El disparador: Música interior

Datos

Tenías que irte pero te enganchaste a escuchar, porque te lo pedía una música interna. Te atrapó la melodía de la historia. Rodeado por esa emoción intangible que te llevó al no tiempo, te olvidaste de todo. Estabas fascinado. Te parecía que tu amigo era espontáneo, que su relato sobre el vidente que había conocido le salía de las entrañas.
Él hablaba sin parar y vos sentías que era interesante lo que te contaba. No te importaba si era verdad. ¿Qué es la verdad?, relativizaste. Antes que nada, te parecía inspirador y emotivo. Tu amigo hablaba con pasión y vos sentías que, a decir verdad, él era un canal que te transmitía una historia que tenías que escuchar. Una historia que no le pertenecía ni a él ni a vos, porque también creés que nada le pertenece a nadie.
Cuando volviste a mirar el reloj eran las 20:54. Calculaste que 21:20 pasarías a buscar a tu hermano. Veinte minutos tarde no es una demora importante, pensaste. Apuraste el paso y subiste al auto. Aún resonaba en tu cabeza la historia del vidente que habías escuchado un rato antes. A vos, un escéptico que le tiene respeto “al otro lado” (de la vida, de “lo real”), te habían conmovido con un relato de lo invisible. No te atemorizó, sentiste curiosidad y, también, una emoción nueva y genuina que te subía del pecho hacia la garganta.
Cuando hiciste dos cuadras en el auto, tu hermano te mandó un mensaje: en Suiza estarías deportado por impuntual. Sucede que la cita era a las 20:30, y no a las 21. Pediste perdón, y seguiste. En la radio pasaron What’s up!, ese tema de 4 Non Blondes que no sabés por qué te emociona tanto. Hasta te ruboriza confesarlo.
Embalado, le mandaste un audio a tu mujer. A ella también le encanta esa canción, pero hace meses que no la escuchaban. Y le hablás de la historia del vidente que te contó tu amigo.
Lo buscás a tu hermano y se van al bar. Te disculpás otra vez por llegar tan tarde. Justificás a la pasada tu impuntualidad. Se sientan en la barra y escuchás que está sonando What’s up! A tu hermano también le gusta mucho. Otra vez la misma canción, pensás. “What’s going on?”, tarareás. Volvés a sentir la música interior. Te parece algo raro. Te gusta. Y te preguntás: ¿Qué me está pasando?

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