El disparador: Vibraciones

Datos

Daniel tiene 60 años y lleva más de la mitad de su vida ejerciendo como veterinario. Se caracteriza por tomarse un buen rato para hablar con quienes le confía la salud de sus mascotas y, sobre todo, por su sensibilidad. Frente a casos terminales, lo asalta el recuerdo de su gato, que murió hace ya dos décadas. Cuando lo cuenta, a veces se le humedecen los ojos, y otras no puede evitar llorar. “Perdón, parezco un viejo tarado”, se disculpa entonces.
Convencido de que hay una energía que no sabemos leer, Daniel considera que las relaciones entre los seres humanos y los animales son un tanto indescifrables. “Es algo complejo. Funciona una vibración que aún no sabemos bien cómo interpretar”, asegura.
En su intento por darse a entender, hay una anécdota que le gusta repetir cuando habla en conferencias. Lo hace casi como un juego. Empieza con una descripción general de las serpientes. Señala que la mayoría de los ofidios no tienen extremidades externas, explica que el cambiar la piel periódicamente les sirve también para reparar heridas y remarca que tienen una visión bastante limitada aunque suficiente para detectar cierto movimiento.
En un momento de su exposición, cuando la gente ya se pregunta qué tienen que ver las serpientes en todo este asunto, Daniel consulta a la audiencia: ¿Qué música creen que les gusta a los ofidios? Los oyentes se miran entre sí, murmuran algo tímidamente. Alguien arriesga que jazz, otro que la música clásica. “Ninguno acierta”, dice Daniel. Cumbia, rock, folclore. Tampoco. Un muchacho opina que tendría que ser algo instrumental porque las serpientes son hipnotizadas por los flautistas.
Entonces, con la audiencia inquieta, Daniel les dice que las serpientes en realidad se mueven porque siguen la punta del instrumento y que, en verdad, no cree que les guste especialmente ninguno de todos los estilos musicales mencionados. Se hace un silencio expectante. El veterinario detalla que las serpientes no tienen oídos externos y que no oyen la música como los humanos. “Lo que los ofidios sienten son las vibraciones”, concluye.

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