“Los libros”, una intensidad que perdura

Por Mónica Reynoso

En el más bien despoblado panorama de intelectuales auténticos a la vista, los nombres de Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia siguen vigentes. Sarlo frecuenta los medios y de Piglia pueden verse sus clases magistrales sobre Borges, además de esperarse con ansiedad el segundo tomo de sus memorias, “Los Diarios de Emilio Renzi”; el primero, el mejor libro del año pasado.

Sarlo y Piglia coincidieron en dirigir una memorable revista de crítica cultural en los 70 –“Los libros”–, cuyos debates, controversias e ideas iluminan aún estos tiempos opacos y provocan un “ligero estremecimiento” en la conciencia lectora, como escribió en el prólogo a la edición facsimilar Horacio González.

Fue precisamente por la política editorial de González como director de la Biblioteca Nacional que se rescataron las maravillosas revistas “Los libros”, así como otras colecciones de revistas culturales –“Contorno”, “La Rosa Blindada”– y publicaciones injustamente perdidas u olvidadas, en la colección Los Raros, por ejemplo.

“Una revista agita una hoja del tiempo que parecería ser insignificante, sin que aflija a nadie su pérdida. Pero de repente reaparece, como los muertos vivos, y se llena de sentido un panorama histórico mayor a partir de un breve escrito de circunstancias”, dice el prólogo. Las circunstancias de “Los libros” tienen una intensidad perdurable. El primer número apareció un mes después del Cordobazo; el último, en febrero de 1976.

Como el material más sustancial refería a libros, la revista se vendía en librerías, pero también se distribuía en los quioscos, junto con los diarios, y llegó a vender entre 3.000 y 5.000 ejemplares. Varios números se agotaron, como uno dedicado a la universidad con el título “Educación y lucha de clases”, y sus artículos incidían en los debates políticos, académicos y culturales.

Escribían, entre otros, Juan Gelman, Eliseo Verón, José Aricó, Nicolás Rosa, Josefina Ludmer, Noé Jitrik, Héctor Schmucler, su fundador, y los mencionados Piglia y Sarlo, quienes junto a Carlos Altamirano inauguraron la llamada “etapa de la partidización”. Los tres estaban al frente de la revista cuando aparecieron insuperables diferencias políticas, que ellos exponen con honestidad y pasión en el número 40 de marzo-abril de 1975. A un año del golpe de Estado, la evaluación del gobierno de Isabel los divide y la columna editorial de ese número se reparte, mitad y mitad, entre Piglia por un lado y Sarlo-Altamirano por otro.

Piglia dice que se han agudizado las diferencias para caracterizar la coyuntura política y recuerda que la revista “debía tratar de definir su práctica específica en función de la lucha del pueblo con el enemigo principal de nuestro país: el imperialismo norteamericano”.

Aunque admite que el gobierno de Isabel no representa en forma directa los intereses imperialistas, advierte sobre lo que la historia finalmente suscribirá: “…apoyar a Isabel Perón y pensar que la presidenta resiste la ofensiva golpista es no tener en cuenta que la política represiva, reaccionaria y antipopular de Isabel Perón, en verdad, favorece el golpe de Estado y alienta a los personeros del imperialismo yanqui que trabajan por la restauración”.

Sarlo-Altamirano llaman la atención sobre las contradicciones que suscita el gobierno pero argumentan a su vez que “definir una colocación –junto al pueblo peronista– y disponerse a defender al gobierno de Isabel contra la alternativa de un golpe es defender en los hechos la independencia argentina y los intereses populares”. Mencionan el error que sería, en 1975, repetir el alineamiento de fuerzas que en 1955 celebraron a la “Libertadora”.

Los tres se tratan de “compañeros” y los tres se despiden “fraternalmente”. Piglia renuncia al comité de dirección porque se niega a “despolitizar la revista”, que aparece cuatro números más y, en la antesala de la dictadura, es también una desaparecida. Puestas de nuevo a andar por el mundo, a la búsqueda de nuevos sentidos, las páginas de “Los libros” reaparecen en el 2011, cuando llegan tiempos mejores.

Es entonces posible y necesario restaurarlas y restituir a la vez el clima de época que sigue interpelando a un país atribulado hoy por asuntos bien distintos de la literatura y el pensamiento crítico.

Como el material se refería a libros, la revista se vendía en librerías, pero se distribuía en los quioscos con los diarios y llegó a vender de 3.000 a 5.000 ejemplares.

Puestas de nuevo a andar por el mundo, a la búsqueda de nuevos sentidos, las páginas de la revista “Los libros” reaparecen en el 2011, cuando llegan tiempos mejores.

Datos

Como el material se refería a libros, la revista se vendía en librerías, pero se distribuía en los quioscos con los diarios y llegó a vender de 3.000 a 5.000 ejemplares.
Puestas de nuevo a andar por el mundo, a la búsqueda de nuevos sentidos, las páginas de la revista “Los libros” reaparecen en el 2011, cuando llegan tiempos mejores.

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