El disparardor: Te encanta, decís
Datos
- Te encanta, decís, el aire lleno de promesas del alba, pero te despertás a media mañana. Te encanta el helado, pero te quejás porque engorda. Te encanta la nieve, pero el frío te molesta.
- Te encanta pasear en bicicleta, leer y ver películas, pero ahora no tenés tiempo. Te encanta la naturaleza, pero vivís en un monoambiente en el centro . Te encanta que te traten bien. Decís que realmente te encantaría que todos se saludaran en el barrio; pero al mozo no sos capaz de decirle “hola”.
- Te encanta el tráfico ordenado del “primer mundo”, pero el semáforo de la esquina de tu casa no lo respetás. Te encantan tus amigos, pero los criticás por cada cosa que hacen de un modo que vos no lo harías. Te encanta la sonrisa de tu hijo, pero le gritás tanto que ya casi no se ríe con vos.
- Te encanta la gente espontánea, pero calculás cada sonrisa con tu jefe. Te encanta elegir, pero cuando tenés muchas opciones te sentís agobiado. Te encanta intercambiar opiniones y puntos de vista, pero se te van las ganas de charlar –o te ponés agresivo– cuando te hacen notar que tu enfoque no es tan acertado.
- Te encanta decir que cuenten con vos para lo que sea, pero tu amigo te parece un pesado porque te pide ayuda en la mudanza. Te encanta la libertad, pero le reclamás a tu pareja porque hace cosas que vos no hacés.
- Te encanta la tranquilidad de los fines de semana, pero siempre hay un plan que te hace correr para llegar a otro lugar, y de ahí a otro lugar, y después a otro lugar; hasta que el lunes entrás fusilado a la oficina a la espera del próximo fin de semana.
- Decís que te encanta: esto, aquello y lo otro. Y te da bronca cuando tu terapeuta, que te escucha hace años, pregunta: “¿Realmente te gusta todo lo que decís que te gusta? ¿O creés que todo eso es lo que debería gustarte?”. Sin atender a tu incomodidad
–o justo por eso– insiste para que te pongas en discusión con vos mismo, y te dice: “Si algo hay que destruir son esas palabras que nos hacen hacer siempre lo mismo”.
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