medias verdades y de resentimientos y exageraciones. Así como de simplificaciones groseras. Como las que algunos conocidos y hábiles desprestigiadores difunden desde las columnas del diario “Página 12”. A ellas hay que salirles al paso, desde la razón. Porque, de lo contrario, generan un clima de cuestionamiento de todo y, por ende, de malsana ansiedad.

El populismo conduce a la adopción de medidas con frecuencia irresponsables y erosiona las instituciones políticas y sociales. Además, lastima el plexo social y, peor, empuja hacia la xenofobia, y desde ésta al autoritarismo.

Por ello afecta a las democracias estables, que son incompatibles con la división profunda entre “amigos y enemigos” que genera el populismo. De allí a perjudicar la gobernabilidad hay tan sólo un corto paso. Muy tenue.

Por ello el clima de inestabilidad política y social, que es una de las consecuencias frecuentes y ostensibles del populismo.

El populismo siembra desconfianza respecto de instituciones de gran importancia social, como son la justicia, el periodismo y los medios de comunicación, la burocracia y todo lo que se parezca al orden o a la disciplina fiscal.

Desde la crisis económica mundial del 2008, el mapa del mundo se ha llenado de populismo. Esto es de desconfianza y de recelos. Por eso el ascenso –tan vertiginoso, como sorprendente– de Donald Trump y la lamentable realidad británica que hoy se exterioriza en el llamado Brexit.

Esos fenómenos son, en su amplia mayoría, expresión de una ola de desconfianza cultural, sumada a la declinación económica real de las clases medias de los países desarrollados que derivara de la mencionada crisis del 2008.

El populismo ha dañado severamente la confianza pública y hasta la legitimidad misma de las elites políticas y empresarias. Porque, como hemos dicho, combina la desconfianza cultural con la declinación económica de la clase media baja y de la clase trabajadora.

El populismo está generando líderes presuntamente carismáticos, cuyos seguidores son mayoritariamente adultos blancos, de bajo nivel educativo, que se resisten a los cambios culturales, a los flujos inmigratorios y a muchos de los cambios en las costumbres y estilo de vida consecuencia del crecimiento económico, a los que no están acostumbrados.

Pero, lejos de apoderarse fácilmente del escenario, el populismo está también generando reacciones inesperadas. Como es, por ejemplo, el caso de la aparición de Emmanuel Macron, en Francia, que articula un mensaje de esperanza y alimenta los esfuerzos del sector privado. Y que, además, propone reformas postergadas y eliminar de cuajo los obstáculos paralizantes que han minado el crecimiento económico, como sucede con muchas de las prácticas laborales que, por su falta de razonabilidad, restringen el empleo y la creación de nuevos puestos de trabajo. Perjudicando especialmente a los jóvenes. O con algunos procesos administrativos que suponen una pérdida innecesaria –y además cara– de tiempo y dinero. En estas cosas es necesario concentrar la atención para poder construir soluciones duraderas.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

Esos fenómenos son, en su amplia mayoría, expresión de una ola de desconfianza cultural, sumada a la declinación económica real de las clases medias.

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Esos fenómenos son, en su amplia mayoría, expresión de una ola de desconfianza cultural, sumada a la declinación económica real de las clases medias.

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