Más y mejores estadísticas para medir el consumo

Mirando al sur

Un clásico chiste dice que si en una isla habitada por sólo dos personas una come un pollo y la otra se queda sin comer a los efectos estadísticos el consumo promedio será de medio pollo por habitante. La Argentina no es ajena a las distorsiones que pueden reflejar las estadísticas. Durante el gobierno de Cristina Kirchner los índices de precios de las canastas básicas del Indec fueron tan deliberada y sistemáticamente subestimados que la pobreza bajó a la mitad en los indicadores oficiales (15%) pero en realidad alcanzaba a casi un tercio de la población (32%).

Moraleja: todos los países necesitan más y mejores estadísticas para que sus habitantes puedan evaluar mejor en qué entorno socioeconómico se desenvuelven. Máxime en tiempos de cambios como los que vive hoy la Argentina, al menos en los hábitos de consumo.

Por caso, la nueva conducción del Indec inició las pruebas piloto para lanzar en octubre una nueva encuesta nacional de gastos de los hogares (ENGho). Se trata de una suerte de censo acotado (45.000 hogares de todo el país) sobre la composición del consumo familiar, que se extenderá un año y en el 2019 permitirá poner al día la canasta de bienes y servicios del actual Índice de Precios al Consumidor Nacional (IPCN). Por ahora debe utilizarse la canasta del 2004 con valores que se van actualizando para establecer la ponderación de cada rubro en el total, ya que la elaborada en el 2010 muestra fuertes inconsistencias técnicas. Después de 13 años, la estructura de consumo de 2004/2005 quedó obsoleta: en esa época pesaban mucho menos que ahora rubros tales como telefonía móvil, accesos a internet, delivery de comidas, tarifas de servicios públicos, combustibles o mantenimiento de automotores y viviendas.

También el Indec anticipó meses atrás que estudia un nuevo índice para medir las ventas al consumidor en los supermercados mayoristas. Esta novedad responde al cambio de hábitos: mientras la facturación de las cadenas de supermercados e hipermercados minoristas se reduce en términos reales frente a la inflación, tienden a crecer las compras familiares y colectivas (grupos de amigos, vecinos, etc.) en el canal mayorista para abaratar los precios unitarios, especialmente en el Gran Buenos Aires y la Capital Federal. La ausencia de estadísticas impide evaluar la magnitud de este cambio y puede llevar a conclusiones erróneas. Son un lugar común los titulares periodísticos sobre la caída del consumo masivo, pero por ahora se refieren a las ventas en súper e hipermercados, que en los primeros siete meses del 2017 (último dato disponible) bajaron 2,1% interanual a valores constantes según el Indec. Sin embargo no incluyen al canal mayorista, donde estimaciones privadas calculan un aumento de participación cercano al 10%. Ni tampoco en ferias comunitarias, ni por supuesto comercios de barrio de distintos rubros que suelen vender “en negro” (sin factura).

En este terreno se está produciendo además un cambio de roles: los supermercados mayoristas ofrecen lotes más reducidos de productos para competir con las cadenas minoristas, que a su vez están agotando el modelo de promocionar ofertas por mayor cantidad (3 x 2, 4 x 3 o descuentos en la segunda unidad) a cambio de reducir los precios unitarios. Ocurre que la caída del poder adquisitivo salarial (que muestra cierta recuperación a partir de julio, aunque se ve afectado por las mayores tarifas energéticas y la alta presión impositiva) juega decididamente en contra de esta modalidad. De ahí que algunas grandes cadenas estén modificando esta estrategia, ya sea al anunciar el congelamiento de precios hasta fin de año en los productos de marcas propias o bien bajas selectivas en las góndolas.

No sería descartable que en el futuro haya estadísticas de ventas de ropa y calzados de marca en outlets, los principales rubros que se comercializan en shoppings y centros comerciales, donde la facturación también muestra un retroceso real. Por cierto que estos datos reflejan una caída del consumo doméstico atribuible a los altos precios que, pasados a dólares, tampoco atraerían a turistas extranjeros. Pero en estos casos –y en electrónicos– hay que tener en cuenta además que los consumidores locales de mayor poder adquisitivo compran en países limítrofes o bien en EE. UU. o Europa. Sin ir más lejos, Chile recibirá este año unos 4 millones de visitantes argentinos en tours de compras. Y un reciente informe del diario “La Nación” revela que las salidas por los puentes a Paraguay desde Posadas (Misiones) o Clorinda (Formosa) superaron en el 2016 los 16 millones de cruces para adquirir todo tipo de productos (desde alimentos y bebidas hasta televisores), un 40% más que los viajes al exterior desde el aeropuerto de Ezeiza.

Los alicaídos fabricantes y comerciantes locales atribuyen este desplazamiento de la demanda al dólar atrasado y la alta presión tributaria que, sin embargo, no es mayor a los últimos años. En definitiva, la diferencia está en los precios finales que hoy definen las decisiones de compra y tampoco dejan lugar a márgenes demasiado altos.

La nueva conducción del Indec inició las pruebas piloto para lanzar en octubre una nueva encuesta nacional de gastos de los hogares.

Datos

La nueva conducción del Indec inició las pruebas piloto para lanzar en octubre una nueva encuesta nacional de gastos de los hogares.

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