Río y lo que viene

Río de Janeiro vive el impasse entre los Juegos Olímpicos y los Paralímpicos que se disputarán entre el 7 y el 18 de septiembre próximos. Tiempo de hacer un balance de la organización de los primeros Juegos de la historia realizados en Sudamérica.

Entre el 5 y el 21 de agosto la ciudad maravillosa fue una fortaleza blindada. Militares y policías fuertemente armados no ocultaban su presencia desde el mismo arribo de los turistas a los aeropuertos de El Galeao o Santos Dumont. En Centro, Ipanema, Botafogo, Copacabana, Leblon o Barra de Tijuca, su control fue permanente.

Un mensaje disuasivo ante cualquier desborde o amenaza de atentado, en momentos en que la capital carioca era foco de las miradas del mundo.

La ciudad se preparó a conciencia para los Juegos. El Parque Olímpico de Barra de Tijuca albergó nueve estadios de gran categoría, donde se disputaron deportes como tenis, handbol, gimnasia, basquetbol, ciclismo, yudo, natación, tenis, waterpolo, entre otros. Una suerte de Disneylandia deportiva, con grandes colas en los accesos, megastore, patio de comidas, estudios de televisión y concesionarias, que congregó a un gigantesco hormiguero de personas.

A tales escenarios se le sumó el Parque de Deodoro, una suerte de Campo de Mayo argentino –a casi dos horas de la Estación Central de Brasil–, sede del hockey sobre césped, tiro e hipismo, a la que se llega por tren con combinaciones; Copacabana (vóley playero), el Estadio Olímpico ( atletismo), Marina da Gloria (vela), el Maracaná (fútbol, voleibol con el Maracanazinho, el sambódromo, desde donde partió y terminó la maratón) y el Boulevard de Puerto Maravilla (Fest de la zona céntrica).

Los complejos de Barra y Deodoro fueron unidos por una carretera transolímpica que vincula rápidamente la región central. Una tarjeta Riocard para utilizar cualquier tipo de transportes sin restricciones, durante tres días, costaba aproximadamente unos veinticinco dólares.

El descomunal despliegue organizativo no alcanzó para ocultar la necesidad de un importante sector de la población que deambula entre la pobreza y la indigencia. Es repetida la presencia de homeless en penosas condiciones, ante la pasmosa indiferencia colectiva. También el reclamo periférico de muchísimos brasileños que no vieron en los Juegos la solución a sus problemas cotidianos.

El pesar del brasileño se confundió con la alegría que generaron las medallas que colectaron sus atletas. El deporte se transformó así en un poderoso bálsamo ante la incertidumbre social, económica y política que atraviesa el gigante sudamericano.

Con una sucesión presidencial precaria –el presidente Michel Temer no concurrió a la ceremonia de cierre por temor a ser nuevamente abucheado–, Brasil estuvo a la altura de las circunstancias.

Si bien las demoras de traslados y de ingresos a los estadios fueron los talones de Aquiles de los Juegos, organizar semejante evento ante la realidad local e internacional imperante fue un verdadero riesgo para el anfitrión, del que salió airoso.

Experiencia que deberá capitalizar, aunque en menor escala, Buenos Aires ante los Juegos de la Juventud 2018 y Lima como organizadora de los Juegos Panamericanos 2019.

Un párrafo aparte merecen los Juegos Paralímpicos. A pocos días de su inicio, recién se lleva vendida un 20% de la taquilla disponible.

Ha levantado polvareda la publicidad de dos actores brasileños conocidos como Paulo Vilhena y Cleo Pires, haciéndose pasar por photoshop como discapacitados, cuando no lo son.

Ello ha suscitado una polémica sobre si es una buena estrategia publicitaria o una demostración total de insensibilidad.

Los promotores de la campaña señalan que a partir de la misma han mejorado las ventas, por haberles dado visibilidad a los Juegos Paralímpicos. Juegos a los que prácticamente no se les da cobertura en relación a la parafernalia que significaron sus inmediatos predecesores.

Ello a pesar de contener cientos de historias ejemplares de superación. Un síntoma que debiera llevar a la reflexión, sobre la discapacidad para ver, de quienes dicen llamarse normales.

* Abogado. Prof. de Educación Física. Docente universitario

Ha levantado polvareda la publicidad de dos actores brasileños conocidos haciéndose pasar por photoshop como discapacitados, cuando no lo son.

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Ha levantado polvareda la publicidad de dos actores brasileños conocidos haciéndose pasar por photoshop como discapacitados, cuando no lo son.

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