Una nueva época victoriana

Mirando al sur

No hay correlación estricta entre el desarrollo científico y la apertura mental de una época. La relación suele ser contradictoria. Mientras el desarrollo científico avanza sin cesar, casi sin retrocesos, la apuesta a una vida civilizada que nos integre en la diversidad puede ser el ideal de una época, pero la era siguiente puede rechazarlo completamente y hasta considerarlo una amenaza, algo a combatir.

Cuando en los 60 el estallido juvenil, la difusión de la píldora anticonceptiva, el feminismo, el movimiento gay, el Mayo Francés, el sexo libre y el rock dieron por finalizado un largo siglo de moral victoriana se creyó ingenuamente que comenzaba un milenio de libertad. Pero no funciona así la moral masiva de una sociedad. Es siempre un territorio de luchas constantes por imponer formas de ser, de vivir y de pensar. Y esa lucha no está ligada al desarrollo intelectual ni al progreso técnico: es una lucha política por intentar imponer (o resistir) un más férreo control social.

La libertad no surge de la nada. Son décadas de ardua lucha las que logran imponer un ideal liberal. Cuando en los 60 se produce el estallido que se resumió en el simplista eslogan “sexo, drogas y rock&roll” (pero que fue muchísimo más amplio y de una riqueza que aún hoy nos cuesta comprender) hacía casi un siglo que el núcleo más brillante de la intelectualidad de occidente batallaba contra la moral victoriana: desde Oscar Wilde al grupo de Bloomsbury y desde los artistas de vanguardia (con Picasso, Matisse, Duchamp y Man Ray a la cabeza) hasta el movimiento gay y el feminismo radical marcharon para derribar los supuestos victorianos que amordazaban la creatividad de la vida.

El siglo XVIII, el de las monarquías absolutas, fue más liberal desde el punto de vista existencial que el siglo XIX, en el que se consolidaron las repúblicas nacidas de las revoluciones. No es que la monarquía sea de por sí más tolerante a la libertad que la república, sino que la lucha revolucionaria suele basarse en un movimiento autoritario para lograr consolidarse en el poder. Y los autoritarismos tratan de convertir a las sociedades en grandes entes policiales.

La moral victoriana no fue una imposición autoritaria de la reina Victoria sino que su moral se convirtió en el ideal moral que abrazó gustosa la mayoría de la sociedad. Desde Grecia que la vida política de occidente se debate en la lucha entre la libertad y la seguridad. Las sociedades que privilegian la seguridad optan por la persecución de los disidentes, llegando incluso a la caza de brujas y los campos de exterminio. Las sociedades que privilegian la libertad aceptan convivir en conflicto y ven positivo agrupar a personas muy diferentes entre sí.

Las sociedades represivas en lo moral tratan de convertir a la mayoría de los ciudadanos en policías morales disciplinados, siempre dispuestos a perseguir a sus semejantes que no cumplen con las costumbres aceptadas en la época. Toda sociedad amante de la seguridad por sobre la libertad enarbola alguna causa que considera el bien: proteger a la patria, a los niños, a las mujeres, a los desvalidos. La represión jamás se hace en nombre del mal.

Hoy muchos condenan a la Inquisición o al macartismo, pero apoyan con fervor un movimiento similarmente represivo que ha ido creciendo en los últimos 25 años. Ahora se va imponiendo el ideal de lo políticamente correcto y lo hace con el apoyo de muchos gays y feministas. La represión social se ha vuelto más compleja que nunca y logra convocar como represores a muchos antiguos luchadores por la libertad.

Lo políticamente correcto nació en las universidades norteamericanas hace unas tres décadas. Al principio causaba gracia. Parecía tan absurdamente autoritario, tan desfasado respecto de la conciencia liberal de ese entonces, que hasta era motivo de burla. Hoy es la ideología dominante en occidente.

Para defender a los buenos se ha movilizado a toda la sociedad para que los ciudadanos participen de una nueva caza de brujas. El que viola un mandamiento políticamente correcto es apaleado en público, como se hace hoy con los herejes: en las redes sociales y en los medios.

En la Argentina la caza de brujas que apela a la moral políticamente correcta recién comienza, pero en los Estados Unidos ya lleva más de dos décadas. Quizá el apoyo a Donald Trump por parte de los sectores culturalmente despreciados de ese país esté mostrando algo diferente a lo que dicen los analistas de política internacional: no es una manifestación irracional por el fracaso económico sino una resistencia cultural a la tiranía del moralismo.

Mientras la Argentina entra plenamente en una nueva época victoriana que aplaude las cazas de brujas, tal vez en los EE. UU. se esté incubando una nueva era de la libertad.

Ahora se va imponiendo el ideal de lo políticamente correcto y lo hace con el apoyo de muchos gays y feministas. La represión social se ha vuelto más compleja que nunca.

El siglo XVIII, el de las monarquías absolutas, fue más liberal desde lo existencial que el siglo XIX, en el que se consolidaron las repúblicas nacidas de las revoluciones.

Datos

Ahora se va imponiendo el ideal de lo políticamente correcto y lo hace con el apoyo de muchos gays y feministas. La represión social se ha vuelto más compleja que nunca.
El siglo XVIII, el de las monarquías absolutas, fue más liberal desde lo existencial que el siglo XIX, en el que se consolidaron las repúblicas nacidas de las revoluciones.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios