Claudio Rissi. el protagonista de “El Marginal” que entra por la ventana

Su personaje es jefe de una banda en la cárcel, pero el rol principal recae en Juan Minujín. En entrevista con “Río Negro”, cuenta cómo hace para quedar en la memoria del público.

Un mozo toma el pedido y a los pocos segundos se acerca otro mozo. “Disculpe, maestro”, le dice el muchacho a Claudio Rissi (Buenos Aires, 1956) y estira la mano con una sonrisa. “Esto es por El marginal”, le comenta a “Río Negro” el actor, cuyo papel como Mario Borges –el temible capo de la banda que domina una cárcel– lo devolvió a los primeros planos de la TV, pese a no ser el protagonista principal de la tira.

La serie producida por Underground, de Sebastián Ortega, se convirtió en un fenómeno: mañana en Tecnópolis mil fans podrán ver por adelantado los últimos dos capítulos que la TV Pública emitirá los próximos dos jueves a las 22:30. Además, obtuvo en París el Gran Premio Internacional en el Festival Series Manía –cuyo jurado integró David Chase, creador de Los Soprano–, y fue vendida a Netflix, que en octubre tendrá disponibles los 13 capítulos.

“’El marginal’ es un éxito porque la hizo Sebastián, que es un genio. Lo admiro. Que se le ocurra que eso va a funcionar… No es la vida de un preso, es la vida de estos presos, de este sistema… Pero resulta que hay series sobre cárceles que llevan no sé cuántas temporadas ya. Evidentemente hay un público que le interesa. El deseo de que sea un bombazo siempre está, pero me sorprendió que le vaya tan bien”, dice Rissi durante la charla, en un bar a dos cuadras del teatro Cervantes.

P- ¿Qué te atrajo de Mario Borges, tu personaje?

R- Era una maravilla hacerlo, un ‘bocatto di cardinale’. Además, estar en Underground, donde son muy rigurosos.

P- Borges tiene la complejidad de manejar el humor sin dejar de ser el más malo del penal, ¿no?

R- Lo del humor fue surgiendo a partir de asociaciones libres. Lo marcó en un momento (el director) Luis (Ortega) en una escena de sexo con la (Adriana) Salonia. Ahí empezó a surgir un tipo que tiene un humor ácido. Era algo que no estaba en los libros y fue una impronta que, me parece, le sirvió al personaje y al programa, que si no es muy denso, porque todo lo demás es muy oscuro.

P- ¿Por qué un guión con las exageraciones y el absurdo que tiene El marginal llega a resultar verosímil?

R- Creo que se ha hecho natural el tema de la corrupción, que es histórica, en la justicia, en el sistema carcelario… También creo que ahí se buscan representantes de lo que somos como sociedad. No obstante, es una sociedad marginal, entonces permite a los que están afuera de las cárceles mirarlo como fenómeno social. Básicamente la gente necesita creer en ese mundo. Compran eso, como se compran los noticieros. Además los actores son todos muy buenos. Lo que mostramos es un juego de niños y ya es durísimo. El mundo ese, en la realidad, es mucho peor. Imaginate vivir pendiente de que podés no despertarte, de que en cualquier momento te meten un puntazo y fuiste. Me moriría a los quince minutos.

Pura (pre)potencia escénica

El trabajo de Rissi se caracteriza por la potencia con la que explota sus personajes. En “Terrenal”, la extraordinaria obra de Mauricio Kartun, interpretó durante dos años a Tatita, que aparece cuando los otros dos actores ya llevan media hora sobre el escenario. “Tenía mucha fe en el Tatita, en que iba a marcar un rumbo en mi carrera”, comenta sobre el papel que dejó a mediados de julio. En “El marginal”, Borges es el jefe de la cárcel, pero los protagonistas principales son Miguel Palacios (Juan Minujín) –un expolicía preso– y Emma (Martina Gusmán) –una asistente social–.

P- Tanto Tatita como Borges son personajes omnipresentes, por más que no sean los protagonistas centrales.

R- Es la prepotencia del trabajo. Uno se instala por prepotente (se ríe). Lo mismo pasaba con la película Aballay (2011). Aparecía esa cosa de un protagonismo que no era tal. El protagonista era Aballay y mi personaje de El Muerto quedó instalado. Era de tal virulencia y perversión, que la película quedaba impregnada con ese personaje que desaparece un buen rato pero está porque se habla de él.

P- ¿Sos muy selectivo con tus personajes?

R- Sí. A mi no me obligó nadie a ser actor. Me gusta ponerle el cuerpo en serio. El laburo hay que hacerlo con compromiso, con mucha responsabilidad, es una pena desperdiciarlo. Que te pueda salir mal es otro tema. Tener rigor para mí es fundamental para que la calidad no se vea perjudicada. Cuando daba clases decía: “Si te sobran las manos, si no sabés qué hacer con los brazos, es porque estás haciendo mal las cosas”. En la vida no te sobran las manos, vos te expresás con todo el cuerpo. La cosa tiene que fluir. La memoria es un ejercicio, casi un músculo. El tema es lograr olvidarte la letra, no pensarla más porque se te incorpora.

P- ¿Como hablar con naturalidad un idioma ajeno?

R- Claro. La letra no tiene que ser un inconveniente, tiene que fluir. Es el lenguaje que utilizamos para expresar algo. Normalmente me nutro de muchas imágenes, que son traducidas a un lenguaje reconocible. El juego incluye una parte que pareciera tan fácil y es tan compleja: hacer verosímil un lenguaje que no es propio, que lo escribió otro y no se te ocurrió a vos. El arte está en incorporar el pensamiento de otro, transformarlo, asirlo y comunicarlo. Eso es lo maravilloso y quiero respetarlo. Disfruto el trabajo bien hecho. Cuando está mal hecho me doy cuenta y es un tormento. Es desagradable estar haciendo algo a media máquina.

P- ¿Te pasó?

R- Últimamente no, pero me ha pasado de estar haciendo cosas en donde estaba incómodo y no me interesaba. El asunto es que a veces te tocan, por necesidad o por compromiso… O por miedo de que no te llamen más para trabajar. Ese era un mito existente entre los actores: si te equivocás, no te llaman nunca más. Filmar antes era muy caro. Estar en esa escuela antigua también hacía que uno se pusiera las pilas. Hoy se ha desvirtuado mucho a mi entender.

P- ¿Hay más liviandad?

R- Sí, son los sátiros del gatillo. Algunos directores no toman en cuenta qué le pasa al actor. Una vez Nikita Mijalkov dijo: “Yo amo a los actores. Entonces tengo que evaluar si la toma que acaba de hacer puedo pedirle que la vuelva a hacer. Porque hay un problema: el actor se consume a sí mismo, yo consumo nada más que celuloide”. Es cierto, a veces hacés cinco veces la misma escena y te vas gastando, consumís emociones. Muchas veces se vulgarizan los oficios. Siento que hay gente que hace esto sin rigor y lo bastardea. Como si ser actor fuera una estupidez. Cuando los actores hacemos bien el trabajo trascendemos en el espíritu y podemos llegar a modificar de algún modo la manera de ver una realidad de un espectador. Lograrlo por media hora ya es bastante.

P- ¿Qué tiene que tener un buen actor?

P- ¡Ganas! Pasión. Alguien me decía: “La pasión no enseña, Claudio. Te vas a enfermar si querés que tus alumnos se apasionen por el teatro”. Es cierto, no se enseña la pasión, se contagia. Te copás o no te copás. No solo con la actuación, con cualquier cosa que uno haga. Si lo hacés con pasión vas a encontrar un modo de hacerlo cada vez mejor. Para mí ser actor es jugar como cuando era niño. Mucha gente no lo considera un trabajo. “¿Artista? ¿Y de qué trabaja?”, le decían a mi mamá. Pobre vieja, le daba mucha vergüenza.

P- ¿Cómo preparás tus personajes?

R- Cuando no me conocía nadie, los probaba en la calle. Pasaba una tarde como si fuera no vidente. Pedía ayuda para parar un colectivo, subía, no pagaba boleto, me daban el asiento y me ayudaban a bajar. Todo, corriendo el riesgo de que si se daban cuenta me iban a cagar a trompadas. Así entrenaba. Ahora no puedo, se me reirían en la cara.

P- ¿Y qué hacés?

R- Juego mucho en mi casa.
Tenía una perra, Matelda, una dogo argentino, con la que
empecé a entrenar cosas. Llegó un momento en el que yo la
miraba, sin hacer ningún gesto ni emitir ningún sonido.
Cuando eso lo hacía en serio la perra se iba a la cucha. Cuando no lo hacía en serio, la perra se me tiraba encima. Hay miradas que imprimen, no necesitás decir nada. Es una mirada con una energía que tiene que ser contundente. Cuando esa energía sale, se escucha con todos los sentidos. Es entrenamiento. Cuando uno se emociona de verdad, de los pies a la cabeza, después lo podés resumir en una mirada o un gesto, pero está todo el cuerpo involucrado.

P- ¿Tenés modelos?

R- Cuando sos pibe tenés montones de modelos, te invaden porque estás tratando de ver para dónde salir. Te falta el tránsito en la vida, la escuela que te da caminar. Uno va detectando cosas según los intereses: Federico Luppi, Vittorio Gassman, Marlon Brando… Después si no te confrontás con tu propia realidad vas a seguir errando el tiro. No podés querer ser Messi o Maradona, es elegir un camino equivocado. No puedo ser otro, soy el que soy.

P- ¿Por qué a los diez años ya querías ser actor?

R –¡ No tengo idea! Me crié en San Juan y Boedo. Soy hincha de San Lorenzo pero me hice socio de River porque había teatro. Algunos creen que soy de Monte Grande porque viví veinte años allá, hasta el año pasado, pero no. Nací en Capital. Es más, yo soy oficial tornero mecánico, trabajé en la Municipalidad de Buenos Aires. Me hinchaba las pelotas estar ahí. Estaba al lado del torno y estaba escribiendo. Y algunos me cargaban. Me decían Darío por Darío Vittori. Se me cagaban de risa. Y hoy me miran por televisión… Esos, si quieren volver a verme, van a tener que pagar entrada.

“Bocatto di cardinale”. Así definió Rissi a su personaje.

“Lo que mostramos (en la serie) es un juego de niños, y ya es durísimo. El mundo ese, en la realidad, es mucho peor”.

“Me cagué de hambre”

Rissi tiene 60 años y hace 43 que es actor. Buena parte de su carrera no solo fue desconocido para el público sino que la pasó mal. “Me costó pero estoy agradecido, al final me fue bien. Pero me cagué de hambre, loco. No conseguía trabajo. Es muy difícil, es un medio muy pequeño”, dice. “Hay poco laburo para los actores. Normalmente hay un 85 por ciento de desocupación en este gremio. En los últimos años se había producido bastante, pero ahora se están haciendo muy pocas producciones en televisión y también ha bajado en cine. Y el teatro se está cayendo a pedazos, aunque hay algunas obras que andan muy bien”, analiza, e insiste en remarcar que está agradecido por el buen momento laboral que atraviesa. “Estoy con mucho trabajo y hay cosas que no puedo hacer por falta de tiempo”, dice Rissi, que en septiembre estrenará “Kilómetro limbo” en el teatro Cervantes, obra en la que interpretará a un travesti y donde compartirá tablas con Osvaldo Santoro, en el papel de un camionero. A su vez, en noviembre filmará en San Juan, en una coproducción con Chile, “La novia del desierto”, ópera prima de Cecilia Atán y Valeria Privato.

Datos

“Lo que mostramos (en la serie) es un juego de niños, y ya es durísimo. El mundo ese, en la realidad, es mucho peor”.

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