La vida de Maldonado y los dos informes de Ernesto Sábato

Mirando al sur

La Argentina secreta contiene historias maravillosas, que nos sorprenden por sus prodigios y talentos, pequeñas hazañas y gestos nobles e historias abominables que nos golpean una y otra vez recordándonos que allí subyace, a veces latente e invisible, a veces explícito y manifiesto, aquello que no terminamos de resolver, que escondemos en los subsuelos, que postergamos o no queremos ver como sociedad. Y que vuelve a perturbarnos o lastimarnos, recurrentemente.

La desaparición de Santiago Maldonado, hace un mes, nos coloca una vez más de cara a esa Argentina subterránea, nebulosa y aciaga. Ese agujero negro en el que nada se esclarece. Ese pozo ciego que deglute vidas. Esa zona oscura en la que se perpetran crímenes o se pergeñan actos criminales que quedan impunes.

Es la Argentina que retrata Ernesto Sábato en su “Informe sobre ciegos”, publicado originalmente como un apéndice de la novela “Sobre héroes y tumbas”, en 1961.

Allí se cuenta la existencia de un supuesto antiguo complot, regido desde la Santa Sede de los Ciegos, desde la cual, según el personaje principal, Fernando Vidal Olmos, obsesivo y canalla autor del informe, se tejen los siniestros hilos que gobiernan el sentido del mundo y de los hombres. El descenso a su particular Hades de este héroe negro, este Sigfrido de las tinieblas, remite a las grandes tragedias de la antigua Grecia y encierra pasajes escalofriantes situados en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Todo el Informe es una gran metáfora de otra cosa, acaso más profunda y misteriosa, anidada en nuestros temores subterráneos enraizados en nuestra historia nacional. Y remite también a la facilidad con la que prenden las teorías conspirativas para explicar lo inexplicable.

Pero hubo otro Informe Sábato, en este caso verídico, no literario, que torció el rumbo de la historia de la lucha contra la impunidad en la Argentina. Fue el “Nunca Más”, de la Conadep, que presidió el escritor, elaborado y publicado en 1984 a instancias del presidente Raúl Alfonsín, cuando la democracia recuperada daba sus primeros pasos.

Allí se recogieron los testimonios que permitieron esclarecer y sancionar la desaparición forzada de miles de argentinos durante la última dictadura. Luego, la democracia tuvo también su historia de crímenes e impunidades –el atentado contra la AMIA, en 1994 fue el caso más emblemático– y, en los últimos años, dos casos –la desaparición de Julio López y la muerte del fiscal Alberto Nisman– que remiten a esa dimensión siniestra de la criminalidad con fines políticos para amedrentar a la sociedad. Con ese trasfondo es que tanto inquieta y moviliza hoy la desaparición de Santiago Maldonado, el artesano de 28 años que residía en El Bolsón y cuyo rostro recorre el país y el mundo.

Sus últimos rastros se perdieron a orillas del río Chubut, luego de la intervención de Gendarmería en la Ruta 40, frente a una protesta de grupos mapuches que ocupan tierras en el departamento de Cushamen de esa provincia, y en la que Santiago Maldonado
–supuestamente– habría participado. El allanamiento para establecer si efectivamente llegó a cruzar el río fue suspendido por la oposición de la comunidad mapuche. Así surge de una presentación que hizo la fiscal federal de Esquel, Silvina Ávila, a cargo de la investigación. El informe judicial certifica que el joven desaparecido fue visto por última vez el 1º de agosto.

Hay dos expedientes abiertos, uno referido al hábeas corpus y el caratulado como “desaparición forzada”. En ninguno de ellos hay hasta ahora pruebas que relacionen directamente a la Gendarmería con la desaparición de Maldonado. Sin embargo, se mantiene la hipótesis de que se trató de una desaparición forzada, lo que implicaría la privación de libertad de Maldonado a manos de integrantes de las fuerzas de seguridad. Si bien no menciona ninguna prueba contra la Gendarmería, aún restan conocerse los resultados de los peritajes de teléfonos y computadoras.

Además de la fiscal y el juez federal de Esquel Guido Otranto, trabajan en la investigación la Procuraduría de Violencia Institucional, la Dirección General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico y la unidad fiscal especializada en ciberdelincuencia. Manifestaron su preocupación organismos internacionales y un equipo especial, formado por agentes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), podría sumarse a la investigación. Por supuesto, el Ministerio de Seguridad de la Nación tiene la responsabilidad principal del esclarecimiento del hecho. Y cada día que pasa sin noticias aumenta la presunción de que a Santiago “se lo tragó la tierra”, quedó atrapado en “el lado oscuro” de la Argentina subterránea. Otra víctima de un país filicida, que no cuida debidamente a sus hijos.

La democracia contiene siempre una batalla entre la ley y la ilegalidad, entre la transparencia y el secreto, entre los poderes legítimos y las redes de complicidades mafiosas enquistadas dentro y fuera de las instituciones y organismos que deben resguardar y representar el interés colectivo. Que se haga la luz, y prevalezca la Justicia, para saber qué pasó con Santiago Maldonado –y que aparezca con vida, por supuesto– es un mandato de la sociedad y una obligación del Estado. Que prevalezca el “Nunca Más” al “Informe sobre ciegos”. Más allá de las especulaciones políticas o manipulaciones maliciosas o perversas.

Cada día sin noticias aumenta la presunción de que Santiago quedó atrapado en “el lado oscuro” de la Argentina subterránea. Otra víctima del país filicida, que no cuida a sus hijos.

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Cada día sin noticias aumenta la presunción de que Santiago quedó atrapado en “el lado oscuro” de la Argentina subterránea. Otra víctima del país filicida, que no cuida a sus hijos.

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