Las incógnitas de Mr. Trump

Mirando al sur

La comunicación telefónica de 15 minutos que el pasado lunes puso en contacto directo a Donald Trump con Mauricio Macri seguramente debe haber sido un alivio para el presidente argentino, que se había jugado al frustrado triunfo de Hillary Clinton quizás con más énfasis que buena parte del arco político internacional. Pero difícilmente su contenido le haya permitido despejar las incógnitas que rodean a la futura gestión del mandatario electo de los Estados Unidos.

Los interrogantes no son exclusivo patrimonio de Macri. Desde hace una semana, la mayoría de los analistas internacionales están empeñados en diferenciar las extravagantes promesas de Trump candidato de las probables medidas de Trump presidente. Por lo general, creen que los pesos y contrapesos del sistema institucional norteamericano limitarán su poder para concretar algunos de los anuncios más drásticos de campaña, como subir 35% los aranceles a las importaciones de México o 45% a las de China. También reparan en la independencia del Congreso, la Justicia y la FED (banco central). “En los EE. UU. los presidentes no hacen lo que quieren”, coincidieron aquí por separado los economistas Martín Redrado (expresidente del BCRA) y Dante Sica (director de la consultora Abeceb).

Durante la transición hasta el 20 de enero de 2017, cuando se mude a la Casa Blanca, todos estarán pendientes de Trump. Ya ocurrió con su primera entrevista televisiva, cuando dijo estar dispuesto a expulsar de los EE. UU. “a dos o tres millones de inmigrantes con antecedentes penales” y algunos observadores lo vieron como un relativo signo de moderación (hay 11,4 millones de inmigrantes), al igual que haberle bajado el tono a su insólita propuesta del muro en la frontera con México.

En el diálogo con Macri, anticipó que ambos países “tendrán la relación más cercana de la historia”. Un concepto amistoso, reforzado con la promesa de un próximo encuentro en la Casa Blanca, pero que suena sobredimensionado en comparación con la era de “relaciones carnales” que puso en práctica Carlos Menem durante los mandatos de George Bush (padre) y Bill Clinton.

Macri y Trump se conocen personalmente desde hace 25 años, aunque a raíz de desencuentros en el mundo de los negocios inmobiliarios de Nueva York. Esto llevó al presidente argentino a desestimar de plano hace un año un triunfo electoral del magnate estadounidense, a quien había calificado de “protagonista de un reality show”.

Sin embargo, las relaciones entre países dependen más de intereses que de afinidades o enconos personales. Pocos creen que se vean afectadas las inversiones anunciadas por empresas estadounidenses en la Argentina (más de u$s 30.000 millones en cuatro años) en sectores específicos como energías renovables, hidrocarburos no convencionales, industria automotriz, telecomunicaciones, medios, agroindustria, infraestructura y tecnología.

En cambio, los anuncios de campaña de Trump ponen en riesgo dos ejes de la política de Macri: el endeudamiento externo para financiar el déficit fiscal y, principalmente, la estrategia de reinsertar a la Argentina en el mundo globalizado.

Redrado escribió el domingo en “La Nación” que el nuevo presidente estadounidense seguirá “una política fiscal expansiva y una política comercial proteccionista”. Por su parte, Sica afirmó que lo que puede ser bueno para los EE. UU. puede no serlo para la economía mundial. “Si Trump cumple al menos parcialmente sus promesas de campaña y cierra la economía acentuará las tendencias proteccionistas y retroalimentará el ya bajo crecimiento del PBI y el comercio mundial”, pronosticó.

En el primer caso, el lanzamiento de un amplio plan de infraestructura implicará un mayor déficit fiscal en los EE. UU. con presiones alcistas sobre las tasas de interés, hoy en niveles muy bajos. A corto plazo no es dramático para la Argentina, que se financia a tasas más altas que las internacionales. Pero implica riesgos a más largo plazo, si se reduce el acceso al crédito externo y/o se eleva el costo. De hecho, la Argentina queda a contramano: se desendeudó en la era K cuando las tasas de interés internacionales eran bajísimas y ahora coloca deuda externa cuando pueden comenzar a subir. Según Idesa, el triunfo de Trump “obliga a la Argentina a un gradualismo menos gradual”, tanto para la política fiscal nacional como para varias provincias.

Más complicada es la cuestión del proteccionismo. Otro expresidente del BCRA, Mario Blejer, considera que también quedó a contramano el anuncio del ministro Francisco Cabrera de promover un acuerdo de libre comercio con los EE. UU. al que calificó de voluntarista. Sica advierte además que el cambio político en Washington hace peligrar las negociaciones con la administración Obama para reabrir las exportaciones argentinas de limones y carnes vacunas. Y también la eventual reinserción en el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), para permitir el ingreso a ese país de unas 500 posiciones arancelarias. Por su parte, el Ieral (Fundación Mediterránea) indicó que podría reducirse el acceso a EE. UU. de productos de economías regionales, en especial arándanos, té, productos de las cadenas olivícola y vitivinícola, frutas de pepita y de la industria forestal. Y nadie descarta la perspectiva de una “guerra de monedas” en la región, como la que se insinuó en estos días.

El economista Marcelo Elizondo (director de la consultora DNI) considera en cambio que “la condición de empresario pragmático de Trump, que no es un ideólogo, lo impulsará a generar acuerdos en temas más cercanos a la microeconomía (cuotas, cupos, reparo recíproco de ventajas) que a un cambio integral de doctrina”.

Sin embargo, otros especialistas enfatizan que el votante promedio de Trump se asemeja a Homero Simpson, o sea, el trabajador no calificado que se siente afectado por la globalización de los procesos productivos. En el último Coloquio Anual de IDEA, a mediados de octubre en Mar del Plata, el politólogo estadounidense Ian Bremmer ya había advertido que el pensamiento del entonces candidato presidencial norteamericano complica la intención de Macri de reinsertar a la Argentina en el mundo. “La mitad de la población de EE. UU. y Europa cree que está peor debido a la globalización, aunque puedan comprar productos chinos más baratos. Lo que no se dice es que la globalización enriqueció al 1% del mundo, pero también permitió salir de la pobreza a 1.000 millones de personas de los países emergentes que ingresaron a la clase media. El proteccionismo va a pasar de los mercados desarrollados a los emergentes y todos vamos a ser menos ricos”, sentenció.

“En los Estados Unidos los presidentes no hacen lo que quieren”, coincidieron aquí por separado los economistas Martín Redrado (ex-BCRA) y Dante Sica (Abeceb).

La Argentina queda a contramano: se desendeudó en la era K cuando las tasas de interés eran bajísimas y ahora coloca deuda externa cuando pueden comenzar a subir.

Datos

“En los Estados Unidos los presidentes no hacen lo que quieren”, coincidieron aquí por separado los economistas Martín Redrado (ex-BCRA) y Dante Sica (Abeceb).
La Argentina queda a contramano: se desendeudó en la era K cuando las tasas de interés eran bajísimas y ahora coloca deuda externa cuando pueden comenzar a subir.

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