La economía de “es lo que hay”

A esta altura resulta bastante claro que la economía no será el eje principal del oficialismo en la campaña para las elecciones legislativas de octubre, por más que se prevea para los próximos meses cierta desaceleración de la inflación, junto con una modesta recuperación del consumo y la actividad económica. Para Mauricio Macri es políticamente más redituable confrontar con Cristina Kirchner en la decisiva provincia de Buenos Aires y plantear al electorado la opción entre volver al pasado o apostar a cambios en el futuro aunque no quede en claro cuáles, cómo y con quién.

La economía quedó relegada a segundo plano más por necesidad que por virtud. Si bien la inflación de 2017 podría bajar a algo más de la mitad que la altísima del año pasado, viene de tres meses demasiado elevados (por encima del 2% mensual) debido a los ajustes de tarifas de energía y subas de precios de alimentos y bebidas. Y aunque la recesión quedó atrás, la reactivación tarda en hacerse sentir en muchos sectores, especialmente en la industria manufacturera donde, salvo casos puntuales, el comportamiento se asemeja más al de una “L” que al de una “V”. En cambio, las actividades que más crecen son la agropecuaria de la región pampeana (no inundada) y la construcción de obras públicas, que por lo general no están a la vista de los grandes centros urbanos, donde el Indec registró una tasa de desempleo de 9,2% en el primer trimestre.

Una prueba de que la Casa Rosada aprendió la lección de 2016, es que dejó de anunciar simultáneamente objetivos y plazos. Ya no habla de segundos semestres brillantes, ni de lluvia de inversiones privadas, ni de metas de crecimiento, aunque el Banco Central insista con su inflación de 17% para este año, pese a que la mayoría de los analistas la ubica cerca de 22%. Más bien el énfasis está puesto ahora en cuestiones mucho más tangibles como las obras de infraestructura, realzadas por la campaña publicitaria oficialista “Haciendo lo que hay que hacer” que no falta en la televisación del fútbol.

Probablemente sea una forma de resignarse a que la macroeconomía estará mejor este año que el anterior, pero no tanto como para convertirla en una bandera electoral. Una suerte de “es lo que hay”.

De ahí que el gobierno haya bajado de la macro a algunas medidas específicas de mayor impacto. Por ejemplo, los créditos hipotecarios de hasta 30 años, indexados por inflación, pero con el anzuelo de cuotas iniciales similares o inferiores a un alquiler. O las autorizaciones de nuevas líneas aéreas para fomentar la competencia y bajar costos, sobre todo en servicios que no tienen base ni pasan por Buenos Aires.

En materia de transporte, quizá una de las obras más representativas del “es lo que hay” sea el Metrobus, que en estos días está traspasando los límites de la Capital Federal y el conurbano bonaerense para extenderse a Mar del Plata. Este sello macrista se basa en aprovechar las líneas de colectivos y las avenidas ya existentes, para instalar carriles de circulación exclusiva que aligeran el tránsito de ómnibus y paradas más distanciadas, con aleros y asientos para comodidad de los pasajeros. Una prueba de este aprovechamiento es que el denominado Metrobus del Bajo, que este mes se inauguró en Buenos Aires, corre por encima en un buen tramo (entre Plaza de Mayo y la terminal ferroviaria de Retiro) del túnel de la inconclusa extensión de la línea “E” de subterráneos, que se terminó de construir hace un par de años pero no cuenta con vías, señales ni trenes. La razón es que el costo de ese Metrobus es de 1,6 millón de pesos por kilómetro, una cifra que se multiplica por algo más de diez para un coche de subterráneo y por 100 por kilómetro de túnel.

Otra variante de esta política son los “acuerdos sectoriales” que viene promoviendo el Ministerio de la Producción para mejorar la competitividad de distintas actividades, a semejanza del firmado meses atrás para relanzar inversiones en la exploración y explotación de los hidrocarburos de Vaca Muerta. Sin embargo, éste fue el más completo ya que incluyó compromisos explícitos de los gobiernos (nacional y neuquino), del sindicato de petroleros privados y de las empresas. En otros casos, como el suscripto con la cadena automotriz, no pasa de ser una agenda de cambios deseables para llegar al objetivo de producir un millón de vehículos en 2023. O bien, en el caso de la industria informática, de compensar al personal de las plantas ensambladoras de notebooks y tablets afectadas por la rebaja de aranceles de importación para reducir los precios finales.

Aun así, estos acuerdos no dejan de ser un arma de doble filo. Si bien promueven mayores inversiones en los sectores que pactan condiciones especiales de productividad, equipamiento o protección, pueden provocar el efecto contrario en aquellos que aguardarán hasta firmar un acuerdo para empezar a invertir. O sea, que no es el mejor camino para crear un buen “clima de inversión” y lograr altas tasas de crecimiento del PBI.

En este terreno la economía argentina tampoco está ciertamente en el mejor de los mundos. La recomposición de los precios de la energía que tiene lugar desde 2016, junto con la política para bajar la alta inflación, deprimió el consumo interno que en los últimos años llegó a representar –exageradamente- más del 70% del PBI. Pero, a su vez, el déficit fiscal financiado con endeudamiento externo viene provocando un ingreso de dólares que deteriora el tipo de cambio real y desincentiva la exportación. Según el Estudio Broda, la paridad peso-dólar ya resulta, en términos reales, inferior a la de diciembre de 2001, previa al estallido de la convertibilidad. Esto conspira contra la inversión privada, afectada por altos costos impositivos, laborales, logísticos y financieros medidos en dólares.

Para después de las elecciones, el gobierno prevé negociar con los gobernadores provinciales dos leyes clave como la de Responsabilidad Fiscal (para llegar a un déficit primario cero en 2019) y la Reforma Tributaria (para eliminar o reemplazar impuestos distorsivos, como Ingresos Brutos o el Impuesto al Cheque). No es nada fácil, ya que se trataría de racionalizar gastos y sacrificar algunos ingresos. Si se busca promover la inversión privada, tal vez sea el momento de no conformarse sólo con lo que hay.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios