Silbidos

Redacción

Por Redacción

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Marcos pide silencio sin emitir una sola palabra. Apoya un dedo sobre sus labios y se queda congelado bajo la copa seca de un viejo caldén.
El índice de la otra mano apunta a una rama, justo sobre su cabeza. Ojos y cejas marcan un gesto en la misma dirección.
Ahí arriba llegó y se detuvo una lechuza.
Ajena a las caras de asombro que la miran desde abajo, repite el silbido triste y entrecortado con el que fue atraída, en pleno monte pampeano.
Nuestro encantador de pájaros infla ahora un poco el pecho y larga la sonrisa. Está feliz porque su magia sigue surtiendo efecto.

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