Putin irá por 24 años de poder

Un calendario muestra en la página de marzo de 2018 al presidente ruso Vladimir Putin como general con el grueso gorro de piel de los militares. En decenas de miles de oficinas y viviendas, el jefe del Kremlin sonreirá desde la pared y recordará al electorado la “reunificación” de Rusia, que para los países de Occidente no fue más que la anexión irregular de Crimea, que era parte de Ucrania.

Putin con el torso desnudo, Putin con su perro o con salvajes leopardos, Putin como hacedor de traje y corbata: hace tiempo que los calendarios con sus fotos, en las que se lo ve joven y dinámico, son un éxito de ventas. Sin embargo, los años también pasan para el presidente ruso: hoy cumplirá 65. Mientras otros gobernantes piensan en retirarse a esa edad, nadie espera que él se aleje de la política en Rusia. Al contrario.

En marzo, Rusia elegirá a su presidente. Se está pensando como fecha el día de la anexión de Crimea, el 18 de marzo de 2014. Si bien por ahora Putin se muestra cauto con una posible candidatura, todos creen que, después de 18 años en el poder, sigue ansiando un nuevo período.

Debido a su tranquilidad antes de las elecciones, los analistas ya lo comparan con un “Buda imperturbable”. Sin embargo, en sus viajes por el país, Putin está claramente en campaña. El experto en el Kremlin Andrei Kolesnikov, del centro Carnegie de Moscú, ve en ello un enunciado claro: “Putin no necesita a las elites, las elites necesitan a Putin”. Pero ¿cómo fue posible que este exoficial del servicio secreto soviético KGB haya mantenido su posición durante casi dos décadas?

Sus críticos atribuyen a Putin la gran influencia del FSB, el sucesor del KGB. Él mismo fue su director en el período 1998-1999. Lo relacionan con la corrupción, la arbitrariedad judicial y policial y el control estatal de los medios, así como con el acorralamiento sistemático de la oposición. Hace tiempo los expertos hablan de un “putinismo”, que se expresa no sólo en el culto a la persona, sino en un sistema centrado completamente en su figura.

La politóloga Tatiana Stanowaya analiza además un desplazamiento en la autopercepción de Putin. A diferencia de otras elecciones, ahora lo importante parece ser su lugar en los libros de historia. “Sobre todo tras la anexión de Crimea, la responsabilidad política se vuelve cada vez más abstracta, es decir, los problemas como los sueldos y las jubilaciones parecen desplazarse. Se vuelve más importante el horizonte histórico para la valoración de los propios logros”, escribe.

De hecho, Putin podría estar satisfecho en política exterior. Gracias a acciones controvertidas para Occidente, logró compensar, según cree, la humillación de la desintegración de la Unión Soviética, que describe como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Crimea y la guerra del Donbás le valieron simpatías en el país y demostraron a Occidente que la Rusia de Putin no se deja convencer desde fuera. Con la intervención en Siria, logró además cimentar la influencia de Moscú en Cercano Oriente y el resto del mundo.

La pregunta que se hacen todos es: ¿cómo sigue la cosa? “Si alguien cree que de 2018 a 2024 habrá un período de transición del autoritarismo a la democracia, está equivocado. En el mejor de los casos, será la previa de la transición”, opina Kolesnikov.

También los observadores occidentales en Moscú están convencidos de que no son las reformas las que dominarán el próximo período. La pregunta que estará en el centro es qué pasará después.

Esta duda ya existió en otra ocasión. Cuando Putin agotó en el 2008 sus dos períodos de gobierno permitidos por la Constitución, comenzó el famoso “enroque”. El primer ministro Dmitri Medvedev ingresó al Kremlin y Putin se convirtió en jefe de Gobierno para poder volver a la presidencia en el 2012 y consolidar su poder.

Los expertos coinciden en que Putin recién se retirará cuando esté seguro de que su sistema se mantendrá y pueda crear un sucesor que le garantice absoluta seguridad personal. Si todo sigue como se espera, hay suficiente tiempo para ello hasta el 2024.