el mejor Fito Páez del siglo

En su nuevo disco el rosarino encuentra la inspiración en dieciocho canciones que lo ponen en el lugar más alto de los últimos veinte años.

Ninguno de nuestros héroes del rocanrol hará ya nunca más un disco como los de antes. Como esos que hicieron de ellos, justamente, nuestros héroes del rocanrol. Ni Charly García, ni Divididos, ni los Stones, ni U2 ni nadie que haya hecho grandes discos antes y hoy siga en la ruta del rocanrol.

Dicho esto, “La ciudad liberada”, el flamante disco de Fito Páez, es un muy buen disco, el mejor en años de este músico que supo poner horas y horas de música en nuestros walkmans y que hoy le da pelea con dignidad a las playlists digitales.

Como el fantástico “Random” del más reciente Charly García, Fito hace su propio random por su obra musical tan vasta y ecléctica. Así, en estas 18 canciones -sí, el disco tiene todas esas canciones- (re)aparecen sonidos de anteriores Páez: por caso, “Wo wo wo” nos remite al “Creo” de “El amor después del amor” y “Plegaria”, a “Buena estrella” de “Abre”.

El random personal de Páez también se da un par de vueltas por la eterna influencia de García. Así, “Tu vida, mi vida” fluye por encima de la inconfundible base de “No soy un extraño” y cierra con arreglos que remiten al Páez de los tempranos 80. “Se terminó” combina la instrumentación de “Hablando a tu corazón” y “Buscando un símbolo de paz” con versos de “Mr. Jones…” . También se permite visitar, treinta años más tarde, un pop que en los 80 ignoraba: “Nuevo mundo” y “Chica mágica”.

Fito hace tiempo que se desinteresó por ampliar su base de fans. Ya sabe que las nuevas generaciones van por otro lado. Fito ya no hace discos para multitudes, los hace para aquellos que quieran oírlos y sabe que quienes eso quieren son un puñado de sobrevivientes como él y otros tantos que suponen que en sus canciones hay algo que vale la pena escuchar. Fito, como la ciudad a la que le canta, se siente liberado de todos los compromisos que no tengan que ver con su música.

Múltiples tópicos atraviesan el disco, pero dos sobresalen: la mujer resumida en Fabiana Cantilo (siempre se trató de ella) y la ciudad, a veces Rosario, casi siempre Buenos Aires.

“La ciudad liberada” tiene, podría decirse, un falso comienzo: “Aleluya al sol” es la única concesión de Páez al mainstream, es el hit que le deja sobre la mesa a las radios y la tevé por si les interesa. Hit en su música y letra, Fito le canta a las mujeres, que “no haya ni una menos” y nos recuerda que “pasión no es crimen”. El verdadero comienzo del disco es “Wo wo wo”, una canción surgida de una extraña inspiración onírica que Fito dice haber recibido de la guitarra de Pity Álvarez. Y tanto fue sí que Páez decidió compartir crédito con el ex Viejas Locas. En ella, Fito evoca los tiempos de amor con Fabi Cantilo.

El disco avanza a través de composiciones maduras para oídos maduros. El amor, la violencia, la política, las experiencias surcan la lírica de un Páez que luce por momentos brillante a la hora de pintar su aldea y las de más allá, como ocurre con “Islamabad”, una canción envuelta en un sonido místico que remite a “Tráfico por Katmandú” y en una poética ligada a la pluma de “La ciudad de los pibes sin calma”.

“El ataque de los gorilas” es una actualización aunque bastante menos inspirada de su prima lejana, “D.L.G.”, de “Giros”. Roza lo naif con frases como “no hay amigos en el Facebook y el Twitter es un pájaro ruin”, aunque levante levemente la puntería cuando cierra diciendo “somos la banda que cuida a las chicas de los ataques de los fachos gorilas, somos la banda amateur”.

“Chica mágica” y “Los cerezos blancos”, cada una con sus herramientas, cuentan sus historias de amor, pegadiza y bien empáticas. La primera, apoyada en sintetizadores de otro tiempo y la segunda, un amor japonés a la velocidad del beat.

Así como el disco empieza un tema después del primero, termina un tema antes del último. “Se terminó” no solo marca el final del disco, sino también de unas cuantas épocas, las de los cantores de protesta, la revolución cubana, los caceroleros, el sueño de la cenicienta y siguen las firmas.

El cierre, codificado (“5778”) e instrumental evoca las teclas de “Pequeño ángel” (“La la la”) y la voz final dedicándonos buenas noches y felices sueños nos recuerda que en aquella canción Luis Alberto nos pedía silencio “porque están todos dormidos”.

Fin del random.

¿Quién le prestó el cuerpo?

Ficha técnica

“La ciudad liberada”

Fito Páez: voz: piano, teclados.

Diego Olivero: guitarras y sintes.

Mariano Otero: bajo.

Gastón Baremberg: batería.

Juan Absatz, Fabi Cantilo y Carlos Vandera: coros.

Colaboraciones varias: Déborah Dixon, Flor Crocci, Fabián gallardo, Joaquín Carámbula, Ignacio Jeannot, Antonio Carmona, Juan Carmona y Antonia Montoya.

Alejandro Ros: Arte de tapa.

Nora Lezano: Fotos.

Datos

Quién esa chica se preguntaron (casi) todos cuando vieron la tapa del flamante disco de Fito Páez, “La ciudad liberada”. Porque el cuerpo que sostiene la cabeza de Páez no es el de Páez, sino el de una mujer de deliciosas curvas. Fotografiados por Nora Lezano y diseñado por Alejandro Ros, la portada combina la sensualidad de una mujer desnuda con el rostro maquillado y a medio travestir de Fito.
En principio, se especuló con que se trataba nada menos que de Griselda Siciliani ¿Por qué Siciliani? Porque hace una semana, lo había piropeado por las redes sociales y por un supuesto romance entre ambos, algo sugerido en el programa “Infama”. Pero la actriz lo negó. Entonces, las miradas viraron hacia la figura de María Eugenia Martínez, la joven novia del músico desde hace más de dos años.
El concepto gráfico fue idea de Ros, quien fue responsable de las tapas de discos de Soda Stéreo, Gustavo Cerati, Spinetta, entre otros.

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