No existe mundo fuera del lenguaje

Los gatos no saben que morirán. Sólo los seres humanos somos conscientes de que vamos a morir. La conciencia de la finitud es hasta tal punto algo propio de nuestra especie, el filósofo alemán Martin Heidegger definió al ser humano como “ser para la muerte”. Es la muerte la que le da sentido a la vida. ¿Cómo podemos saber que alguna vez moriremos? Porque tenemos lenguaje. Por eso es que pensamos, planificamos y somos capaces de comprender el desarrollo de los procesos. Incluso el fin de todo proceso: la muerte. Sin lenguaje seríamos eternos. Pero incapaces de pensar en nada.

Morir es el precio que pagamos por pensar. Pero pensamos porque tenemos lenguaje. Nadie sabe cómo ni cuándo comenzamos a hablar. Se supone que el proceso se inició hace al menos unos 300.000 años. Sea como fuere que el lenguaje surgió, desde ese momento convirtió al homínido que lo poseía en el animal con la mayor capacidad de supervivencia porque fue el que mejor se adaptó a todos los cambios.

El lenguaje fue una herramienta tan formidable para la supervivencia de la especie que nos hace olvidar que no es una mera herramienta. En primer lugar, más que la mera utilidad que el lenguaje nos presta deberíamos comprender que sin él todo lo que sabemos y percibimos no sería posible. Como también dijo Heidegger: “Sólo hay mundo donde hay lenguaje”. Es decir, lo que para nosotros es “lo real” no existiría si no fuera por el lenguaje.

Como el lenguaje nos parece tan “natural” no nos damos cuenta de su enorme complejidad estructural. Una frase tan sencilla como “el perro ladra” está compuesta, a su vez, por dos frases más básicas (el sujeto y el predicado). Si a esa frase sencilla le agregamos un poco de información la complejidad estructural se dispara a niveles exponenciales. Una frase como “el perro que a María le regaló el hermano que vive en Mar del Plata ladra” tiene una estructura gramatical extremadamente compleja. Sin embargo, cualquier hablante del castellano (sin importar su nivel educativo) puede comprenderla.

Para que se entienda la complejidad de las frases que habitualmente puede decir cualquier hablante de cada lengua tendríamos que compararlo con la matemática. Comprender frases que nos parecen sencillas equivaldría a que todos, sin haber sido instruidos, pudiéramos resolver instantáneamente ecuaciones de segundo grado o resolver problemas de física de cuerdas sin que nadie nos los haya enseñado.

Eso plantea otro de los problemas esenciales que se discuten cuando se debate el lenguaje: ¿aprendemos el idioma que hablamos o nacemos sabiéndolo? Hasta ahora, las investigaciones que cuentan con mayor número de científicos que las sostengan son las que proponen que el lenguaje es innato. No hay pruebas absolutamente concluyentes, pero la teoría de que lenguaje es innato permite explicar de manera más económica cómo accedemos el lenguaje siendo niños; mientras que nadie logró demostrar que con la pobre experiencia que rodea a cada niño se pueda aprender el lenguaje.

El principal lingüista que sostiene que el lenguaje es innato es el norteamericano Noam Chomsky. Sin embargo, sus investigaciones no se refieren al innatismo sino a la estructura gramatical. Chomsky sostiene que todo niño nace con una gramática ya inscripta en el cerebro. Esa gramática es una matriz básica que permite comprender cualquier idioma natural que hayamos desarrollado los humanos y tiene reglas muy sencillas, pero poderosas, ya que permite generar frases comprensibles en cualquier lengua. A partir de la convivencia con los padres (o las personas que lo críen) el niño o la niña va a poder seleccionar en qué idioma hablará (el chino, el inglés, el árabe, el castellano, etc.) y también la variedad local de ese idioma.

Es decir, la estructura que nos permite entender una lengua es innata, pero el idioma particular que hablamos lo “aprendemos” (o seleccionamos) del ambiente en el que nos criamos. Pero sin la estructura gramatical innata no podríamos comprender ninguna lengua.

Gracias a esta gramática innata todos los niños en todo el mundo, en toda la historia documentada, comienzan a comprender frases complejas sin cometer fallas gramaticales, ya a los dos años.

Somos un animal que hizo de la cultura parte esencial de su naturaleza. Tenemos mundo porque hablamos. Y al hablar no sólo podemos entender el mundo sino que, además, podemos cambiarlo. Fruto de este largo y complejo proceso estamos trabajando en generar inteligencia artificial. Pero aún no logramos que sea capaz de pensar como un niño de dos años.

Si alguna vez la inteligencia artificial puede comprender (y, tal vez, mejorar) el lenguaje humano, ¿también será capaz de morir?

Somos un animal que hizo de la cultura parte básica de su naturaleza. Tenemos mundo porque hablamos. Y al hablar no sólo podemos entender el mundo sino que, además, podemos cambiarlo.

Datos

Somos un animal que hizo de la cultura parte básica de su naturaleza. Tenemos mundo porque hablamos. Y al hablar no sólo podemos entender el mundo sino que, además, podemos cambiarlo.

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