Las consecuencias del escándalo de la carne

El tufillo a carne podrida llegado desde Brasil contaminó toda esta semana en Buenos Aires reuniones en las que el gobierno de Mauricio Macri había depositado fuertes expectativas: unos cincuenta integrantes de la delegación europea llegada para avanzar en el siempre postergado acuerdo comercial UE-Mercosur se sentaron a la mesa espantados por aquella trampa montada desde grandes cadenas frigoríficas para comercializar productos vencidos y en mal estado.

Mientras los viajeros-negociadores discutían en el Palacio San Martín porteño con su contraparte sudamericana, la Comisión Europea para la que trabajan recibía en Bruselas un reclamo formal de Francia para que se tomen “las medidas necesarias que garanticen la protección de los consumidores” hasta tanto el gobierno de Brasilia informe convincentemente sobre la calidad de los stocks de carne exportados.

Para entonces ya Italia había impedido la entrada de un lote de la cadena BRFoods, mientras desde Hong Kong, México, Chile y Corea del Sur llegaban los anuncios sobre suspensión de importaciones de carnes brasileñas.

Pero el golpe de gracia no provino de ningún gobierno: el Copa-Cogeca, la organización que agrupa las cooperativas y entidades agrícolas y ganaderas europeas, denunció inmediatamente que los países del Mercosur “no tienen las mismas normas que nosotros, tal como demuestra el caso descubierto en Brasil”.

Ni lentos ni perezosos, los productores agroganaderos europeos se montaron a la onda expansiva del escándalo para reforzar sus reclamos contra cualquier acuerdo birregional que ponga en discusión la política subsidiaria de la que se benefician, puntal de los reclamos sudamericanos para cualquier avance en las negociaciones.

Las tratativas que en febrero pasado se desarrollaron en Bruselas, preparatorias de la XXVII Reunión de Comité de Negociaciones Birregionales realizada esta semana en Buenos Aires, ya habían adelantado la dureza de los productores agropecuarios europeos, especialmente franceses, irlandeses y polacos. Funcionarios de la Cancillería argentina que participaron de aquellos preparativos habían admitido fuera de micrófono que el panorama en materia de carnes y lácteos se presentaba difícil, especialmente por la negativa de Francia a revisar el tema subsidios a sus productores en pleno año electoral.

Pero incluso en esa área el proteccionismo europeo no aparece como el único obstáculo: los productores del otro lado del Atlántico también apuntan a penetrar el mercado sudamericano con sus aceites de oliva, sus vinos y algunos de sus lácteos, especialmente quesos, y le exigen al Mercosur un levantamiento de barreras que el bloque consideraba hasta hace poco inamovibles.

En tiempos de revisar estrategias comerciales al compás del encierro decidido por la Casa Blanca desde que la habita Donald Trump, una potente tentación a mirar las recetas proteccionistas, el reciente acuerdo UE-Canadá y los evidentes avances hacia un tratado de libre comercio con Japón (el primer ministro Shinzo Abe dejó Alemania días atrás con un fuerte espaldarazo de la canciller Angela Merkel) parecen haber colmado la cuota aperturista que el Viejo Continente está dispuesto a cubrir por este 2017.

La reactivación del bloque regional que Macri acometió en tándem con Michel Temer ya tenía un panorama complejo internamente, con la persistencia de trabas aduaneras y de tráfico entre los socios. La trampa develada en Brasil brinda, por lo menos, excusas verosímiles a quienes ya tenían otras prioridades ajenas al Mercosur.


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