La utilidad de la belleza

Mirando al sur

Cuando tenemos dos o más opciones terminamos eligiendo la que nos parece más bella y más fácil de usar. Esto lo sabía perfectamente Steve Jobs, que logró imponer todos los productos de Apple gracias a su obsesión por el cuidado de los detalles y por lograr una experiencia del usuario que sea lo más positiva posible. Es lo que está haciendo ahora el emprendedor que ha tomado el lugar que quedó vacante al morir Jobs: Elon Musk.

Los ingenieros y programadores de Apple odiaban a Jobs porque los volvía locos tratando de que un usuario, por ejemplo, no debiera realizar más de dos clics para acceder a algo. Para lograr semejante simplicidad en el uso de un artefacto debe haber detrás una enorme cantidad y calidad de trabajo que lo haga posible. La carta ganadora de Apple es justamente esa ingeniería invisible que distingue a todos sus productos del resto.

Jobs se inspiró en el diseño de los electrodomésticos alemanes Braun. Antes de Apple, la cima del diseño industrial se disputaba entre Italia y Alemania. La alemana Braun estaba a la vanguardia por haber producido decenas de productos (desde radios portátiles hasta grabadores) basados en los postulados de la Escuela de Ulm (que por entonces era dirigida por un gran artista argentino, Tomás Maldonado).

El buen diseño industrial se apoya en tres patas. La primera pata es una excelente experiencia de usuario (el producto funciona muy bien y es muy fácil dominarlo, incluso el mejor diseño hace que el producto sea “casi” invisible: está ahí, sirve, pero “casi” no se lo nota). La segunda pata es la que hace al objeto deseable (no sólo sirve y es fácil de usar, sino que es “bello”: ¡quiero tener eso!). La tercera pata del buen diseño es la relación costo-beneficio (un objeto bien diseñado no sólo debe durar bastante y ser deseable, sino que debe tener un buen servicio de apoyo –ya sea en servicio técnico como en software o cualquier cosa que se relacione con su uso–).

Braun hasta los 70 y Apple desde entonces son las dos grandes usinas del diseño masivo moderno. Los objetos que ambas empresas fabrican no sólo ofrecen durabilidad, belleza, simplicidad de uso y buen servicio en general, sino que se imponen por su sola presencia, y están siempre un paso adelante. Por eso son el estándar que todas las demás empresas intentan emular. Por ejemplo, Samsung imitando el iPhone hasta el límite del plagio.

Elon Musk, que acaba de adquirir SolarCity (la empresa de energía solar desarrollada por sus primos y en la que ya era inversor), está encarando un proceso similar al que impuso Jobs en Apple al integrar todos los productos en una serie única: un usuario de Apple tiene la tienda iTunes para conseguir apps para su iPhone o iMac, que, a su vez, usan el sistema operativo producido también por Apple. De esa manera el obsesivo Jobs garantizaba la calidad de toda la línea (y se ganaba el odio de los fans del software libre).

Con SolarCity unida a Tesla (su fábrica de autos eléctricos) y a sus baterías solares Powerwall, Musk apuesta a la misma integración: lograr el sueño de una vida que consuma sólo energía 100% sustentable. Transporte garantizado por un potente y hermoso auto eléctrico, que puede ser cargado en la propia casa (bien diseñada).

Lo que ofrece Musk para crear un hogar 100% sustentable no son tejas solares: hace más de 15 años que estas tejas existen en el mercado (pero no han tenido éxito ya que su precio es muy elevado y la estética les juega en contra). Musk presentó paneles que permiten construir techos casi indistinguibles de los tradicionales. Este producto (llamado Solar Roof) aún no está en el mercado (algunos dicen que es un mero prototipo que no ha entrado aún en la fase de producción industrial).

Los mismos que amaban u odiaban a Jobs son los que hoy aman u odian a Musk. Y por los mismos motivos. Los que los aman dicen que ellos están varios pasos más adelante, que marcan el camino y que todo lo que hacen mejora el mundo. Los que los critican sostienen que son grandes encantadores de serpientes que venden aire (critican que los inversores hagan que Apple, por ejemplo, tenga una cotización de Bolsa de unos 800.000 millones de dólares cuando sus ventas anuales no llegan a los 50.000 millones). Además dicen que sus innovaciones no son tales porque apenas si presentan en envase más atractivo las ideas que ya desarrollaron otros.

Lo cierto es que tanto Jobs durante los 25 años en que lideró la innovación como los desafíos que lanza hoy Musk (con su proyecto de colonizar Marte o construir un circuito energético 100% sustentable) se basan en el discurso y en la creencia. Como ha sucedido siempre con los líderes.

Desde los viejos chamanes de las tribus de cazadores y recolectores hasta los grandes líderes políticos de la actualidad (pasando por los fundadores de imperios), el liderazgo es siempre una cuestión de creencia. Se es líder porque hay un consenso que lo sostiene. Se deja de ser líder porque ese consenso se ha perdido.

SolarCity tenía importantes problemas financieros. Fue adquirida hace unas semanas por Elon Musk y ahora sus acciones han vuelto a subir y los bancos le ofrecen crédito a tasas muy bajas. Musk sigue siendo el maldito líder de esta época.

Los objetos que Braun y Apple fabrican no sólo ofrecen durabilidad, belleza, simplicidad de uso y buen servicio en general, sino que se imponen por su sola presencia.

Desde los viejos chamanes

hasta los grandes líderes
políticos de la actualidad, el liderazgo es siempre una cuestión de creencia.

Datos

Los objetos que Braun y Apple fabrican no sólo ofrecen durabilidad, belleza, simplicidad de uso y buen servicio en general, sino que se imponen por su sola presencia.
Desde los viejos chamanes
hasta los grandes líderes
políticos de la actualidad, el liderazgo es siempre una cuestión de creencia.

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