El valor del dinero

CARLOS ALBERTO SALGUERO (*)

Los problemas monetarios constituyen el interés recurrente por parte de los economistas, desde el nacimiento mismo de la ciencia que compete a esta parte del conocimiento. Sin embargo, pese a todos estos años y a las reiteradas y aun a veces trágicas crisis, con origen en desequilibrios monetarios, el concepto y las funciones del dinero siguen siendo de difícil comprensión. Los acontecimientos políticos recientes dan cuenta que los gobernantes argentinos son, quizás en los tiempos que corren, uno de los participantes peor entendidos del concierto global, en este aspecto. Desde la conducción económica se afirma que la expansión monetaria del peso no es inflacionaria y, sujeto al argumento análogo en que se funda la expansión monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos, concluye: la emisión no es la causa del incremento de precios. En verdad, debe hacerse saber a las autoridades que el valor del dinero, como el de cualquier otro bien, depende de su utilidad marginal. Si la utilidad marginal del dinero sube, entonces, el poder adquisitivo del mismo se incrementa y, en consecuencia, con las mismas unidades monetarias se puede adquirir un mayor número de bienes. Es decir, si se aplica el término “valor” al dinero, bajo esta perspectiva, se quiere expresar que el precio de la mayoría de los bienes tiende a cambiar, predominantemente, a la baja a lo largo del período analizado. En caso contrario, el procedimiento se invierte. No obstante, nobleza obliga, razones de justicia exigen reconocer la idea de un fuerte incremento en la emisión, tanto de pesos como de dólares, realizados por parte de los respectivos bancos centrales enunciados. Esclarecer por qué en similares condiciones monetarias (según las autoridades argentinas) el dólar es fuertemente valorado frente al alicaído y escarpado equivalente doméstico, o peso argentino, implica ahondar en el concepto ya aludido. Un precio es un tipo de cambio y significa la cantidad de unidades de una mercancía que hay que entregar para comprar una unidad de otra. Todos los bienes tienen un precio respecto de otros: un peso equivale a x unidades de dólar, y viceversa. El poder adquisitivo del dinero se mantiene estable cuando su oferta y demanda se mueven en la misma dirección, sentido y magnitud. Así, se facilita el intercambio en forma eficiente, puesto que para que ello se produzca es necesario que la oferta de dinero varíe en la misma cuantía que la demanda de dinero. Interceder por la elasticidad de la oferta y la estabilidad del valor del dinero es un problema a resolverse mediante la regulación de la cantidad de moneda, para preservar, de manera estable, el valor del dinero en términos de bienes. En ocasiones se producen desajustes en la estabilidad del poder adquisitivo del dinero. Es la oferta la que debe acompañar a la demanda de dinero y no la demanda quien debe adecuarse a la oferta. El caso del dinero en nada difiere del de los demás bienes y servicios. Un exceso de oferta significará un mayor stock nominal de billetes y monedas, para adquirir la misma cantidad de bienes. Es decir, una pérdida del poder adquisitivo. Dicho de otro modo: si la oferta monetaria crece más rápido que la demanda, entonces los precios tienden a aumentar y el poder adquisitivo, a caer. Ahora bien, con el propósito mencionado de cotejar vis a vis dólares y pesos, no es menos cierto que ambos signos monetarios presentan profundas diferencias. En particular, se debe referir a las condiciones jurídicas, políticas y económicas que subyacen en las instituciones de ambos países. Pero la diferencia esencial estriba, como se ha dicho, en la utilidad marginal de los signos tratados. La Reserva Federal, bajo la inspiración de ideas keynesianas, implementó los programas quantitative easing 1, 2 y 3 (tomadas en los últimos años para afrontar la reciente crisis) mediante la compra de títulos valores con el fin de bajar la tasa de interés, incluso a largo plazo, y saciar los deseos de mantener depósitos. Sin embargo, no se ha alcanzado el impacto esperado en la inversión y los bancos han acumulado reservas excedentes récord en la Reserva Federal. Es decir, creció muy fuerte el atesoramiento. Por otra parte la gran demanda de dólares por déficits de cuenta corriente, como moneda hegemónica, se ha canalizado hacia las reservas de otros bancos centrales como, por ejemplo, el Banco Central de China que acumula 3,4 billones de dólares. Así, el impacto de la emisión sobre los precios domésticos ha sido atemperada y, en consecuencia, la utilidad marginal del dinero para transacciones ha sido levemente ajustada a la baja. Aunque el riesgo sistémico se ha incrementado. Por su parte, analizar el proceso expansivo del peso argentino presenta, con respecto a la divisa del norte, una única similitud, justamente la expansión. No obstante, a diferencia de la otra moneda, el atesoramiento ha caído estrepitosamente, incluso, para aquellos que debemos utilizarla en el curso forzoso de las operaciones corrientes. El crecimiento exacerbado de los pesos ha dado como resultado una pauperización del valor de la divisa local lo que ha redundado en un vertiginoso proceso inflacionario. Aquellos países que echan mano del efecto inflacionario, se verán obligados a suspender dichas prácticas en pos de mantener estable el valor de su moneda. De lo contrario, la bancarrota será el fin inevitable. Si los países se comprometieran a no obstaculizar en manera alguna el libre comercio dentro de sus territorios de las monedas de cada país, se conduciría a la supresión de todo tipo de control de cambios y de regulación del movimiento de dinero en estos países, como asimismo a la plena libertad de utilizar cualquiera de estas monedas tanto en las operaciones como en la registración contable de las mismas. Tan pronto como el público se habituara con estas prácticas, habría inmediatos efectos contra la desviación de suministrar buen dinero y su desplazamiento hacia monedas de mejor calidad. (*) Doctor en Economía. Profesor Titular Ucalp


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