Una visión para el desierto argentino

El gobierno de Mauricio Macri se ha mostrado activo anunciando “planes” de desarrollo regional. Así lo hizo, por ejemplo, cuando presentó el Plan Belgrano para la región noroeste. A su vez, en esta última semana el presidente sorprendió al reunirse con todos los gobernadores y gobernadoras de la Patagonia para presentar el Plan Patagonia. Éste fue enfatizado no con uno, ni dos, sino con tres eventos de comunicación presidencial: la reunión con los gobernadores, un anuncio a la prensa en la pista de aterrizaje y una carta abierta publicada en el principal diario de la provincia de Santa Cruz.

Por supuesto, que el gobierno nacional anuncie un plan de desarrollo específico para la región es una buena noticia. Pensar el largo plazo y someterlo al arbitrio de las políticas públicas no puede ser objeto de cuestionamiento en un espacio tan nuevo e indómito como el nuestro. Sin embargo, la desconfianza se torna casi natural dada la gran cantidad de veces que se intentó trazar planes de largo aliento para el desarrollo patagónico y no se llevaron a la práctica. Es más, llama la atención que el presidente haya realizado en su carta abierta “una invitación a que juntos tengamos la audacia de generar una visión capaz de desplegar todo el potencial que la Patagonia tiene”, porque justamente si algo no le ha faltado a la Patagonia fueron las visiones de desarrollo. El déficit, en todo caso, ha pasado más por las realizaciones concretas y humildes.

En efecto, antes que la actual gestión de Cambiemos, varios fueron los que intentaron la transformación de la tierra maldita de Darwin. Distintos elencos de élites nacionales o locales, adaptados a sucesivos climas de época, quisieron hacer de nuestra región algo más que viento y lejanía. Aspiraciones tales como la vinculación de la región con el océano Pacífico a través del ferrocarril o la constitución de Viedma como la Brasilia argentina han sido sueños que diferentes elencos técnicos y políticos acariciaron para esta zona. Muchos fueron los proyectos puestos en la imaginación, pero su concreción real ha sido por demás escasa. En una breve síntesis (que en absoluto comprende todas las iniciativas, que han sido montones) destacaríamos como los más emblemáticos a tres proyectos muy a tono con sus respectivos tiempos.

En primer lugar, el más integral y ambicioso de la época de los Territorios Nacionales: el proyecto de desarrollo patagónico elaborado por el ministro de Obras Públicas del presidente Figueroa Alcorta, Ezequiel Ramos Mexía, concretado en la ley 5559 de Fomento de los Territorios Nacionales de 1908. El proyecto pensaba a la Patagonia como nueva clave para el desarrollo de la Argentina granero del mundo, básicamente con la posibilidad de integrar los dos océanos con la salida a Chile. Así, Ramos Mexía mandó a un reputado técnico norteamericano, Bailey Willis, que estudiara la posibilidad de unir la región cordillerana con Valdivia. En el marco de una idea integral que a su vez aspiraba a poner bajo riego amplias zonas de la meseta, se constituyó la Comisión de Estudios Hidrológicos de la Dirección General de Ferrocarriles, que empezó sus actividades en 1911 en el área de Valcheta, Río Negro. Un ambicioso plan que sin embargo se encontró, desde el vamos, con múltiples trabas por parte de distintos actores (entre ellos los sectores ganaderos pampeanos).

El segundo intento de transformación que traemos a colación no es un plan específico, sino una serie de publicaciones que se hicieron en el marco del sesquicentenario de la Argentina en 1950. En aquellos años de desarrollismo furioso el diario “Clarín” –gran alfil del frondizismo– publicó una serie de análisis y proyecciones conocidos como “La semana del sesquicentenario”, en donde brillaba el ideario del desarrollo nacional tan propio de aquellos años: avances en la industria pesada y consolidación de una sociedad sin las pujas distributivas anteriores. La Patagonia en ese esquema jugaba un papel fundamental, en tanto generadora de la energía necesaria para todos aquellos objetivos. Así, se proyectaba avanzar sobre el carbón, el petróleo y los ríos del sur argentino, el nuevo pulmón nacional. Desde ya que en parte dichas preocupaciones generaron transformaciones reales tales como la posterior construcción de la central hidroeléctrica emblema, El Chocón. Sin embargo, las apuestas fueron en demasía optimistas (algo muy propio de aquel momento) y, por ejemplo, proyectaban para 1985 una población de 4.000.000 para la región (que en ese momento contaba con alrededor de 250.000 habitantes).

Finalmente, el tercero y el más cercano en el tiempo, es el Proyecto Patagonia de Raúl Alfonsín. Es más que importante señalarlo porque el mismo no era un plan específico para la región, sino que directamente tomaba a la Patagonia como el mascarón de proa de la gran transformación nacional. En efecto el alfonsinismo, llegado al poder luego de treinta años de inestabilidad institucional, tenía la premisa de cortar con esa dinámica generando un gran cambio en la estructura de poder económico y político del país. Con la aspiración de cortar con décadas (acaso siglos) de pujas sectoriales y regionales, el autodefinido tercer movimiento histórico ideó una salida similar a la de Brasil con Brasilia. Esto es, trasladar la capital del país hacía Viedma para generar un nuevo centro de gravedad por fuera del influjo portuario. Lo interesante es que tal apuesta avanzó mucho y llegó a verse plasmada en una ley, la número 23512, sancionada en 1987. Huelga explicarle con más detalle a los lectores de este diario cómo siguió la historia. El fracaso práctico fue evidente y la oposición de los sectores afines al conglomerado de Buenos Aires fue muy poderosa. A su vez, 1987 fue un año donde el entusiasmo transformador del alfonsinismo encontró su techo y a partir de allí todo fue cuesta abajo para el gobierno, con traslado del eje nacional incluido. Una vez más, otra utopía patagónica quedó en el archivo (la ley fue de hecho derogada en el 2004).

Queda claro con este breve racconto que las precauciones a la hora de esperar los avances del Plan Patagonia del macrismo son obvias. Y el pedido de mayores detalles por parte de la ciudadanía local se hace más que necesario. Si algo mostró el devenir de las décadas pasadas es que las sucesivas “visiones” que quieren desarrollar por la fuerza a la Patagonia sólo llegan a ver logros si estos se realizan de manera mucho más humilde, local, cimarrona y sostenida en el tiempo.

Politóloga y profesora en la UNRN; historiador y profesor en la UNRN

En efecto, antes que la actual gestión de Cambiemos, varios fueron los que intentaron la transformación de la tierra maldita de Darwin.

Aspiraciones como la vinculación con el Pacífico y la constitución de Viedma como la Brasilia argentina han sido sueños que diferentes elencos acariciaron para la zona.

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En efecto, antes que la actual gestión de Cambiemos, varios fueron los que intentaron la transformación de la tierra maldita de Darwin.
Aspiraciones como la vinculación con el Pacífico y la constitución de Viedma como la Brasilia argentina han sido sueños que diferentes elencos acariciaron para la zona.

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