Precios: comparaciones odiosas

Mirando al sur

Las comparaciones resultan odiosas, afirma el refrán, que no puede ser refutado en la Argentina cuando de precios se trata. Los ejemplos se multiplican hasta el infinito.

Martín Lousteau (exministro de Economía y reciente exembajador en los Estados Unidos) aseguró que los precios son más caros aquí que en los supermercados de Washington, donde residió hasta hace pocas semanas antes de regresar a Buenos Aires para presentarse como candidato a legislador por el distrito porteño.

También pueden dar fe de esta afirmación los miles de turistas argentinos que viajan a los EE. UU., muchas veces en tours de compras y no precisamente hacia los supermercados. No hace falta más que darse una vuelta por el sector de arribos del aeropuerto internacional de Ezeiza para advertir que, en los vuelos repletos procedentes de Miami o Nueva York, regresan familias enteras con más de una valija por pasajero y arrastrando en sus carritos voluminosas cajas con televisores de hasta 65 pulgadas.

La razón es que la ropa o el calzado deportivo, así como los artículos electrónicos, pueden conseguirse a precios inferiores a la mitad que en la Argentina. Por ejemplo, un par de zapatillas de primera marca cuesta entre 40 y 60 dólares (o sea entre $ 620 y $ 930). Si aprovechan las liquidaciones de fin de temporada (de invierno -primavera), los viajeros pueden encontrar en numerosos outlets camisas de vestir a alrededor de 25 a 30 dólares ($ 390/$ 465); jeans o pantalones a un precio similar y remeras de buena calidad entre 5 y 10 dólares ($ 77,50/$ 155). En electrónica, hay notebooks cuyos valores oscilan entre 300 y 500 dólares ($ 4.650/$ 7.750) con 8 MB de memoria y disco de 1 TB; mientras que los smartphones de gama media y pantalla de 5 pulgadas se ofrecen desde 150 dólares ($ 2.325); en todos los casos, más impuestos (tax) de 7/8%.

No por casualidad los Estados Unidos fueron uno de los destinos más demandados. Según el Indec, en los dos primeros meses del 2017 (últimos datos disponibles) casi 100.000 turistas argentinos viajaron a EE. UU. y Canadá, dentro de los 680.000 que se trasladaron al exterior (11,9% más que en el mismo período del 2016). Otros 50.000 optaron por Chile, que también permite combinar turismo y compras más baratas; aunque 140.000 pasaron sus vacaciones de verano en las playas de Brasil, pese a un tipo de cambio menos favorable. Como contrapartida, el turismo receptivo alcanzó en el mismo lapso a 406.000 visitantes extranjeros (40% menos que el número de argentinos que viajó a otros países).

Sin duda el deterioro del tipo de cambio real entre el peso y el dólar influye decisivamente en estos flujos turísticos y de compras en el exterior. Tras la devaluación de diciembre de 2015, hace más de un año que el dólar está virtualmente “planchado” en torno a los $ 15,50, frente a una inflación que en el 2016 llegó a 40% anual aunque luego fue desacelerándose. Este fenómeno local de “inflación en dólares” provoca que la Argentina resulte más cara para los extranjeros y a la inversa, que los precios en el exterior se abaraten para los viajeros argentinos (por supuesto sin considerar el costo de los pasajes aéreos).

A esto se suma el peso de los impuestos en la Argentina para todo tipo de consumos. De ahí que a quienes viajan a países no limítrofes para hacer compras les resulte incluso más conveniente pagar el recargo aduanero de 50% sobre el excedente de la franquicia para compras en el exterior (de u$s 300 por cada uno de los integrantes de un grupo familiar). La excepción está en determinados modelos de notebooks y tablets, cuyos precios comenzaron a bajar desde que el gobierno dispuso a partir de abril la eliminación del arancel de importación de 35% para equipos y componentes. Pero esto revela además que los sectores más protegidos de la competencia externa cuentan con márgenes muy amplios para contrarrestar el costo argentino.

Por cierto que el problema central que provoca la inflación –en pesos y en dólares– no es para quienes pueden viajar al exterior, sino para la inmensa mayoría de argentinos que no cuenta con recursos para hacerlo o ni siquiera imaginarlo. Según los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), correspondientes al tercer trimestre del 2016, el ingreso promedio de los habitantes que viven en los 31 principales conglomerados urbanos del país (unos 16 millones de personas) fue de $ 11.127 mensuales (unos 718 dólares).

Después de una década de inflación de dos dígitos anuales, que durante la era K fue además adulterada en las estadísticas oficiales, en Argentina todavía no es posible determinar a ciencia cierta cuál fue la suba del índice de precios al consumidor desde comienzos del 2007, cuando el Indec fue virtualmente intervenido por Guillermo Moreno. Sólo a fin de mayo podrá completarse el indicador oficial para los últimos 12 meses, tras el “apagón estadístico” dispuesto a fin del 2015 y hasta abril del 2016 por el gobierno de Mauricio Macri para reestructurar el organismo.

La inflación en esta etapa fue tan prolongada y sostenida que hoy resulta irrisorio registrar los precios vigentes hace diez años para compararlos con los actuales. Por ejemplo, una gaseosa de primera marca en envase de litro y medio costaba $ 2,89 en abril de 2007, un kilo de milanesa, $10,99; medio kilo de yerba mate, $2,88, y medio de café, $ 7,82. Un kilo de pan tenía un precio de $ 2,09, un paquete de fideos guiseros (500 gramos), de $2,35, y una botella de agua mineral de 1,5 litro se vendía a $ 1,95.

Estos valores surgen de un relevamiento de los precios de 30 productos de consumo masivo que el autor de esta columna realiza mensualmente desde entonces en la misma sucursal porteña de una cadena líder de supermercados. En abril de 2007, el costo de esta canasta fija era $ 222,72; mientras que diez años más tarde –en marzo de este año– ascendía a $ 2.360,72, con un aumento acumulado de casi 1.000% (en realidad, 960%). O sea que el valor del ticket se elevó nada menos que 10 veces en 10 años.

Esta combinación aritmética permite averiguar qué ocurrió con cada consumidor. Si su actual ingreso mensual supera en más de diez veces al de marzo de 2007, probablemente no haya perdido tanto poder adquisitivo en términos reales. Sin embargo, los precios relativos mostraron una fuerte disparidad. De hecho, los productos mencionados anteriormente sufrieron en dicho lapso incrementos que van desde 942% (fideos guiseros) hasta 2.292% (pan francés), pasando por 1.362% (gaseosas de primera marca), 1.331% (milanesas) y 1.100% (yerba/café).

La “inflación en dólares” provoca que la Argentina resulte más cara para los extranjeros y que los precios en el exterior se abaraten para los viajeros argentinos.

El problema central que provoca la inflación no es para quienes pueden viajar al exterior, sino para la inmensa mayoría de argentinos que no cuenta con recursos para hacerlo.

Datos

La “inflación en dólares” provoca que la Argentina resulte más cara para los extranjeros y que los precios en el exterior se abaraten para los viajeros argentinos.
El problema central que provoca la inflación no es para quienes pueden viajar al exterior, sino para la inmensa mayoría de argentinos que no cuenta con recursos para hacerlo.

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