Los avatares del dólar

Mirando al sur

Por primera vez en 13 meses el Banco Central debió intervenir directamente para frenar el alza del dólar y lograr que en julio cerrara por debajo de los 18 pesos en el mercado minorista
–donde ayer se mantuvo en 17,89 pesos–, tras una trepada cuya velocidad hizo rememorar las corridas de las épocas de tipo de cambio fijo y escasez de reservas, dos factores que hoy no tienen nada que ver con la política cambiaria.

Aunque a última hora del viernes el BCRA debió sacrificar con ese objetivo algo más de 300 millones de dólares de sus reservas (que finalizaron el mes último en u$s 47.009 millones), el resultado dejó varias caras largas. Salvo, claro está, en quienes tenían o compraron dólares un mes antes y obtuvieron al cabo de julio un rendimiento punta a punta de 5,8% en pesos. O sea que lograron en sólo un mes una diferencia que llevaría casi tres meses con las Lebac y casi cinco con un modesto depósito bancario a plazo fijo.

Nadie va a admitirlo públicamente, pero el principal disgusto provenía del ala política del gobierno. A dos semanas de las PASO, era inocultable que ver cotizaciones en alza durante varios días seguidos en las tapas de los diarios constituía una de las peores noticias para los candidatos de Cambiemos. Máxime cuando la inflación de julio ya apuntaba al 2% mensual; no tanto por el traslado a precios de la devaluación del peso, sino por la combinación de aumentos en combustibles, prepagas, cigarrillos, expensas, personal doméstico y rubros asociados con las vacaciones de invierno.

De ahí que nadie pueda descartar de plano que la tardía decisión del BCRA hubiera sido promovida por la Casa Rosada, a pesar de las señales tranquilizadoras que intentaban transmitir distintos funcionarios, desde el propio presidente Mauricio Macri para abajo.

Por el lado del BCRA no abundaron las explicaciones. La señal fue que no está dispuesto a permitir que el dólar supere cierto nivel que pueda afectar la inflación, para lo cual dispone de reservas líquidas de hasta u$s 21.000 millones. Así lo interpretó el mercado y el dólar mayorista cerró el lunes a $ 17,64 después de una racha de diez subas consecutivas, aunque con la ayuda de ventas de bancos oficiales y un retoque alcista en las tasas de Lebac en el mercado secundario (al 28% anual) para desalentar ímpetus remarcatorios. Ese mismo día, uno de los vicepresidentes de la institución, Demián Reidel, afirmó en Córdoba que la intervención en el mercado cambiario se producirá sólo cuando haya “políticas disruptivas”. Una forma elíptica de admitir que en las últimas semanas se había retraído la oferta de divisas frente a una mayor demanda y que una sostenida tendencia alcista del dólar repercutirá en el IPC de agosto.

Para más datos, la liquidación de los exportadores de granos fue en la semana anterior de sólo u$s 406 millones, uno de los montos más bajos del año. A la espera de un tipo de cambio más alto, los productores optaron por retener ventas de las cosechas de soja y maíz para almacenarlas en silo-bolsas y dosificarlas a medida que necesitan fondos.

Ante de este episodio, el BCRA sólo había intervenido en el mercado cambiario en junio de 2016, cuando la votación a favor del Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea) había provocado una alta volatilidad en los mercados internacionales, que se tradujo en una depreciación del peso similar a la de estos días.

Sin embargo, la preocupación desde entonces pasó a ser el dólar “planchado” (en torno de $ 15,50) frente a la inflación y el consiguiente deterioro del tipo de cambio real. A tal punto que en abril el BCRA anunció una política de incremento de reservas mediante la compra directa de divisas al Tesoro Nacional y las provincias que colocan deuda externa para financiar su déficit fiscal, a fin de evitar que se liquidaran en el mercado y deprimieran aún más las cotizaciones. Esta política de sostener indirectamente al dólar –a la inversa del viernes pasado– se cortó con la “ayuda” de factores políticos ajenos a la órbita de la autoridad monetaria. A mediados de mayo, el “escándalo Temer” en Brasil ubicó al dólar mayorista sobre el escalón de $ 16, y a fin de junio, cuando Cristina Kirchner anunció su candidatura en las PASO bonaerenses por fuera del peronismo la cotización trepó otro escalón por encima de los $ 17.

A partir de ese momento, en el mercado cambiario comenzó a hablarse del “dólar Cristina”.

El argumento es que un eventual triunfo de la expresidenta en el decisivo distrito bonaerense haría resurgir presiones populistas que complicarían los planes de Macri para reordenar la macroeconomía hasta el 2019 y del peronismo para definir un futuro liderazgo no kirchnerista.

De ahí que varios bancos de primera línea y consultores privados manejen dos escenarios para la cotización del dólar a fin de diciembre: de $ 18 si Cambiemos se impone en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires y por encima de $ 19 si CFK obtiene una banca en el Senado, como lo reflejan en estos días las operaciones a futuro en el Rofex ($ 19,48).

Aún así, hasta que el dólar minorista cruzó la barrera de los $ 18, el BCRA parecía sentirse a gusto con el repunte previo. No sólo le permitió reducir parte del retraso acumulado por el tipo de cambio real, aportar un alivio a los exportadores y mejorar su propio balance, al disminuir el déficit cuasifiscal medido en dólares.

También la suba de las últimas semanas aumentó el riesgo para quienes ingresaron capitales a fin de aprovechar las altas tasas de interés en pesos y –bicicleta mediante– obtener a corto plazo un rendimiento en dólares muy superior al internacional.

Al cabo de los primeros siete meses del año, la suba del dólar le “empató” a la inflación del mismo período (estimada en 14%), pero no permitió recuperar el retraso cambiario real acumulado durante el 2016. Sin embargo, la gran incógnita es que una porción de la última devaluación se trasladará a los precios y complicará tanto la baja de la inflación como el discurso del oficialismo durante la campaña electoral para octubre. En contra juega que el dólar más alto de los últimos meses impacta directamente en los precios de los combustibles, energía, alimentos con materias primas exportables (granos, carnes, etc.) y productos con insumos importados. A favor, el consumo interno sigue deprimido en muchos bienes y servicios y no convalidaría cualquier incremento de precios. Y todavía está por verse hasta qué punto el dólar “menos barato” antes habrá de frenar los viajes y tours de compras en el exterior, así como el atesoramiento en los sectores de mayor poder adquisitivo. Dos rubros que en la primera mitad de este año provocaron una salida de divisas cercana a u$s 16.000 millones del circuito económico.

Ver cotizaciones en alza varios días seguidos en las tapas de los diarios constituía una de las peores noticias para los candidatos de Cambiemos. De allí la intervención del BCRA.

La suba del dólar le “empató” a la inflación de estos siete meses (14%), pero no recuperó el retraso del 2016. La gran incógnita es qué parte de la devaluación se irá a los precios.

Datos

Ver cotizaciones en alza varios días seguidos en las tapas de los diarios constituía una de las peores noticias para los candidatos de Cambiemos. De allí la intervención del BCRA.
La suba del dólar le “empató” a la inflación de estos siete meses (14%), pero no recuperó el retraso del 2016. La gran incógnita es qué parte de la devaluación se irá a los precios.

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