El disparador: Adiós silencioso

Datos

Con el paso del tiempo le tomé cariño a Manolo. Nos conocimos en el bar de la calle Roca, cerca de Plaza de Mayo. Al inicio no me cayó bien, supongo que por su aspereza. Pero lo empecé a entender, y valoré su esencia más que su folclore.
“¿¡Me dejan marcar 5 minutos a Cristiano Ronaldo y sabés cómo hago justicia!?”, dijo una tarde mientras veíamos cómo el Madrid aplastaba a su amado Barcelona. “¡Ni con una moto lo alcanzás!”, dije. Éramos pocos en el bar. Hubo silencio. Me miró fijo, insinuó una media sonrisa, y respondió: “¿Sabés qué? Tenés razón. Pero odio a los morfones”.
Ese intercambio fue el germen de una amistad de la que nunca hablamos, forjada entre gestos y lo no dicho. Difícil determinar qué más tendió un puente entre nosotros, además del fútbol. De mi parte, influyó su sentido del humor y su pensamiento lateral.
Manolo, bostero de la profundidad de las cavernas, era nostálgico. Hablaba de Saturno, el Coyita Gutiérrez y Giunta (“Huevos grandes como garrafas”). En épocas de conventillo en Boca, replicaba: “No le doy cabida a la UGR: Usina Gallina de Rumores. Además, Cavenaghi se enfiesta con…”. Y había que callar barbaridades que no voy a reproducir.
Cuando le conté de unos viajeros que trabajaban por Internet, dijo que él era un mochilero de los de antes, sin Airbnb: “Tomaba el Urquiza en Chacarita hasta Iguazú, cruzaba la frontera a pie, y en Foz empezaba a subir en micros brasileños. Otros tiempos”. No había caso: chocaba con lo moderno. Filósofo de bar, escuchaba tango y folclore: “Necesitamos menos Fonsi y más Larralde”.
Cuando se enteró que me iba del barrio, se calló. En el fondo, sabía. “Mirá que venden el kiosco”, me había advertido. A diferencia de los otros muchachos, me contó lo que sabía. Vendido el kiosco –de los mismos dueños del bar–, me quedé sin laburo. Busqué otros rumbos, me mudé. El bar de la calle Roca –nunca nos vimos en otro lugar– ahora me queda lejos. En vez de ir a saludar, conservo el último encuentro: el día que, por única vez, Manolo invitó una ronda de Pindy y tostados de fiambrín y salchichón. Como si hubiera dicho: “Sé que vos sabés que yo sé”.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios