Padres hablando de bullying

Cuando la vida se hace guión, sucede así:
Mediodía. Interior. En una conocida parrilla de la ciudad, colmada, los matrimonios formados por Carolina y Marcos y Laura y Pedro (todos nombres ficticios), amigos desde hace años, ya están terminando de compartir un asado. En la mesa de al lado sus hijos hacen lo mismo: dos varones de 13, otro de 11. Mientras los adultos conversan, los jóvenes mantienen, cada uno, la vista en su celular.

Carolina.–¿Les conté? A Eze le están haciendo bullying en la escuela. Tuve que ir a hablar.

Los cuatro adultos, al mismo tiempo, miran a uno de los chicos de 13.

Laura.–¿Qué pasó? ¿Cómo fue?

Carolina.–Tres chicos, que hasta hace poco creía que eran sus amigos, lo empujaban a diario, lo emboscaban y no lo dejaban entrar o salir del aula, y lo obligaban a hacerles la tarea.

Pedro.–¿Cómo que lo obligaban? ¿Qué le hacían?

Carolina.–Lo presionaban psicológicamente, con insultos, lo denigraban. Y como él quería pertenecer a ese grupo, le decían que para estar con ellos tenía que hacer lo que le pidieran.

Pedro.–¿Y eso es bullying? Porque nunca me queda muy claro…

Marcos.–Y, si tres pibes te están jodiendo cada día, te molestan físicamente y te patotean psicológicamente, sí, es bullying.

Pedro.–Eso pasó desde siempre, desde que los pibes son pibes. A mí me molestaron cada día de mi vida en la secundaria porque era el más chico, no pegaba el estirón, y me la bancaba sin contarle a mis viejos. Eso me hizo fuerte, me hizo quién soy.

Carolina (sintiendo que tiene que defender a su hijo).–Eze tampoco nos contó, se lo fui sacando de a poco porque estaba cambiado. Le dolía la panza todos los días, buscaba la manera de faltar a la escuela.

Laura.–Terrible, es como un virus esto. Chicos acosando a otros chicos…

Pedro.–¿Y cómo sabés que es bullying y no, por ejemplo, molestar al otro y nada más?

Marcos.–Tuvimos nuestras clases, eh. Mucha web y una psicóloga amiga. Es bullying cuando hay una situación de desigualdad, un grupo acosa a uno solo. O alguien más fuerte abusa de alguien más débil. Y la situación debe sostenerse en el tiempo, no es cosa de una vez sino algo sistemático, hasta que los pibes no dan más.

Laura (a Carolina).–Dijiste que fuiste a la escuela, ¿y qué pasó?

Carolina.–Nos reunimos con la coordinadora, la psicopedagoga y el director. Nos escucharon atentos, tomaron nota, llamaron a los papás de los otros chicos y organizaron actividades sobre el tema con todas las divisiones.

Marcos.–Hay como un protocolo para actuar cuando pasa algo así.

Laura.–Por lo menos te dieron bola, porque en muchos colegios te dicen que es cosa de chicos, que ya se van a arreglar entre ellos.

Laura.–¿Y cómo está Ezequiel?

Marcos.–Casi nos mata.

Pedro.–¡Porque le hiciste bullying!

Los cuatro ríen.

Marcos.–No le gustó nada que nos metiéramos, pensó al principio que sería para peor, que lo iban a hacer pelota. Pero juntaron a todos los chicos y los tres que lo molestaban le pidieron disculpas, y por lo menos hace un par de semanas que no le duele nada, que no intenta faltar al colegio.

Pedro.–¿Y por qué le hacían bullying?

Los cuatro se miran y luego miran a Ezequiel, que en todo este tiempo no levantó la mirada de su celular. Se hace un silencio.

Carolina.–¿Vos me estás diciendo que algo habrá hecho? ¿Que se lo merecía?

Sin que los otros la vean, Laura le da una patada por debajo de la mesa a su marido.

Pedro.–Lo que yo digo es que puede haber ciertas características en los chicos que sufren acoso… algo en la personalidad o el físico o la religión o lo que sea, que es aprovechado por los chicos dominantes.

Marcos.–A vos deberíamos hacerte bullying.

Los cuatro ríen y parte de la tensión que se había creado se relaja.

Carolina.–Ezequiel es… dulce. A veces un poco aniñado todavía. Pero yo no creo que los chivos expiatorios tengan… cómo decirlo… características de chivo expiatorio. Lo único que sé es que él la estaba pasando mal y que si nosotros y la escuela no interveníamos las cosas podrían haberse puesto más difíciles.

Laura.–Hay chicos que se suicidan…

Carolina.–Es incomprensible que sucedan estas cosas…

Marcos.–Poder. Es una cuestión de poder. Y las redes alimentan esto. Antes estas situaciones no salían de la casa, la escuela, como mucho el barrio. Ahora tenés el mundo entero a tu alcance. Y son demasiados los que se identifican con los abusadores.

Laura.–Qué suerte que ustedes se dieron cuenta a tiempo… Porque entre los chicos que no te hablan, que están siempre metidos en sus teléfonos…

Carolina.–Es verdad, si no estás atento se te puede pasar por alto. Y estas cosas mejor atajarlas a tiempo.

Llega el mozo con la cuenta. Pedro le hace una seña para que se la entregue a Marcos.

Marcos (a Pedro).–¿Ves? Eso es bullying.

Carolina.–Ay, no bromeen con eso…

Los cuatro ríen. Funde a negro.

Mirando al sur


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