¿Un nuevo régimen?

Los resultados de las elecciones del 22 de octubre perfilan la emergencia de un régimen. Posiblemente el segundo con futuro y oportunidades de construir hegemonía después del kirchnerismo. Este último y el macrismo tienen en común una primera elección de medio término que no solo les otorgo un contundente triunfo nacional, también la posibilidad de reunir un caudal electoral mayor que el obtenido en la primera ronda de elecciones presidenciales. Ni Raúl Alfonsín, tampoco Carlos Menem y Cristina Fernández lograron sumar más votos en las primeras elecciones de renovación legislativa. Es cierto que tanto Menem como Fernández lograron más votos en sus capítulos reeleccionistas de 1995 y 2011. Posiblemente el mayor desafío de Mauricio Macri será no solo reelegirse, también superar el formidable caudal electoral a favor de Fernández en su reelección.

Además, las elecciones de 2005 y 2017 tuvieron “la madre de todas las batallas” en la provincia de Buenos Aires. Y el combate mayor fue entre dos mujeres. Es cierto que en esta ocasión Esteban Bulrrich fue el candidato de papel de Cambiemos. Pero la voz y rostro de la auténtica oponente de la candidata de Unidad Ciudadana fue la gobernadora María Eugenia Vidal. Igual ocurrió en 2005, donde la candidatura de Hilda Beatriz González era la mascarada de su esposo, Eduardo Duhalde. En esta ocasión la exposición de Cristina Fernández, ya consolidaba la idea de una pareja presidencial con Néstor Kirchner, pero contaba como una potente voz y eventual presidenciable.

Otra cuestión común es el uso de las elecciones intermedias como una oportunidad para incrementar la bancada oficialista en el legislativo, y con ello legitimar las políticas de un gobierno recién iniciado. Kirchnerismo y macrismo, siendo nuevos y con escaso poder de fuego propio en el poder legislativo lograron sumar a partir de esas elecciones un nuevo lote de legisladores. Todas estas novedades gananciosas sin duda, ocurrieron porque ambos esquemas de poder son algo más que un gobierno nuevo. Fueron hijos de un mundo político ganados por la dispersión partidaria, la volatilidad en las preferencias electorales y por sobre todo la desconfianza ciudadana.

Dos cuestiones son concurrentes a favor del resultado de las elecciones legislativa de este octubre: lo primero es la recuperación de las capacidades institucionales del Ejecutivo después de la debacle del 2001 y lo segundo es el conjunto de medidas tomadas durante el kircnerismo para reordenar y nacionalizar la oferta electoral. Respecto a la reconstitución del presidencialismo sin duda mejoró las oportunidades de transformación que tiene el sistema, dando herramientas al presidente que le permiten pensar en construir un régimen. Eso ocurrió en tiempos de Néstor Kirchner quién desde una reconstituida autoridad presidencial pudo marcar límites y contraponer medidas a muchos poderes fácticos que reclamaban un relanzamiento del proyecto neoliberal interrumpido por la fenomenal crisis del 2001. Solo mencionar la difícil negociación hacia los organismos internacionales de crédito y los tenedores de bonos de deuda externa. Lo mismo respecto a la recuperación del mercado del trabajo y mejoras en los salarios de los trabajadores. De ese relanzamiento de capacidades institucionales y el proceso de desendeudamiento se benefició Mauricio Macri, aunque esta vez no para marcar límites frente al poder financiero local e internacional, sino para establecer un tipo de coalición de necesidades mutuas.

También el macrismo se benefició de fórmulas institucionales nacidas durante el kirchnerismo que reorientaron a los electorados más hacia preferencias nacionales que de sesgo local. No cabe duda que una de ellas ha sido el establecimiento de un solo ciclo electoral para los comicios a legisladores nacionales, poniendo fin a la dispersión de elecciones y el control que de ellas tenían los gobernadores. La otra cuestión fue la invención de las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias. Si bien en septiembre pasado fueron poco o nada competitivas al interior de las fuerzas políticas, resultaron útiles como un primer momento para estimar las preferencias de los electorados y las posibilidades de rediseñar las campañas políticas. Aquí el macrismo supo aprovechar mejor esta segunda dimensión de las PASO y no tanto sus opositores.

No cabe duda que el panorama futuro es de un cambio de régimen. La naturaleza del mismo ya ha mostrado un rostro. Uno que nada tiene que ver con el anterior. Sí tiene un parecido de familia, en los diversos planos de las políticas económicas, sociales y culturales, a mucho de lo conocido en los últimos cuarenta años de predominio de un liberalismo y conservadursimo de cuello blanco.


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