Harari, el nuevo gurú del futuro

Mirando al sur

El gran proyecto de nuestra época es vencer a la muerte. No se lo discute aún la calle, pero para muchos científicos y emprendedores en el mundo tecnológico es el debate de este momento: quién de nosotros logrará vivir para siempre (o al menos varias decenas de siglos).

He sido testigo de estas discusiones entre gente brillante, con buena formación científica, que está a mitad de los cuarenta. Ellos no dudan de que estamos a un paso (o poco más) de ser inmortales. El drama es saber si su generación podrá gozar de la inmortalidad o si eso sólo estará disponible para los que hoy tienen menos de 20 años.

Uno de los nuevos divulgadores de la inmortalidad es el historiador israelí Yuval Noah Harari, cuyos libros “De hombres a dioses” y “Homo Deus: breve historia del mañana” han sido recomendados nada menos que por Barak Obama, Mark Zuckerberg y Bill Gates.

Con semejante patrocinio, “De hombres a dioses” ya ha vendido millones de ejemplares en los 30 idiomas a los que ya está traducido.

Harari es historiador especializado en historia militar y en la Edad Media, pero sus textos más populares no se centran en esos temas sino que abarcan los 200.000 años de existencia del Homo sapiens.

Es fácil ver las falencias y los huecos en los libros de Harari. Quizá por la centralidad que le otorga a la cultura judía y por su especialización en la Edad Media no le dedica el mínimo espacio a a la cultura griega en la conformación del espíritu científico y, quizá por la misma razón, no le da ninguna importancia al Renacimiento. Pero aún así, sus tesis (claramente inspiradas por Nietzsche, Heidegger y Foucault, a los que no cita) son apasionantes y, además, convincentes.

Sabemos, dice Harari, que hace 200.000 años vivían en el planeta seis ramas de homínidos de las cuales hoy sólo queda el Homo sapiens. Sabemos también que esos otros homínidos fueron asesinados por los sapiens.

La naturaleza no es el reino de la ética sino el de la violencia, pero los sapiens no eran más fuertes. ¿Cómo fue que lograron derrotar no sólo a los demás homínidos, sino también a todas las demás especies animales que los superaban en fuerza?

Hace más de un siglo que se sostiene que lo que hizo a los humanos animales que pudieron imponerse a todos los demás fue la invención del lenguaje y la capacidad de crear mundos ficcionales (se lo puede leer en los libros de uno de los grandes especialistas en el Paleolítico, André Leroi-Gourhan).

Ahora Harari presenta esa tesis como lo central de su historia de la humanidad. No la declara de su propia autoría, pero agradece en silencio cuando le dicen que es un genio por haberla inventado. En realidad, Leroi-Gourhan ya decía que esa idea estaba en Nietzsche, que toda la filosofía de Heidegger se basa en ella (y poco después Foucault centraría en esa idea todas sus investigaciones, inspirado por Borges y Oscar Wilde).

“De dioses a hombres”, el muy atractivo (y entretenido) libro de Harari, realiza un rápido recorrido por lo que él considera las tres grandes revoluciones que protagonizó el Homo sapiens: la cognitiva, la agrícola y la científica.

La revolución cognitiva sucedió en la oscura noche del Paleolítico y de ella sólo tenemos testimonios muy indirectos. Es la revolución que engendró el pensamiento ficcional: con el lenguaje no sólo señalamos cosas en el mundo (otros animales, en especial los primates superiores, pueden hacer eso), sino que generamos historias. Las historias necesitan ser creídas. Es la invención de la creencia la que nos hizo humanos y nos convirtió en animales invencibles.

La revolución agrícola es el equivalente a lo que los historiadores y antropólogos llaman la Revolución Neolítica: la creación de la agricultura, el paso de la vida nómade a la sedentaria, el comienzo de la diferenciación social (con grupos dominados y otros dominantes), la invención de la escritura y las ciudades y el primer gran salto tecnológico.

La revolución científica abarca los últimos cinco siglos y va desde las primeras ideas modernas hasta la decodificación del genoma humano y los experimentos que podrían permitir en poco tiempo el transplante cerebral. Aquí encaja la idea fascinante de vencer a la muerte (muy en línea con lo que sostiene Ray Kurzweil, el director de ingeniería de Google e impulsor de SingularityU).

Esta idea está más desarrollada en su libro actual: “Homo Deus: breve historia del mañana”, en el que hace historia sobre el futuro, pronosticando sin drama todo lo que nos espera en las próximas décadas. No sólo habremos terminado con la enfermedad, el hambre y la intolerancia religiosa y política, sino que viviremos para siempre.

Visto así, parece broma o, por lo menos, exageración, pero Harari ofrece mucha documentación y sabe argumentar a partir de ella. No es para tomarlo a la ligera. Si no tiene razón, su causa es atractiva.

Harari no se pregunta por el sentido de la vida cuando seamos eternos, pero dice que todas las ideas que tenemos ahora (las de los demás, no las de él) serán hojarasca del pasado que barrerá el vendaval del futuro. Pero eso es la historia y es lo que ha sucedido siempre con el pasado.

Hasta que alguien encuentra allí algo que los demás no habían leído (o habían olvidado) y se lo revaloriza.

Pertenezco a una generación que ni los más optimistas de los futurólogos cree que sea eterna. Ojalá alguien de los que vivan para siempre en el futuro encuentre entre las mil tonterías que escribí a lo largo de décadas una frase que lo inspire. Esa será mi inmortalidad.

El gran proyecto de nuestra época es vencer a la muerte. El historiador israelí se ha convertido en el más reciente divulgador de la teoría de la inmortalidad humana.

En su libro “Homo Deus” dice que, tras las revoluciones cognitiva y agrícola, la científica permitirá terminar con la enfermedad, el hambre, la intolerancia y alcanzar el objetivo.

Datos

El gran proyecto de nuestra época es vencer a la muerte. El historiador israelí se ha convertido en el más reciente divulgador de la teoría de la inmortalidad humana.
En su libro “Homo Deus” dice que, tras las revoluciones cognitiva y agrícola, la científica permitirá terminar con la enfermedad, el hambre, la intolerancia y alcanzar el objetivo.

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