En qué mundo estamos

En la realidad política actual, elaborada a través de consignas que consumimos como una hamburguesa sin digerir, parecería que la vuelta al mundo a los países “normales” ya está aquí, preocupación por cierto que ocupa sólo algunos sectores del país.

Volver al mundo entonces ha significado hasta la fecha, dado los hechos evidentes que refleja la realidad: endeudarse glotonamente, debilitar nuestra participación en el Mercosur y otros organismos latinoamericanos, mejorar las relaciones con países europeos, entre ellos Inglaterra. Por cierto, abrirnos las importaciones como mecanismo de desaceleramiento de la inflación, golpeando la industria y el consumo.

La relación con los EE. UU. –eje central de ese mundo al que se pretende volver– no ha estado exenta de limitaciones en el orden económico.

Si bien el endeudarnos en dólares –materia de primer grado para todo país que se precie de dependiente de la exportación de materias primas– ha resultado el principal túnel de ingreso de la vuelta al mundo, el freno a las importaciones de limones por 60 días evidenció la política fuertemente proteccionista que atraviesa al país del norte. Ello unido a la orden ejecutiva Nº 27 que impone más controles en el proceso de otorgamiento de visas para los argentinos. Por otro lado hemos sufrido presiones de la industria productora de biodiésel estadounidense que busca bloquear la continuidad del ingreso del biocombustible argentino, que ha solicitado al Departamento de Comercio y a la Comisión de Comercio Internacional EE. UU. la imposición de derechos antidumping y compensatorios contra las exportaciones de biodiésel provenientes de nuestro país.

Se trata del principal producto de exportación hacia los EE. UU., a pesar de que la balanza comercial en el 2016 fue deficitaria para la Argentina en cerca de 2.200 millones de dólares. El declive de la globalización que deslocalizó empleos de los EE. UU. y Europa con fuertes inversiones industriales en la China bajo el paradigma de los salarios bajos se agota rápidamente: la demanda global disminuye por la caída del salario, los costos en China aumentan en tanto la cercana equiparación del valor de la hora trabajada con un obrero de los EE. UU.

Los países receptores de inversiones ante la caída de demanda en Occidente han concentrado el uso de sus excedentes comerciales en inyectar recursos en sus mercados internos (China creció el 6% en el 2016, el 80% de ese crecimiento provino del mercado interno; la India un 6,5%, más de la mitad de su crecimiento se debe al consumo), mientras se espera que para el 2020 tanto China como la India tripliquen su consumo actual (globalasia.com).

Los precios de las materias primas –las que exporta la Argentina– no han dejado de caer por efecto de la disminución de la demanda global. Según el informe de la Unctad (ONU) del 2016, la inversión extranjera en el sector primario de América Latina disminuyó aproximadamente un 15%. Entre los años 2015/2016 la salida de inversión extranjera alcanzó aproximadamente el 30% en el continente. La creciente debilidad competitiva de los EE. UU. se manifiesta en los déficits públicos interno y externo que arrastra desde hace varios años, y un endeudamiento que supera el 108% de su PBI.

Las soluciones de nuestro referente elegido (EE. UU.) para estar en el mundo han sido una guerra de aranceles a los productos importados para mejorar su déficit de balanza de pagos y un dólar que enfrenta el dilema de fortalecerse para atraer los flujos de ahorro hacia los EE. UU. (más deuda) que necesita desesperadamente para suplir el financiamiento chino y la baja de impuestos prometida, o debilitarlo para poder exportar.

Europa, nuestro otro gran aliado, campea su desintegración como UE, su sistema financiero está quebrado y los nacionalismos avanzan por todo el continente por efecto directo de la crisis de empleo, consumo y ausencia de liderazgo de su famélica clase política. Inglaterra la amenaza –luego del Brexit– con transformarse en un país con impuestos reducidos y bajas regulaciones para las empresas, lo cual la transformaría legalmente en el paraíso fiscal más grande del mundo, el cual por cierto es hoy en los hechos.

Por todas estas razones no hay discurso político y económico que pueda soportar una realidad que se repite en la historia argentina: no es posible afectar el mercado interno de un país ante semejante caída del comercio mundial que venimos experimentando desde la crisis del 2008.

La competitividad se logra con productividad y otros componentes políticos y económicos, no con caída del salario y el empleo, lo cual está hartamente probado en los ciclos políticos que hemos vivido.

*Abogado, docente de grado y posgrado de la UNC

“Volver al mundo” ha significado endeudarse glotonamente, debilitar el Mercosur, mejorar relaciones con Europa y abrir las importaciones, golpeando a la industria y el consumo.

La competitividad se logra con productividad y componentes políticos y económicos, no con caída del salario y el empleo, algo ya probado en los ciclos políticos que hemos vivido.

Datos

“Volver al mundo” ha significado endeudarse glotonamente, debilitar el Mercosur, mejorar relaciones con Europa y abrir las importaciones, golpeando a la industria y el consumo.
La competitividad se logra con productividad y componentes políticos y económicos, no con caída del salario y el empleo, algo ya probado en los ciclos políticos que hemos vivido.

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