El disparador: viaje al pasado

Datos

Manejo diez horas desde Buenos Aires hasta Villa Dolores, en Córdoba, donde creció mi papá, que nació a unos pocos kilómetros de ahí, en Santa Rosa del Conlara, en San Luis. Me pregunto, con insistencia, qué busco en mi primera visita a la tierra de la infancia paterna. Y sigo sin saber.
En Villa Dolores me recibe Miguelito, primo de mi viejo, y su generosa familia. “No sabía si ibas a venir solo, con novia, con novio o con hijos”, se ríe. Me causa gracia que, como mi viejo, no me lo haya preguntado antes. Me da ternura verlo en familia, tal vez porque lo veo parecido a mi papá, que hace ya tres años pasó del otro lado del mostrador de la vida.
Miguelito me cuenta que los Pereyra-Gutiérrez, la rama paterna de mis antepasados, llegaron desde Europa por el Pacífico y entraron a la Argentina por Chile. O sea, no son los españoles que entraron por el río De la Plata. Entre anécdotas familiares, voy tejiendo un mapa de la historia paterna. Parientes campesinos, militares, políticos y, los más cercanos a mi viejo, maestros rurales –como mi abuela y mi papá–.
Un enorme rompecabezas carga de sentido el presente. Mi viejo dejó el campo en Santa Rosa para mudarse al pueblo, de unos 3.000 habitantes. A los seis años, junto a su hermano Guillermo y sus padres, se mudaron a Villa Dolores. Pasó allí la mayor parte de su adolescencia leyendo historietas y dibujando sin parar. Se mudó luego a Buenos Aires, donde terminó el secundario en la escuela pública y cursó la universidad. Qué esencial contar con una educación cubierta con los impuestos que pagamos. De lo contrario, mi viejo –como otros tantos– no hubiera llegado desde el campo a ser arquitecto.
Mientras regreso a Buenos Aires, empapado de historias y preguntándome cómo habrá vivido mi viejo su camino, escucho en la radio un discurso político de esta época: “Hay que dejar de lado lo que pasó, el pasado quedó atrás”. Me cuesta entender que quienes manejan los hilos de un país puedan querer desconocer o relativizar la importancia de saber qué pasó y de debatir sobre eso como puente para intentar comprender por qué algunas cosas son como son y por qué algunas personas sienten lo que sienten. ¿Acaso la perspectiva no da herramientas para moldear y resolver el presente?

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